LAS
VOCES DEL CUENTO*
El intento de trazar una
panorámica amplia referida a un tema considerado como *cenicienta+ de las letras españolas en estas últimas décadas, puede
encerrar las dificultades obvias que lleven a confundir a ese lector habitual
de lo que se denomina cuento o relato breve, y sin que por ello tengamos que
pensar, generosamente, y a primera vista, en un auge del género durante estas
últimas décadas, aunque sí estemos en disposición de afirmar que en estos últimos
años se ha cultivado mucho más el cuento entre los escritores y que sus
defensores pertenecen a todas las generaciones que, de alguna manera, han sido
importantes y de miembros tan dispares como la del realismo de los 50, el
experimentalismo de los 60, la indagación subjetiva de los 70 y la apertura
cultural de los 80. Para llegar a aquellos autores más jóvenes que se
han ido abriendo camino en las letras españolas en la última década y que hoy,
recién inaugurado el siglo XXI, forman ya parte de la promoción de cuentistas
contemporáneos entre cuya actividad literaria le otorgan una especial preferencia al cultivo del cuento y, además,
como expresión inequívoca de su compromiso literario con los lectores, sin
limitaciones técnicas o estructurales que, entre otros, les llevan a ofrecer
relatos de corte fantástico, realismo renovado, una narratividad expresa ,
conceptos de metaliteratura, feminismo, indagación psicológica o ensayos
variados de un relato policíaco o negro.
Es verdad que el cuento,
literariamente hablando, es el género con más peculiaridades que el resto de
disciplinas porque, históricamente, es anterior puesto que existe desde que el
hombre tuvo necesidad de inventarse historias sobre dioses o héroes, de hombres y mujeres, o
viajes fantásticos que incluían seres imaginarios en ese sentido
estricto de lo que denominamos *narración+ o *relato+. Ha dado lugar también a alguna que otra confusión
puesto que el criterio se ajusta más a ese concepto de cuento popular oral, de
duendecillos o hadas frente a ese mero producto que se denomina relato o narración corta que, sin lugar a
dudas, procede de la imaginación de un escritor y de la libertad con que se
enfrente a la ficción. Cabe pensar que la literatura es un inmenso campo de
experimentación en el que los escritores ofrecen lo mejor de su imaginación y
los lectores lo completan con su mejor interpretación. Erna Brandenberger ya se
cuestionaba en 1973 delimitar la extensión de cuento literario y, en el examen
que realizó, en más de cien relatos, demostró que sus límites habría que
establecerlos en torno a la estructura y a la técnica y no con respecto al
número de páginas, convenciéndonos de que se trataba de un género mixto que
explicaba la diversidad de sus formas y zonas de contacto con otros géneros
literarios. Juan Antonio Masoliver Ródenas piensa hoy que, con respecto al
cuento, el escritor es quien debe adaptarse a las exigencias del género, lo único que caben son
variaciones y más allá de estas variaciones el cuento dejaría de ser cuento.
Gonzalo Calcedo |
En esta muestra hemos recogido
la obra de unos autores nacidos de 1960 en adelante, cuya perspectiva, amplia,
sin estar todos lo que son como cabría esperar, muestra un inequívoco auge del
mismo y la sensibilización de las editoriales ante colecciones de cuentos que
empiezan a venderse en las librerías
igual que una novela, es decir, que empieza a cultivarse la técnica del relato como una forma de
entender el hecho narrativo desde el punto de vista tanto ético como estético. Alejados hoy de una desafortunada
historia reciente en España, herederos de una democracia asentada, los jóvenes
escritores ven la posibilidad de plantear en sus cuentos aspectos críticos de
una realidad del país como una mirada testimonial que se entendería que
proyecta la lírica, el teatro o la narrativa extensa. Si los autores del medio
siglo fueron realistas y testigos de circunstancias históricas importantes y
llegaron a producir cuentos de una multiplicidad extraordinaria y la década
siguiente optó por una renovación de la narrativa y una renovación formal, de
la misma forma los años 80 y 90 supusieron la aparición de grandes cambios en
el mundo cultural y el apoyo periodístico y editorial al cuento para que el
género adquiriera relevancia.
El cuento ha necesitado desde
siempre unas condiciones especiales para poder desarrollarse y para poder
subsistir. Llegado el
momento de ese cambio cultural apuntado, el mercado del relato breve se abrió hacia un espacio
editorial más sensible al género que buscaba, especialmente, nuevas perspectivas
en la creación narrativa. La prensa apostaba por encargar a una serie de
escritores profesionales el ejercicio de su labor en épocas tan señeras como el
verano, publicando relatos estivales en períodos especialmente agradables para
la lectura reposada, además de predisponer a unos lectores interesados por un
género de tan variada y rica tradición en este país. De este modo muchos libros
de cuentos han visto la luz en estas últimas décadas a expensas de apuestas como las que señalamos.
Editoriales como
Anagrama, Tusquets, Alfaguara, Alianza, Debate, Pre-Textos, Valdemar o Destino,
finalmente, han apostado por colecciones de difícil mercado. Pero hay otra
realidad, el cuento español actual, y me refiero al que se ha venido
escribiendo en estos últimos diez años, precisamente del que se pretende
recoger aquí una muestra inequívoca de ese buen quehacer, mirando hacia atrás
con las valiosas aportaciones de generaciones como la del 36 que incluye los
nombres de Camilo José Cela, Francisco Ayala, Gonzalo Torrente
Ballester, Álvaro Cunqueiro, Francisco García Pavón, Vicente Soto; la del *medio siglo o de los niños de la guerra+ con representantes tan significativos
como Ignacio Aldecoa, Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite, Medardo
Fraile, Antonio Ferres, Ana María Matute; la del 68 con Luis Mateo Díez, José
María Merino, Ricardo Doménech, Antonio Pereira, Juan Eduardo Zúñiga y lo que
puede denominarse como *generación de la democracia+, a partir de 1975, como Juan Pedro Aparicio, Ana María
Navales, Álvaro Pombo, Cristina Fernández Cubas, Enrique Vila-Matas, Martínez
de Pisón, Soledad Puértolas, Javier García Sánchez, Pedro Zarraluki, Antonio Muñoz Molina, por
citar algunos nombres de la extensa nómina que podría proporcionar; perdón por
este extenso paréntesis, el cuento, repito, se ha caracterizado por una
variedad de registros que le han proporcionado a los autores una absoluta
libertad con que caracterizar un estilo, una estructura o el tema a elegir.
Buena muestra de ello se puede apreciar en estos autores nacidos en dos décadas
diferentes, la de 1960 y 1970, cuya incorporación al relato se produce en una
década también de diferencia, es decir, fundamentalmente, la del 90, como una
simbólica puerta de entrada hacia otro milenio. Los autores seleccionados para
esta muestra no sólo disponen de los maestros del género de generaciones anteriores sino
que echan mano de una tradición universal que bien puede oscilar entre el
realismo de Chejov, la fantasía de Cortázar y Borges o la actualidad grotesca
de McCullers o Carver por citar ejemplos que, indudablemente, han sido leídos
por estos jóvenes autores. Las
dimensiones de lo fantástico como valor inequívoco en un tipo de relato como el
que nos ocupa, la realidad sucia con pizcas de una visión irónica no exenta de
un humorismo hiriente o el ejercicio del poder del lenguaje como esa muestra de
un relato bien construido cuya fuerza redunda en el estilo literario en sí, los
convierte a todos en maestros de esa idea que nos dice que el cuento ha dejado
de ser un mero ejercicio o divertimiento para convertirse en algo que ofrece la
posibilidad de contar con una tensión narrativa muy eficaz.
En esta selección, como creo
que en todas, deben existir unos criterios que justifiquen la presencia de
estos y no otros autores, el único que se me ocurre y con el que he contado
desde el principio, es de la calidad y el hecho de tener una edad común los
incluidos. El año 1960 en
adelante me parecía una perspectiva lo suficiente interesante como para poder vislumbrar la importancia de
una obra en la mayoría de los casos y una firme apuesta en algunos otros. Uno,
dos, tres, y en algunos casos más,
libros publicados de este difícil arte, avalan este criterio que es únicamente
personal. Por otra parte en estos últimos años, la proliferación de antologías
sobre el cuento español nos ha ofrecido una panorámica amplia sobre el género
que cubre los últimos cincuenta años del
panorama narrativo breve español. En un somero recuento cito algunas, tales como Los niños de la
guerra (1983), selección de Josefina R. Aldecoa, Cuento español de postguerra
(1986), edición de Medardo Fraile, El cuento español (1940-1980) (1989),
edición de Óscar Barrero Pérez, Cuento español contemporáneo (1993), en edición
de Ángeles Encinar y Anthony Percival, Últimos narradores. Antología de la
reciente narrativa breve española (1993), selección de Joseluís González y
Pedro de Miguel, Son cuentos. Antología del relato breve español (1975-1993)
(1993), edición de Fernando Valls, Madres e hijas (1996), edición de Laura
Freixas, Páginas amarillas (1997), con
una introducción de Sabas Martín y Los cuentos que cuentan (1998), edición de
J.A. Masoliver Ródenas y Fernando Valls, o Vidas de mujer (1998), selección de
Mercedes Monmany. La autora del
prólogo señala, en el mismo, cómo *aisladas, orgullosas, subterráneas o
paralelas a la vida real, las mujeres siempre han logrado sobrevivir y crean su
propio mundo clandestino+. Nada más lejos que constatar ese
concepto de supervivencia a la hora de incorporar en esta antología los tres
cuentos de tres singulares narradoras. Ellas forman parte de esa generación de
buenos cuentistas que hoy publican lo mejor del género.
Marta Rivera de la Cruz |
No habrá que ver en la
presente selección nada más que el rigor de un cuento bien escrito, y por autores
que en su obra lo han abordado con esa suficiencia de la que queda aquí
manifiesta presencia, porque quizá, para la mayoría de ellos, la literatura y
la vida quedan concebidas como un proyecto común del que se da noticia en su
escritura y, además, se convierte en un propósito que va más allá del
didactismo o la moralidad porque de lo que se trata es de ofrecer las voces del
cuento y esto avalado por una invención que celebra la realidad más
inmediata, repleta tanto de tensión como
de esa amenidad que ofrecen las experiencias propias. Las características más relevantes que puede
proporcionar al lector la presente selección es la diversidad tanto en temas,
como enfoques y estéticas si hemos de hablar aquí de este concepto que bien
puede aplicarse al cuento, pero sobre todo habría que hablar de un gran
desarrollo del género por parte de estos autores cuya edad oscila entre los 40
y los 30 años. Muchos de ellos configuran sus historias entre lo absurdo, lo
fantástico, la realidad o la fabulación, en suma, levantan un acta cotidiana
desde enfoques irónicos o humorísticos, paródicos o caricaturescos, con
personajes excéntricos, infantiles o femeninos, desde una categoría sumamente
expresiva, inmersos por supuesto, en un mundo contemporáneo que proporciona
relaciones interpersonales que ofrecen una proyección mayor. Estos jóvenes
autores muestran una sólida condición literaria como
puede desprenderse de sus textos, y se afirman en un discurso que
ejemplificaría esa adecuación a un proyecto narrativo concreto y su calidad
expresiva como
soporte conceptual. Existe fervor y pasión por el relato como vehículo de expresión preferente en un
universo discursivo mayor que pretende mostrar esa imagen equívoca de una
realidad distorsionada o el esfuerzo por cambiarla.
Haciendo un somero repaso de
las características de los autores seleccionados, podemos ver como Carlos
Castán ofrece en sus cuentos un mundo inquietante y sombrío, dominado, como la
vida, por el desamor y el dolor, donde la soledad se convierte en una pesadilla
de la que no se puede despertar. La estética cortaciana, por citar un
referente perceptible en la obra de este autor, ofrece la densidad de un
silencio corroborado en una eficaz sugerencia. El ámbito de la angustia
caracteriza la actitud de unos personajes que intentan una y otra vez
reconstruir su existencia. Sus cuentos ofrecen un virtuosismo lírico poco
habitual, la hondura de los materiales utilizados es su mejor variedad formal,
metáforas y aforismos refuerzan un lenguaje repleto de matices que proporcionan
la desesperación de cualquier personaje en su continuo tormento de existir.
Guillermo Busutil incluye, quizá, en sus cuentos el mejor
ejemplo de esos seres marginales de una sociedad en la que éstos no parecen
tener cabida. Poco importa
de dónde provengan y que sean timadores, ladrones de guante blanco, artistas en
declive o políticos, lo importante es que muchos de ellos se desdoblan y nos resultan tan desagradables como entrañables. La
crítica ha señalado la atmósfera de sus relatos como una de sus más singulares
características, además de la solidez de un estilo elaborado con un lenguaje
que fluye hasta llegar a giros acertados tanto en su expresión como en su
comprensión. El propio título de su última colección de relatos, Individuos S.A. lleva a considerar a sus personajes y a sus
nombres hasta resonancias insospechadas porque su caracterización es tan
impecable como
acertada.
Martín Casariego |
Gonzalo Calcedo cree firmemente que los
cuentos adquieren pleno sentido en forma
de libro y sólo en la revelación de su propio significado. Calcedo posee la habilidad de poder
presentar, en unas cuantas páginas, el transcurso de unas vidas, seleccionando
un momento de las mismas, aunque desdobla el tiempo narrado con esa habilidad
que hace que percibamos el antes y el después de la escena, sugiriendo, en todo
momento, los lugares por donde puede transitar la imaginación del lector.
Muchos de los cuentos de este joven narrador transcurren en unas horas, en
espacios abiertos, con pequeños desplazamientos o viajes para subrayar así la
banalidad de una existencia. También
muchos de sus personajes están solos, atrapados en una soledad indeseada, están literalmente rotos y
se percibe en ellos una condena hacia un vacío. Todo ello construido con un lenguaje conciso,
sobrio y elegante.
Hipólito G. Navarro ofrece estrategias narrativas muy
heterogéneas que se formulan inicialmente de un pequeño elemento que llevará al
relato a un crecimiento incontrolable. Quizá la mayor consideración que puede otorgarse a
la narrativa breve de Navarro sea su imprevisibilidad que lleva a sus cuentos a
terrenos donde el humor campea junto al absurdo. Su arte es una rebelión
continua frente a estructuras formales estereotipadas. La crítica ha afirmado
que su obra hasta el momento consigue la liberación de la tonalidad con que
puede entenderse el conjunto de reglas que desarrollan el planteamiento
narrativo, tanto en su eje formal como temático. Para
el narrador onubense, la realidad tiene pliegues invisibles por los que se
puede extraviar el hombre.
Martín Casariego emplea en sus
relatos una técnica compleja que debe tanto a la literatura como al cine, bien
sea por imitación como por referencia. La imitación del
cine es uno de sus más sobresalientes rasgos y técnicamente hablando describe
tanto escenas deportivas, como
emplea fábulas clásicas o incluye fragmentos de gran belleza poética. Imágenes
insólitas, juegos de palabras surrealistas, guiños y referencias a otros
autores, además de la ironía que sustenta una prosa de enorme eficacia. Sus
relatos cobran una verosimilitud final por el artificio de su lengua, por
el uso del español o una gramática
descriptiva que constata en su caso, la inteligente utilización del humor y la
exploración lingüística más aguda, donde la sonoridad, las imágenes, el color
para describir, vienen a completar toda la estructura sentimental sobre la que
se basa el mensaje de sus historias. Entre sus claves estarían la identidad y
la obsesión, como
muestras de un aprendizaje que, en muchos de los casos, le exige toda su atención
al lector.
Para Paula Izquierdo la vida
literaria aún puede resultar la insufrible búsqueda de un paraíso perdido. Esta es, además, la constatación de
algunos de los planteamientos narrativos de estos últimos años en la literatura
española. Uno de los pocos placeres que, de alguna manera, nos recompensan es
poder sentirnos al margen de nuestra propia vida, como si de un espíritu se tratara que espía
libre y desocupado sin ninguna otra cosa que hacer. La depresión, la
insatisfacción domina a sus personajes, generalmente femeninos que, en primera
o tercera persona, se autorretratan o desnudan en momentos de desequilibrio,
pero también de gracia. Paula Izquierdo consigue indagar en las percepciones de
sus personajes para ofrecer una visión del
carácter psicológico de los mismos.
José Manuel Benítez Ariza ha
señalado que escribe como si de una especie de lavado público se tratara, con
materiales autobiográficos en primera, segunda o tercera persona
convenientemente tratados para capturar las situaciones de nuestra vida, el
clima sentimental y nuestra capacidad para retener nuestros recuerdos. Sus relatos son, en cierto modo, esa
manera intensa de vivir una vida que de otra manera se perdería en el desván de
los recuerdos.
Por otro lado Juan Bonilla piensa
que contar es una manera de pensar, de construirse un mundo propio, de *no ser escrito por otros+. En sus cuentos muestra un sutil humor y una acción
trepidante. Reflexiona sobre los mecanismos de violencia y el enfrentamiento
entre la realidad y la ficción. Sus textos están repletos de homenajes
literarios, es decir, que su núcleo argumental revive, de alguna forma, el
oficio de escritor o la creación literaria. Todo ello para expresar una mirada
sobre un ambiente donde el humorismo y el drama conviven, además de dotar a sus
cuentos de una profunda reflexión sobre nuestro mundo. Sus relatos, además, son
capaces de divertirnos a la vez que hacernos pensar. Forman un conjunto
narrativo sólido, excelentemente escritos con una abundante imaginación y con un
ingenio que hacen de este autor un particular representante por su intencionado
propósito de contar historias.
Una primera obra no debería
ofrecer, aún, la perspectiva necesaria para apostar por un autor como Carlos
Peramo, pero raras veces se ofrece en literatura una intensidad narrativa como
la que exhibe este joven barcelonés en su primer libro de cuentos. Su mundo es claustrofóbico y refleja una
inusitada maldad. Sus personajes están obsesionados por el excesivo pánico que
preside sus vidas. Lo importante es que el autor se pone al servicio de sus
lectores y les ofrece todo tipo de detalles. Ironía y sarcasmo son lo mejor de
los cuentos publicados hasta el momento para quien *nada se alcanza, sin una obvia obsesión+.
Ignacio García Valiño recorre en sus cuentos
los espacios urbanos de finales de los 90, en los que se muestra el humor y las
costumbres. La crítica ha
señalado que su prosa ha renovado con humor y sutileza toda una suerte de
banalidades postmodernas que hoy nos acosan hasta la exasperación. Sus relatos
meditan sobre el amor, sobre las relaciones entre el sexo y las pasiones
amorosas, sobre la pasión, la justicia, el poder y la extrañeza, en una firme
búsqueda de la propiedad de una escritura que resulta, tanto en sus relatos
extensos como en los breves, original y repleta de sabiduría.
Félix J. Palma muestra un
mundo literario que resulta ser tan amado como odiado, pese a que diariamente
tengamos constancia de que está ahí, pero la realidad nos devuelve a otra
repleta de espejos cóncavos donde la soledad acentúa el dramatismo de nuestro
existir, de algunas situaciones asombrosas marcadas por lo irreal y lo
inesperado. Como reza en la
solapa de su primer libro, *el vértigo del absurdo, porque un hombre
es contratado para vigilar los movimientos de una salamandra; un poeta vende
los besos de su prometida para publicarse sus rimas; un oficinista contempla
atónito cómo sus infidelidades transforman el talante de su gato o un hombre
intercambia su reflejo con el de una desconocida+.
Nicolás Casariego es un autor
cuya percepción de la vida rezuma escepticismo y algo de fastidio, aunque en
ocasiones siente compasión por sus criaturas como ocurre en el cuento
seleccionado. Sus relatos,
también, ofrecen tristes destinos y las relaciones que establecen sus
personajes son frágiles y derivan hacia la incomunicación. Fluidez y amenidad
caracterizan los cuentos del primer volumen del joven Casariego, que de alguna forma retrata la
desolación de una desacralizada sociedad y esto como
una suerte de sortilegio para escapar del
vacío existencial al que se encamina nuestra humanidad.
Marta Rivera de la Cruz consigue imaginar, en
una amplia variedad de episodios, la vida y milagros de muchos de los
personajes que pululan por las páginas de sus cuentos y novelas y nos sorprende
por su capacidad de fabular e inventar las historias que pone en boca de sus
personajes que nos hablan de amores irrealizables. Característica esencial de su prosa es la agilidad
narrativa, en sus posibilidades lectoras, por las múltiples historias
integradas que se suceden unas a otras y nos sirven para recorrer toda una
variedad temática en serie de muchos de los usos y costumbres que pertenecen al
mundo de la realidad que se hacen plausibles a través del mundo de la ficción,
así lo verdadero se confunde con lo falso, la hipocresía se convierte en
fingimiento, la soledad se disipa con la búsqueda del amor, como otra reflexión
que puede desprenderse de la lectura de sus obras en las que al final termina
por no salvar a sus protagonistas.
Care Santos |
En Care Santos sobresale la
intensidad de un estilo desde sus dos primeros libros de cuentos, donde el
desamparo, el fracaso y la desolación son los motivos que reaparecen en su
narrativa. En sus relatos
se percibe el sentimiento de frustración, de soledad, de íntima necesidad de desahogo.
Contados en primera persona, sus narradores masculinos y femeninos luchan por
compartir experiencias. En todas sus historias late el sentimiento de una
incuestionable verdad, esa que nos dice que en cada experiencia humana, sea
cual sea, hay una historia digna de ser contada. El registro de Care Santos es
muy variado, su literatura hasta el momento se reparte en varios libros de
relatos, narraciones juveniles, donde la música ocupa un lugar preferente, y
dos novelas notables, perfecto muestrario de las desgracias humanas, de excesos
vitales y amores cotidianos.
Óscar Esquivias es el más
joven de los autores seleccionados. Su obra hasta el momento se haya diseminada por las revistas en las
que hasta el momento ha ido colaborando. Su relatos y sus novelas reflejan el
mundo de parejas que rompen y mienten compulsivamente a causa de las muchas
debilidades de nuestra sociedad. El cuento para él *sigue siendo una fruta jugosa
que da mucho juego para contar+.
Hay una característica común a
casi todos los autores seleccionados que no quiero dejar de apuntar, y es su
dedicación, también, a la narrativa extensa. Casi todos han probado suerte con la novela y
además su resonancia en el panorama narrativo
español es hoy muy importante. Cuento, novela corta y novela en su sentido
estricto han venido alternándose desde el siglo XVI cuando Cervantes ya
afirmaba que él era el único autor de este tipo de relatos, de clara influencia
italiana. La estrecha unión entre ambos conceptos hace que muchos de los
recursos puedan ser aplicados en ambas acepciones y de lo que sí podemos estar
seguros es de que la confusión terminológica
persistió a lo largo del siglo XVII, XVIII y aún en el XIX, cuando
algunos autores señeros calificaban sus obras de novelas cortas, cuentos,
narraciones, historietas, hasta que una vez conseguida la independencia, la
novela, la novela corta y el cuento siguieron, en algunos casos, caminos
paralelos pero radicalizando posiciones que propiciarían alejamientos mutuos,
por supuesto. Nunca hay que olvidar que la novela es un género híbrido y todos
los procedimientos narrativos y técnicos de la historia literaria española y
mundial están ya presentes en las obras de muchos de nuestros narradores y así,
este género, vuelve a convertirse una y otra vez en esa especie de cajón de
sastre donde todo cabe. Es frecuente encontrar cuentos que forman parte de
novelas o cuya técnica consiste en una composición de unidades narrativas
menores que funcionan como
relatos independientes. Es verdad que las conexiones entre relatos distintos
consisten en la repetición de esquemas, tipos de narrador, temas, escenarios y
sobre todo la aparición de unos mismos personajes o tal vez similares en
diversas obras de un mismo autor. En definitiva, entre novela y cuento no
podemos hablar de unas jerarquías que puedan separar ambos géneros; más bien
habría que indagar y justificar características que no es el caso indicar aquí.
Sí, por supuesto, constatar que muchos de los autores aquí seleccionados han
ensayado el relato extenso, esto es, la novela como
obra literaria en prosa, en la que se narran hechos total o parcialmente
imaginarios presentados como
componentes de una unidad, según definición clasicista.
Los cuentos, como ha escrito
Eugenio Fuentes y hago mía esta definición porque es hermosa, son como frutos
de un bosque por el que uno se pierde con toda facilidad, un espacio lleno de
sorpresas que por corazón tienen a un pez que pugna por escaparse de nuestras
manos. Pero sobre todo
permiten experimentar, indagar nuevos territorios narrativos con mucha
flexibilidad. En un relato se determina lo significativo, aquello que se cuenta
sobre una base estricta y en la medida de lo necesario, de lo imprescindible,
esa condensación que actúa siempre en favor de la intensidad, como elementos
sustanciales de un género que Ccomo afirmaba CortázarC*todo debe conducir a una especie de
fabulosa apertura de lo pequeño hacia lo más grande+. Finalmente el cuento esCsegún Antonio PereiraC*el resultado de saber una buena historia y saber contarla con la
intensidad y brevedad necesarias+. Los relatos aquí reunidos tienen mucho
que ver con esta afirmación porque todos y cada uno de ellos se concretan en
esa sabia mezcla de equilibrio que se produce entre la precisión y la vaguedad.
La presente edición reproduce,
íntegramente, la mexicana de Grupo Editorial Eón/ Universidad de Veracruz y el Instituto
Veracruzano de Cultura, y sólo se actualizan las fichas bibliográficas de los
autores porque, inquietos como son, no han dejado de estar presentes en el
panorama narrativo español tras el tiempo transcurrido. Esto es algo que confirma esa sólida
condición literaria que los caracteriza, como
afirmo en la introducción. Bueno es que estos cuentos se muestren ahora en los
escaparates de nuestras librerías y corran su suerte entre los lectores
españoles. No me arrepiento de nada de lo que digo sobre ellos, es más, quizá
me haya quedado corto, aunque tal vez esas otras maravillas deban decirlo otros
por mí. La suerte del cuento o del relato sigue siendo incierta aunque, para suerte de
algunos, las colecciones se suceden cada
vez más y los devotos del
mismo, me temo, y pese a reticencias de editores y de empresas editoriales,
aumentan en porcentajes que se podrían considerar bastante significativos para
los tiempos que corren.
* Prólogo-Introducción de la
antología, Lo que cuentan los cuentos; México, Eón, 2001.
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