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IMPUNE
VERDAD
Quién contemple la nueva novela de Javier
Marías (Madrid, 1951), Los enamoramientos (2011), se detenga en alguna
de sus primeras páginas, e intente descubrir en ella una reflexión profunda
sobre el concepto del amor, o ese estado previo, considerado como harto
positivo y jubiloso, y aun mejor período felicísimo que salvaría muchas de
nuestras injustificadas acciones, se encontrará con un relato muy distinto puesto
que se habla sobre la horrible fuerza que causan ciertos hechos externos y la
inconveniencia que provocan los mismos. Y, teóricamente, un texto mucho más
reflexivo porque, paradójicamente, esta es una novela que comienza relatando
una absurda muerte, o mejor expresado, el burdo asesinato de un productor de
cine a manos de un gorrilla, un indigente de quien apenas sabemos puede ser un
trastornado mental. En una amplia segunda parte, contada en primera persona por
María Dolz, narradora y protagonista, se responderá a ese complejo proceso que
supone el enamoramiento, cuando tras el suceso, Dolz, una vez que conoce el
asesinado a través de una noticia de prensa, visite a Luisa, viuda de Miguel
Desvern, en su propia casa, por afinidad y una profunda admiración y simpatía
hacia la pareja, con quienes coincidía, de forma anónima, cada mañana en un
restaurante durante el desayuno. Será en esta casa donde conozca a un tal
Javier Díaz-Varela, amigo íntimo de los Devern. Surge tras el encuentro, el
primer caso de enamoramiento, porque María se sentirá deslumbrada por tan
original personaje. El novelista ensaya
a lo largo de las siguientes páginas, y como es habitual en su prosa, toda una
teoría de ese estado de ánimo, incluso se permite calificarlo de hechizo o de
contaminación, aspectos que de alguna manera justificarían en que centramos
nuestras energías, en esas cuestiones que afectan a una realidad de la que
pronto abjuramos temporalmente, hasta convertirnos en títeres de un inmenso
escenario.
La novela inicia desde este momento una
vuelta de tuerca porque Marías teoriza sobre una ficción que justificaría el
título mismo, es decir, da voz al personaje de Díaz-Valera, enamorado a su vez
hasta la locura misma de Luisa, viuda fiel al recuerdo del marido asesinado. María
se derrumba y acepta la situación, admite su propia debilidad para seguir
luchando, aunque muy pronto le asaltarán dudas cuando averigua que Javier Díaz
sabe más de la muerte de su amigo que muchas de las explicaciones dadas en sus
íntimas y reflexivas conversaciones con él. Marías dota a su relato de cierta
intriga y suspense que se convierte así en una historia de éticas diversas,
habituales en toda la prosa narrativa del madrileño: crítica a la industria del
libro, esbozo de editores sin imaginación alguna, disección de autores
engreídos, y sobre todo su firme propensión a sustentar todo el relato bajo el
poder de la palabra, como si a la vista del conjunto se tratara de un ejercicio
lúdico o para que inmersos en un mundo harto discutible podamos, al menos,
servirnos de la ficción para conllevarlo.
LOS
ENAMORAMIENTOS
Javier
Marías
Madrid,
Alfaguara, 2011
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