LA MARCHA DE LAS
ANTORCHAS
IX
En las horas de íntimo recogimiento, en
esas horas de suavidad y de encanto, en las cuales mi cámara de poeta se viste
de fiesta y se engalana con las flores más ricas del ensueño, para recibir
dignamente a la ilusión fastuosa y alucinante de tu recuerdo, con el fervor de
un lapidario antiguo, he cincelado estas joyas nupciales, capaces, por la
pureza de su oro y la maravillosa claridad de sus gemas, de acompañar las
danzas de Belkis, la amada morena de Salomón.
Mientras humean en los pebeteros de plata
las fragantes y perversas lujurias del Oriente, y la crueldad divina del Amor
solloza en las guzlas y suspira en las flautas, yo he realizado el milagro de
trasmutar todas las ansias de mi cuerpo y todas los anhelos de mi alma en
fabulosas floraciones de rubíes, esmeraldas, zafiros, amatistas, topacios y
crisoberilos, para bordar de refulgentes constelaciones la quimera zodiacal de
tu manto.
Al sentir sobre tu piel de nardo, sensibilizada
hasta la hiperestesia por el deseo exasperado, la mordedura fría y corrosiva de
las joyas, y en tus brazos, en tu cuello y en tus muslos, el serpentear
metálico y sonoro de los brazaletes, los collares y las ajorcas, piensa que son
mis labios, mis dientes y mis brazos —toda mi carne y todo mi espíritu— que se
enroscan en ti, y te besan y te oprimen y te muerden, en la lujuria infinita
de este amor que tiene la destructora voracidad de las llamas.
En un rico cofrecillo de sándalo con arabescos
de marfil y nácar, un esclavo nubio, desnudo y bello como una estatua de basalto,
custodia —hasta tu alcázar de leyenda— sobre un dromedario, el presente que mi
amor te envía desde las más remotas Arabias del ensueño.
Cuando en la soledad gris y monótona de
tu prisión hiles en la rueca de la esperanza el lino de tus quimeras, y en tus
labios, sedientos de besos, florezcan las divinas estrofas de la balada
germánica:
Hubo en Thule cierto rey
que a su amada fue constante
hasta el día en que murió.. .
El relampaguear insólito de estas joyas
te hará palidecer de rubor, y llevarte, de súbito, las manos a la castidad de
los senos, cual si de repente te sorprendiesen desnuda, en la transparencia del
baño, las miradas violadoras y voraces de todos los sátiros del Deseo...
Y las dulces y suaves notas de la balada
se romperán en tus labios en un temblor de besos y en una agonía interminable
de suspiros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario