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MUÑOZ MOLINA O LA RECONSTRUCCIÓN DE
LA HISTORIA
En
aquella lejana década de finales de los sesenta, en la madrugada del 20 de
julio de 1969, quizá varios millones de adolescentes en todo el mundo mirábamos
expectantes, en los televisores de la época, las imágenes difusas en blanco y
negro que nos mostraban cómo el módulo lunar Eagle, pilotado por los
astronautas Armstrong y Aldrin, miembros de la misión espacial Apolo XI,
alunizaba en el Mar de la
Tranquilidad, mientras un tercer tripulante, Collins,
aguardaba el acontecimiento dentro del módulo de mando, en la órbita lunar.
La
nueva novela de Antonio
Muñoz Molina (Úbeda, 1956), entonces un adolescente de trece
años, arranca tres días antes del primer viaje tripulado a la luna y desarrolla
la totalidad de su acción en breves secuencias paralelas al acontecimiento
histórico. En realidad, El viento de la luna (Seix Barral, 2006), es un relato
narrado con un ritmo tan perfecto como pausado que le permite al autor
rememorar, durante un breve espacio de tiempo, la vida del joven protagonista,
en una evidente evocación autobiográfica, con abundantes recuerdos familiares y
esa importante cadena vital que va del pasado infantil al adolescente e incluso
algunos de los hechos narrados se convierten en un retrato de la época, aunque
por encima de todo se pretende volver a
uno de sus mundos literarios más definidos, la mítica Mágina, recobrada
ahora si cabe con la fuerza estática de las impresiones que provocan en su
joven protagonista las lecturas, el cine, el colegio religioso, estampas de una
España trasnochada y costumbrista tan cercana a quienes vivimos la época,
relato que nos recuerda sus anteriores obras Beatus Ille (Seix Barral, 1986) o
El jinete polaco (Planeta, 1991), la ciudad en el Sur de España, cerca de su
lugar de nacimiento, como punto geográfico y mental del protagonista.
Muñoz
Molina regresa al pasado de una forma mucho más amable aunque su relato no esté
exento de cierta actitud crítica y cuente las diferencias entre los dos mundos
que el adolescente vivió, uno inmemorable, el de nuestra larga posguerra
franquista ya desaparecido, y otro el de esa larga agonía del dictador que,
mientras los hombres pisaban la
Luna, empezaba a abrirse a la modernidad de la vida cotidiana
incorporando algunas de las comodidades más elementales: los electrodomésticos
y la televisión. Cuenta así el narrador cómo su familia no tenía agua
corriente, vivía del campo, cosechaban la aceituna y vendían sus productos en
el mercado y, sin embargo, eran muchas sus necesidades, pero tras la mirada del
adolescente, de esa visión costumbrista de una España agónica, tan realista
como verdadera, se esconde la mirada del joven que leía a autores como Verne o
Wells, disfrutaba con las sesiones de cine y observaba cómo el mundo iba
cambiando, mientras los astronautas realizaban su hazaña, y en la anclada
Mágina, como queda dicho, las gentes que rodean al joven Muñoz Molina o su
alterego, incluida una parte de su familia, contemplan como paulatinamente se
van transformando sus vidas.
Una
doble mirada observa el curioso lector en este nuevo relato del mejor escritor
español de final de siglo, esa sutil forma autobiográfica de desplazarse por un
pasado que bien pudo concretarse en la soledad del adolescente y en esa otra
visión que nos lega el relato, el momento en que la Humanidad logra dar su
mayor salto al futuro y le proporcionará al mundo su capacidad para abrirse sin
excusa a la modernidad de un siglo XXI.
Así
me rondan los fantasmas, escribe Muñoz Molina, y aunque estaba tan lejos han
sabido encontrarme, muchos años después, fruto todo ello de esa memoria que
cubre una de las etapas más importantes de nuestra vida: el despertar a la
sexualidad, la incomprensión de los mayores, la rebeldía ante el mundo, la
cruel soledad del adolescente o esa necesidad de afianzarse, de alguna manera,
en un yo muy subjetivo frente al miedo de la realidad más inmediata.
EL VIENTO DE LA LUNA; Antonio Muñoz Molina
Barcelona, Seix-Barral, 2006
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