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EL POETA FRANCISCO PERALTO: PALABRA,
ESENCIA, TIEMPO
En las
palabras preliminares al volumen que el grupo literario español Batarro
hemos dedicado al poeta Francisco Peralto, escribía acerca de ese concepto que
otorga «la dignidad de la poesía» porque siempre he pensado que cuando abrimos
un libro de versos nos adentramos en un mundo simbólico o en ese espacio donde
no importa tanto lo que se dice como el significado de cuanto se dice. De ese
modo he llegado a creer que la poesía es, en muchos sentidos, un método de
defensa, una forma de liberación o incluso una fuga constante. Estas
afirmaciones, sentencias o, tal vez, juicios de valor, vendrían a justificar,
por mérito propio, un libro, dos, incluso varios, pero verifican, aún más, el
conjunto de una obra completa, puesto que así trataríamos de vindicar toda una
vida dedicada a la labor poética. Y esto porque, entre otros motivos, cuando se
leen los versos que durante décadas alguien ha ido publicando, se descubre en
ellos una excelente muestra de esa
verdadera metamorfosis que llega a determinar toda una existencia.
Las
pretensiones de la revista literaria almeriense, Batarro, aún siendo modestas, han
querido, sobre todo en la última década y en sus últimos números, significar
tanto de un modo literario como humano a algunos de los mejores poetas,
narradores, ensayistas o escritores en suma con más enjundia del panorama
literario contemporáneo. El esfuerzo más digno puede cuantificarse, sobre todo,
en el terreno de la lírica; así al monográfico dedicado al poeta San Juan de la Cruz (1991), han seguido al
oriolano Miguel Hernández (1992), el gaditano Ángel García López (1996) y,
posteriormente, a los almerienses Julio
Alfredo Egea (1999) y Diego Granados (2000). Estos son algunos ejemplos de los
nombres que componen, hasta el momento, ese vasto panorama lírico de la segunda
mitad del pasado siglo XX. A estos seguirán, con suerte, otros poetas que no
necesitarán una justificación o una suerte de presentación y que formarán parte
de la familia literaria de una revista que se tilda, sobre todo, de veraz,
libre e independiente de modos y de modas, y que durante años ha sabido
alardear, precisamente, de adjetivos tan hermosos.
Ahora, con
Palabra, esencia, tiempo (2003), el último monográfico de la revista, se
suma a nuestra nómina la vida y la obra del poeta Francisco Peralto (Málaga,
1942), nombre y hombre significativo en la poesía andaluza y española desde que
hiciera su irrupción en el mundo de la
escritura y aún más en el terreno de lo poético. Testigo de esas
transformaciones que, con una profunda mirada, le han llevado a reinventar, una
y otra vez, su propia escritura, Peralto ha sido durante años maestro impresor,
animador literario en su patria chica, editor de no pocos escritores de
renombre nacional e internacional, pero sobre todo ha sido un poeta en el
amplio sentido de la palabra y en las más variadas de sus facetas. Su poesía ha
transitado por todos los estilos y escuelas que desde la década de los sesenta
se han ido sucediendo en el panorama poético español: ha resultado ser
original, diferente y experimental. Lector incansable, ha buceado en el
magisterio de nuestros grandes poetas, ha admirado los más significativos
nombres de la lírica mundial y ha explorado con su poesía los más diversos
rincones de la expresión lírica. Su faceta última más significativa, la de
poeta experimental, pone de manifiesto el expresionismo visual de formas tan
variadas como plásticas. La crítica ha resaltado de su obra el «valor de
cualidades propias, no miméticas, ni clásicas, ni tradicionales, se trata de
una escritura con vocación de riesgo que responde a los planteamientos de
autenticidad y coherencia que se presuponen en relación con la escritura y su
concepción en el mundo».
Francisco
Peralto Vicario nace en la ciudad de Málaga (España), en la primavera de 1942.
Fue la suya, según expresión propia, una infancia feliz en el marco de una
familia de clase obrera, condición social que le llevaría a ejercer de aprendiz
muy pronto en arte del dibujo e ingresar en la Institución Sindical
de Formación Profesional de Málaga para, hacia 1955, cursar estudios de Artes
Gráficas y poco más tarde interesarse por el mundo de la encuadernación. En
1959 obtuvo varios premios en la Escuela Nacional de Artes Gráficas. Pasó por
varios talleres de impresión y encuadernado hasta que poco después de
incorporarse a la vida civil, tras su paso por el Regimiento de Infantería
Aragón, de Málaga, logra concursar al Cuerpo de Correos y consigue una plaza de
cartero urbano. En 1970 funda, con su
hermano Juan, la que sería la obra de su vida, la imprenta Grafiper, desde
donde ha lanzado sus innumerables colecciones bajo el sello de la editorial Corona
del Sur. En 1975 publica Antología de la poesía malagueña
contemporánea e inicia así toda un labor ejemplar en el mundo de la poesía
andaluza, añadiendo títulos y más títulos propios que han engrosado su obra
hasta la actualidad. Durante este tiempo ha publicado casi un centenar de
títulos propios, además de conferencias, artículos en prensa y lecturas
poéticas por la geografía nacional. En 1989 recibió el «Homenaje Bahía Poesía
del Sur, que concedía la
Mancomunidad de Municipios del Campo de Gibraltar, en
Algeciras. El profesor Antonio Aguilar autor de Del paraíso a la palabra.
Poetas malagueños del último siglo (1952-2002), (2003), una amplia
antología, ha recogido al poeta, cuya obra—según palabras del antólogo—«oscila
entre el lirismo y la naturalidad expresiva, el poema convencional y las
incursiones neovanguardistas».
En 1992 el
poeta Francisco Ruiz Noguera realizaba un pormenorizado estudio de la obra de Francisco Peralto y establecía, de algún
modo, una serie de ciclos en su obra poética: un primero de poco menos de diez
años, concebido bajo el título Ritual (1968-1977); en realidad, el
exponente de sus planteamientos sociales y existenciales cuyo desarrollo
temático quedaría establecido en la bipolaridad: vida-muerte. Tres libros
componen el segundo ciclo establecido por el crítico malagueño que incluye Ritual
(1982), Didascalia (1984) y Ex Verbis (1990): una clara voluntad
de estilo se percibe en estos poemarios enriquecidos con recursos como la
paronomasia, la similicadencia o la aliteración que logran un cierto
impresionismo expresivo y una singular expresividad surrealista que, pese a
novedades, no le permiten abandonar la actitud crítica. La década de los 90
estará marcada, sobre todo, por el poemario Auto de fe (1999). «En unas
líneas preliminares de este libro—señala Jesús Martínez Gómez— que
el propio poeta reconoce el valor de compromiso, en el más amplio sentido del
término de estos poemas. Aparecen, por tanto, temas recurrentes en la poesía
del autor y que están relacionados con la injusticia, la preocupación religiosa
o metafísica, la incomunicación, la inquietud por el momento político que vive
nuestro país y las tensiones que se derivan de él, el desamparo frente a lo
cotidiano, el afán renovador o balsámico de la infancia, la necesidad creativa
como única vía superadora del dolor de estar y sentirse profundamente vivo, la
alegría contenida en versos espumosos de ciega esperanza en el mañana, el poder
devastador del tiempo que todo lo vence y convierte en relativo, etc». Y
finalmente la poesía visual, experimental, ideográfica, que ha estado siempre
presente en la poética de Peralto desde sus primeros libros, El nudo de la
sierpe (1979), form-A(B-C)dario (1982), Fantasía mail art en
homenaje a Ninfeas y Almas de violeta de Juan Ramón Jiménez en el centenario de
su publicación (2000), Apología del periodismo en libertad y epítome del
papel prensa (2001) o El Manuscrito del salón de la Audiencia Real
(2002).
Palabra, esencia, tiempo, números
41, 42 y 43, de la revista Batarro, se concreta en el homenaje que la
revista almeriense tributa al poeta malagueño en ese afán por mostrar los
numerosos interrogantes, proyectos o propuestas que aún quedan por esperar de
Francisco Peralto y que, en gran medida, contribuyen a aproximar la obra de un
autor que une a su poesía la conciencia de ser un hombre de su tiempo, juez
infalible que logra romper el silencio con cada uno de sus versos, con cada uno
de sus libros, con cada apuesta visual con que sacude nuestra sensibilidad y
nos conduzca a esa necesidad estética tan necesaria con que acometemos el siglo
que ahora comienza. Una amplia selección de su obra, semblanzas de amigos como
Pedro Felipe S. Granados y José Antonio Sáez, un homenaje poético al autor que
dedican autores como Rafael Pérez Estrada, Carlos Benítez Villodres, Antonio García Velasco,
Diego Granados, Francisco Ruiz Noguera, Ángela Serna o Jaime Siles, estudios de
Jesús Martínez
Gómez, Antonio Moreno Ayora, una amplia entrevista que repasa buena parte de su
vida y su obra, además de una cronología puesta al día que se completa con una
amplia bibliografía divida en tantas facetas como el autor malagueño ha
aportado a la lírica contemporánea, antologías, exposiciones de poesía visual,
monográficos, además de las centenares de reseñas y artículos publicados sobre
el malagueño por la geografía andaluza, nacional e internacional, cierran un
volumen de 256 páginas, profusamente ilustrado por el pintor almeriense Pepe
Bernal que ha realizado una serie de dibujos para la ocasión, de una
plasticidad extraordinaria y que, junto a los collages del propio Francisco
Peralto, otorgan al número la singularidad de coleccionista con que ha sido
proyectado.
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