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ACASO
UNA MENTIRA
Todos los héroes de las novelas del
escritor español Juan José Millás (Valencia, 1946) coinciden, más o menos, con
la época descrita en sus textos y, de una manera generalizada, se puede pensar
que cuanto acontece en sus historias se refiere a los hechos cotidianos de su
generación porque el problema fundamental para él y el de sus personajes sigue
siendo el curso de esas distintas etapas de la vida y la evolución general de
la misma o acaso de la sociedad y, aún más, una y otra varían no solo por las
circunstancias externas sino por la posibilidades de solución que uno mismo
tiene. Por otra parte, Millás siempre sugiere en sus relatos la imagen del
«doble», ese otro yo que cobra su significado en la dualidad misma del
personaje para, a partir de esa
condición, desarrollar su historia con un mínimo argumento; o la relación
triangular ensayada, en la que dos hombres se complementan, el narrador teoriza
en torno a la temática del abandono y de la soledad, y se subraya el escaso
contacto que mantienen sus personajes con esta. Baste recordar algunos de los
argumentos de sus primeras novelas, como por ejemplo, el hijo adolescente de
una familia perseguida descubre el cadáver de su hermano demente encerrado en
una armario, con la boca taponada por algodones impregnados de agua de colonia
que la madre ha puesto para que el olor a la putrefacción no se note, esto
puede leerse en Cerbero son las sombras (1975); un malhechor obsesivo,
perseguido por la policía, deambula por las calles de la ciudad, hasta que se
refugia en el cuarto de calderas de un inmueble donde vive su mujer, Visión
del ahogado (1977); un solitario agoniza entre un intermitente repaso al
ayer, mientras sueña con matar a su madre y hermana, El jardín vacío
(1981); un escritor fracasado envía a un amigo periodista el manuscrito de una
novela en la que, adoptando el papel como narrador, cuenta las complicaciones
ocasionadas por su propia muerte, Papel mojado (1983); o un resentido
funcionario ministerial es reclutado por una organización terrorista para
convertirlo en lego de una orden religiosa, Letra muerta (1984), todos
argumentos que en la narrativa de Millás se concretan en una única cualidad, la
extrañeza.
En Laura y Julio (2006), nombres
que nos recuerdan a una anterior entrega, El desorden de tu nombre
(1988), cuenta una vez más el repetido juego de un trío sentimental en el que
las posibilidades del diálogo a una sola voz ofrece lo mejor de la novela
puesto que, Julio, el protagonista indiscutible, un decorador cinematográfico
que de alguna manera vive una realidad fingida, es pareja desde hace años de
Laura, una masajista, quien a su vez, tras una relación amorosa en declive,
tendrá una aventura extramatrimonial con Manuel, un extraño vecino, escritor
que nunca escribe, pero que un día tiene un accidente y queda en un coma
irreversible, desaparece como personaje y al mismo tiempo desencadenará la
historia a narrar. En realidad, el suceso se convierte en el detonante para
ofrecer una mirada caleidoscópica sobre la realidad y todo el absurdo que nos
envuelve, sobre todo para Julio quien se entera demasiado tarde que su
matrimonio ha fracasado y cuando averigua que, en buena parte, la culpa la
tiene su amigo moribundo decide actuar: se muda en secreto a su piso, viste su
ropa, adquiere sus costumbres, incluso pretende usurpar ese otro yo que le
ofrezca una mirada distinta del mundo y de su relación con Julia. A medida que
avanza la novela, perfectamente, estructurada en ese complejo mundo en el que
bien se mueve Millás, lo extraño y lo lucido, su personaje modelará una nueva
forma de vida en la que, incluso, se le ofrece la posibilidad de adquirir una
nueva familia en la figura de su hermanastra y la hija de esta, es decir,
convertir una suerte de impostura en una realidad, en la que la relación con la
niña de seis años, es lo mejor de este episodio porque de alguna forma afirma
esa voluntad suya de manifestarse ante la vida de una forma diferente.
Juan
José Millás, LAURA Y JULIO
Barcelona,
Seix-Barral, 2006
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