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PARÁBOLA
SOBRE LA GUERRA
En cada temporada, las novedades
literarias, raramente ofrecen la posibilidad de poder reconciliarnos de una
forma personal con la lectura o con esa Literatura que se escribe con mayúscula,
cuantificada por su calaje y envergadura de miras, aunque esta insista en esos
temas, tan traídos y llevados, calificados como universales y a los que nada ni
nadie puede añadir algo más. Pero la Literatura en esa suerte de tratado académico que
propone la expresión, el conjunto o teoría de las composiciones literarias,
resulta que, para suerte de muchos, algunos de esos escritores, los llamados de
raza, insisten en su poder de convocatoria y nos invitan a una lectura cómplice
sobre comportamientos sociales o preocupaciones humanas, sobre ese deseo o
aspiración del hombre: discernir acerca de la verdad o de la mentira, teorizar
sobre la vida o la muerte o sobre las diferencias marcadas por la distancia del
tiempo, en resumen temas y aspectos cuya bibliografía sería tan prolijo de
enumerar que nunca acabaríamos. Ha ocurrido, por ejemplo, con la Guerra Civil
Española, con acertadas muestras recientes como la de Antonio Enrique y su Santuario
del odio (2006) o con la
Segunda Guerra Mundial y el auge del nazismo en Europa y, si
hace unos meses nos conmovía el relato de la judía gaseada en Auschwitz, Irène
Nemirovsky, Suite francesa (2005), ahora es un narrador español Ricardo
Menénez Salmón (Gijón, Asturias, 1971) quien se atreve con una especie de
cosmovisión del nazismo a reflexionar en La ofensa (2007) sobre la
grandeza y la miseria del ser humano.
El escritor asturiano que, pese a tener
un par de libros de relatos Los desposeídos (1997) y Los caballos
azules (2005), las novelas La filosofía en invierno (1999), Panóptico
(2001), Los arrebatados (2003) y La noche más feroz (2006), una
obra de teatro Las apologías de Sócrates (1999) y algunos premios como
el Casino de Mieres o el Premio Juan Rulfo de relatos, sigue siendo un
desconocido o un escritor minoritario, plantea contar en una novela corta, de
apenas 140 páginas, la experiencia personal más radical que ha mostrado la Humanidad, es decir, la
historia de un anónimo joven alemán, Kurt Crüwell, hijo de un sastre, que es
reclutado a filas y debe dejar, en la pequeña ciudad de Bielefeld, a su familia
y a su novia judía, cuya suerte, como se describe en apenas un par de líneas,
correrá paralela a la de los seis millones exterminados por la ira del partido
nacional socialista. Kurt desconoce, en un principio, todo lo relacionado a un
ambiente militar o bélico y si inicialmente acepta los valores del ejército en
el que sirve muy pronto comprenderá que estos forman parte del horror y de la
miseria.
Las tres partes que componen el libro
están perfectamente equilibradas porque en «La bestia rubia» sorprende el
cuidado, la humildad y la precisión con que se cuentan las escenas familiares,
las posteriores vivencias del soldado y aquellas otras, magistralmente
expuestas, que llevarán a darle un giro a su actitud militar y a su propia
vida. El estilo literario de Menéndez Salmón es tan depurado que ha realizado
casi un reportaje periodístico tan aséptico como eficaz para situarnos en un
relato del que, con toda seguridad, desconocemos su desenlace y más que una
sucesión de escenas bélicas al uso, el narrador quiebra su historia y nos lleva
a una narración muy distinta que se completará en las últimas páginas del
libro. En «Una educación sentimental», la segunda parte del libro, internado
Kurt en un sanatorio, conoceremos a Ermelinde y la razón misma de esa actitud
ante vida por la que la joven pretende devolverle la sensibilidad al soldado
internado en Notre Dame de Rocamadour, esa segunda oportunidad, una vez que uno
ha conocido el horror de la guerra y sus consecuencias; y la tercera, «Esta
lágrima contiene un mundo» situada en Londres, donde nuestro personaje vive con
una falsa identidad, se convierte en el contrapunto de toda la historia porque,
de alguna manera, supone una angustiosa vuelta al origen de todo, representada
en esa hermosa imagen que es lágrima, vertida por toda la humanidad, pero
deglutida con toda impunidad por el Hauptsturmführer Löwitsch, cuando en las
dos últimas líneas afirma, con toda solemnidad, que Der Schneider ist tot.
La ofensa es una novela de imágenes,
donde lo irracional forma parte de ese sentido animal que tiene el ser humano,
pero también es una metáfora que afirma que el corazón humano solo se ensancha
con ese cuchillo que lo desgarra y el dolor es la dignidad de la desgracia.
Ricardo
Ménendez Salmón, La ofensa; Barcelona, Seix-Barral, 2007; 142 págs.
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