Diego Miguel Gómez Rosell*
Pedro Martínez Domene
necesita muy poca presentación, hombre reconocido por su ingente labor docente
y su profunda dedicación a la profesión, a la crítica literaria y a la
literatura con mayúsculas…
Es colaborador
habitual en numerosas publicaciones literarias especializadas en España y en
otros países, donde ejerce la crítica literaria desde hace muchos años, tiene blog
propio, escribe en suplementos literarios, ha participado como miembro del
jurado en importantes premios literarios, ha hecho y sigue haciendo colaboraciones
en diversos medios en papel y digitales, participa en entrevistas y coloquios
con autores, coordina el club de lectura de Huércal-Overa conjuntamente con el
que les habla, ha participado además en numerosos encuentros con autores,
presentaciones de autores, en talleres de creación literaria y en un sinfín de
actos, todos ellos ligados a la lectura y a la literatura.
Pedro, a pesar
de ser un hombre aún bastante joven, lleva colaborando asiduamente en
suplementos literarios desde hace más de 30 años, que se dice pronto.
En algún sitio
he leído en palabras textuales suyas que “se siente enfermo de la
literatura”. Y es cierto, leer es una
auténtica pasión para Pedro. De hecho creo que a lo largo de mi vida jamás
pensé encontrarme con una persona tan apasionada por la literatura como el
autor aquí presente.
Ha participado
en numerosas antologías de narrativa contemporánea, ha realizado bastantes
ensayos y por supuesto ha compuesto obras de ficción para jóvenes, que no voy a
pasar a enumerar ahora (dado que todo el mundo las conoce), y hoy presentamos
su primera novela para adultos, ésta que hoy tengo en mis manos: “El secreto de
las beguinas”.
El beguinato
belga tuvo su origen alrededor del siglo XII como un movimiento religioso
femenino autónomo. En época de las cruzadas, muchos hombres dejaban allí a sus
mujeres como refugio seguro.
Ser mujer en la
Edad Media no era nada fácil y la Iglesia, representada por la Santa Inquisición, siempre andaba
por ahí velando por el buen comportamiento de nuestras almas, muy especialmente
si se trataba de mujeres.
Fray Giordano
(personaje del libro) nos dice: “Aquellas endemoniadas, como había sido
demostrado, sólo salvarían el alma purificándose en el fuego de una hoguera”.
La Santa Inquisición,
según ha reconocido Pedro en alguna entrevista, es uno de los temas que le “obsesionan”
a la hora de escribir, y le viene como anillo al dedo para denunciar las
injusticias y crueldades de algunos clérigos, que practicaban atrocidades en
nombre de la Santa Madre
Iglesia.
Un joven
historiador llama a su hermano a altas horas de la madrugada para contarle que
está estudiando algunos detalles del beguinato de Wijngaard en Brujas (Bélgica),
y como la documentación está en alemán antiguo, es por ello que reclama la
ayuda de su hermano, también investigador e historiador.
Le comunica
que tiene en sus manos detalles que atestiguan la fecha del beguinato flamenco
de Brujas, de finales del siglo XII, con planos muy antiguos de la época. Eso
despertará su curiosidad y a partir de ahí, juntos, se ponen a indagar en las
razones que motivaron el Auto de Fe dictado por la Inquisición contra un
beaterio de beguinas en Brujas, a comienzos del siglo XVII.
Brujas en
aquella época estaba bajo el dominio español. Los Tercios españoles de Flandes
habían cercado la ciudad de Ostende y los ánimos de las gentes de los Países
Bajos estaban muy alterados, pues el asedio duraba ya muchos meses.
El punto de inicio de la novela es la entrega misteriosa
de una dama por parte de su marido en el beguinato. A él van a parar heridos de
guerra, donde eran bien atendidos por las beguinas, motivo por el cual la Inquisición tenía
especial interés en acabar con dichas instituciones, que les resultaban
especialmente molestas.
En el
beguinato al parecer se realizaban prácticas poco ortodoxas por parte de las
beguinas, comandadas por la Gran Dama.
La novela se
estructura en tres partes que discurren de forma paralela a lo largo del texto.
Por un lado, el juicio de la
Inquisición; por otro, la investigación moderna de los hechos
llevada a cabo por los jóvenes historiadores, no exenta de misterio; y por otro
lado, la vida de las beguinas.
Se describe perfectamente en la novela cómo vivían en la
Edad Media esas mujeres, sus celdas, sus
tareas y el entorno sociopolítico que las envolvía.
No muy lejos
de la animada Plaza del Mercado de la ciudad de Brujas, el ritmo se ralentiza
para adaptarse a la serenidad que destila el Begijnhof, un beaterio superviviente
del siglo XIII y máximo exponente de las antiguas casas de retiro medievales
que aún conservan la mayoría de las ciudades flamencas. Las beguinas eran
religiosas sin votos, viudas o solteras que optaban por llevar una vida
piadosa, y centradas en hacer obras de caridad y en el cuidado de pobres y
enfermos, pero conservando su independencia. Rechazaban la clausura,
trabajaban, gozaban de total libertad y vivían con sus familias.
No tenían, sin embargo, votos de pobreza, y, de hecho, las mujeres a menudo provenían de familias acomodadas, ganándose la vida mediante sus labores textiles o gracias a benefactores que pagaban para que rezaran por ellos. Las beguinas fueron un movimiento religioso femenino autónomo, lo cual les convierte en una rareza dentro de la estructura religiosa medieval. Aparecieron en Flandes en el siglo XIII, se dice que debido al desequilibrio de sexos que provocaron las Cruzadas: muchos hombres embarcaron a Tierra Santa, buen número de los cuales nunca regresaron.
Sencillamente, la población femenina se encontró con la imposibilidad matemática de que no había hombres suficientes como para desposarse con todas ellas. Con pocas posibilidades de ganarse la vida por sí mismas, un buen número de mujeres solteras volvieron sus esperanzas hacia el camino religioso.
A raíz de ello, conventos y abadías disfrutaron así de un periodo de prosperidad. Sin embargo, las estrictas reglas que imperaban en tales lugares y el hecho de que ante el número de solicitudes sólo aquellas mujeres procedentes de cierto nivel social o económico eran admitidas, hizo que muchas decidieran dar forma a su propia vida.
No tenían, sin embargo, votos de pobreza, y, de hecho, las mujeres a menudo provenían de familias acomodadas, ganándose la vida mediante sus labores textiles o gracias a benefactores que pagaban para que rezaran por ellos. Las beguinas fueron un movimiento religioso femenino autónomo, lo cual les convierte en una rareza dentro de la estructura religiosa medieval. Aparecieron en Flandes en el siglo XIII, se dice que debido al desequilibrio de sexos que provocaron las Cruzadas: muchos hombres embarcaron a Tierra Santa, buen número de los cuales nunca regresaron.
Sencillamente, la población femenina se encontró con la imposibilidad matemática de que no había hombres suficientes como para desposarse con todas ellas. Con pocas posibilidades de ganarse la vida por sí mismas, un buen número de mujeres solteras volvieron sus esperanzas hacia el camino religioso.
A raíz de ello, conventos y abadías disfrutaron así de un periodo de prosperidad. Sin embargo, las estrictas reglas que imperaban en tales lugares y el hecho de que ante el número de solicitudes sólo aquellas mujeres procedentes de cierto nivel social o económico eran admitidas, hizo que muchas decidieran dar forma a su propia vida.
Estas mujeres
unieron fuerzas para apoyarse mutuamente y establecieron comunidades
religiosas, constituyendo un movimiento fundamentalmente urbano, relacionado
con ciudades artesanales y mercantiles, que nunca contó con la aprobación de la
iglesia, recelosa de su autonomía.
En Brujas, el modesto jardín, la torre del palomar y las fachadas blancas, permiten adivinar cómo era la vida en estos recintos hace unos cuantos siglos. Incluso con el trajín turístico que registra la ciudad en los meses de verano actualmente, el jardín del beguinato consigue retener todavía su espíritu de retiro, aislamiento y paz espiritual.
El conjunto de los beguinatos belgas mereció su inscripción en la lista de Patrimonio de la Humanidad en 1998. Hoy en día la mayoría de ellos están habitados, si bien ya no por beguinas. Al comienzo del siglo XX había unas 1.500 beguinas en Bélgica, pero en la actualidad la orden de las beguinas ha desaparecido de manera casi total.
En Brujas, el modesto jardín, la torre del palomar y las fachadas blancas, permiten adivinar cómo era la vida en estos recintos hace unos cuantos siglos. Incluso con el trajín turístico que registra la ciudad en los meses de verano actualmente, el jardín del beguinato consigue retener todavía su espíritu de retiro, aislamiento y paz espiritual.
El conjunto de los beguinatos belgas mereció su inscripción en la lista de Patrimonio de la Humanidad en 1998. Hoy en día la mayoría de ellos están habitados, si bien ya no por beguinas. Al comienzo del siglo XX había unas 1.500 beguinas en Bélgica, pero en la actualidad la orden de las beguinas ha desaparecido de manera casi total.
Las beguinas no
eran monjas: no tomaban votos, podían volver libremente al "mundo
exterior", casarse y conservaban su patrimonio, si es que contaban con él.
En el caso de que carecieran de medios, ni pedían ni aceptaban limosnas, sino
que se mantenían realizando trabajos manuales o enseñando a los hijos de la
adinerada burguesía mercantil. No existía una autoridad que dirigiera todos los
beaterios, ni una regla fija establecida. Cada comunidad era independiente y
vivía de acuerdo con sus propias normas.
Marguerite Porete, relevante beguina francesa, fue quemada en la hoguera de París en 1310, tras un largo juicio inquisitorial. Fue condenada por la Iglesia acusada de ser un Espíritu Libre. Escribió el libro “El espejo de las almas simples”, libro de mística cristiana, centrado en el amor divino. Y uno de los motivos de terminar en la hoguera fue que se negó a retirar su libro de la circulación.
Marguerite Porete, relevante beguina francesa, fue quemada en la hoguera de París en 1310, tras un largo juicio inquisitorial. Fue condenada por la Iglesia acusada de ser un Espíritu Libre. Escribió el libro “El espejo de las almas simples”, libro de mística cristiana, centrado en el amor divino. Y uno de los motivos de terminar en la hoguera fue que se negó a retirar su libro de la circulación.
En 1311 el
papa Clemente V acusó a las beguinas de extender la herejía y fueron
perseguidas bajo los papados de Juan XXII, Urbano V y Gregorio XI. Consiguieron
la rehabilitación en el siglo XV, pero ya nunca alcanzaron su antiguo
esplendor. Las guerras y conflictos religiosos que castigaron Europa en los
siguientes siglos vieron cómo la mayor parte de los beguinatos cerraban sus
puertas y eran disueltos.
Hoy, la mayor parte de los turistas que traspasan las puertas de los beguinatos hasta los jardines rodeados de agradables casitas, lo hacen de manera apresurada y ciega al peso histórico de esos lugares.
Hoy, la mayor parte de los turistas que traspasan las puertas de los beguinatos hasta los jardines rodeados de agradables casitas, lo hacen de manera apresurada y ciega al peso histórico de esos lugares.
Volviendo a la
novela, los dos jóvenes investigadores van atando cabos y escrutando viejos
manuscritos, sin que la narración pierda un ápice de incertidumbre y misterio.
Uno de los hermanos cree haber descubierto el secreto que
se encierra entre las paredes del beguinato de Brujas. Bajo la sumisa
apariencia de las beguinas, que se ocupan de hacer el bien, parece que existe
un pacto no escrito entre ellas, que será sin duda alguna el objeto de esta
novela.
La investigación
de los historiadores y los hechos acaecidos en el pasado van transcurriendo en
la novela de forma paralela, hasta culminar finalmente en el descubrimiento de
la trama, al final del libro.
A mi
personalmente me ha gustado mucho la historia y enganchado desde la primera
página. Una novela con base histórica, donde la realidad de la época y de los
beguinatos se mezcla coherentemente con una historia de ficción, que ha sido
relatada por el autor con maestría utilizando buenas dosis de imaginación.
Por último
quiero terminar citando unas palabras del escritor Antonio Tejedor García sobre
la obra de Pedro Martínez
Domene “El secreto de las beguinas”, que dice lo siguiente: “El secreto de las
beguinas es una novela histórica escrita con fluidez y de fácil lectura, que
nos permite conocer una época convulsa, llena de recelos históricos, de sombras
y de misterios. Una época en la que las armas y la religión marcaban la vida y
la muerte de las personas con independencia de su inocencia o culpabilidad y
que con tanta nitidez nos hace ver Pedro Martínez Domene en su libro”.
Solo me resta
decir “gracias, Pedro”, sigue así, leyendo, escribiendo y ofreciéndonos obras
literarias interesantes y de calidad como ésta que estamos presentado hoy. Me
despido ya, que aquí el verdadero protagonista hoy eres tú. Dije antes que tú
mismo decías literalmente sentirte “enfermo de literatura”. Pues bien, yo te
deseo de corazón que tu enfermedad literaria no se cure nunca.
*Es bibliotecario en Huércal Overa. Licenciado en
Filología Clásica, lleva desempeñando una fructífera labor al frente de la Biblioteca Pública
Municipal “Gabriel Espinar” durante más de treinta años, y es un animador
cultural que se proyecta en los amplios ámbitos del mundo de la cultura y del
libro.
El texto presente fue la presentación de El secreto
de las beguinas en la reciente V Feria del Libro de Pulpí (Almería).
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