LA LITERATURA DE LA DEVASTACIÓN DE
HEINRICH BÖLL EN SU CENTENARIO
El reencuentro del joven Heinrich Böll
(Colonia, 21 de diciembre, 1917- Langenbroich, 16 de julio, 1985) con una
Alemania desvastada le llevarían durante algunos años a ejercer varios oficios,
y después a cursar estudios de Germánicas en su ciudad natal. Su primera etapa
creativa corresponde a una «literatura de guerra, ruinas y el retorno a la
patria», que Böll definiría como «literatura de la devastación», se
caracterizaba porque «se escribía sobre personas que vivían entre ruinas, que
salían de la guerra, hombres y mujeres heridos en la misma medida, también los
niños», y los escritores «nos sentíamos cerca de ellos, nos identificábamos
con ellos: con los refugiados, con todas las víctimas que de algún que otro
modo habían quedado sin hogar». Böll describe la Alemania de los escombros
y de la derrota; representa el símbolo de una superación, el hombre de buena
voluntad que durante más de tres décadas y hasta su muerte en Julio de 1985,
manifestó un esfuerzo de superación, la idea de una Alemania vencida que
propendía a ser distinta. El autor alemán proyectó su particular ajuste de
cuentas desde sus primeras obras, El tren
llegó puntual (1949), ¿Dónde estabas
Adán? (1951), Y no dijo una sola
palabra (1953) y Casa sin amo
(1954), que narraban sus experiencias de guerra y de la inmediata posguerra,
hasta llegar a construir una sólida obra que sería reconocida con el Premio
Nobel en 1972.
Primeras obras
Böll describirá mejor que ningún otro
autor de lengua germana, la
Alemania de los escombros y de la derrota, y representará,
de igual manera, el mejor símbolo de una superación, el hombre de buena
voluntad que durante más de tres décadas y hasta su muerte, manifestó un
esfuerzo de superación, la idea de una Alemania vencida que propendía a ser
distinta. En esta firme apuesta proyectó su particular ajuste de cuentas desde
sus primeras obras. El tren llegó puntual
(1949), ¿Dónde estabas Adán? (1951), Y no dijo una sola palabra (1953) y Casa sin amo (1954), en las que narraba
sus experiencias de guerra y de la inmediata postguerra, hasta llegar a
construir una sólida obra reconocida con el Premio Nobel en 1972. Con la novela
El pan de los años mozos (1955) su
trayectoria narrativa iniciaba un nuevo planteamiento que arremetía contra el
conformismo de una sociedad inmersa en el «milagro económico», intransigente
con las formas de inercia espiritual: Walter Fendrich es un joven cuya vida se
desarrolla en los primeros años de la postguerra, una época repleta de egoísmo
y crueldad pero donde se vuelve a reedescubrir un período de bienestar cuando
el joven logra un puesto de electricista, trabaja doce horas diarias, duerme al
menos ocho y dedica otras cuatro a la diversión. Semejante esquema reproduce, Billar a las nueve y media (1959) que
cuenta la vida de unos personajes deshumanizados, que dan vida a unos seres de
cuerpo y alma, cuyo mensaje más íntimo reviste formas insospechadas: una
profunda visión psicológica, un escepticismo que conduce a una esperanza y una
revisión que confirma la visión de la crítica alemana, «el carácter de nuestra
época, nuestros propios rasgos, nuestros sueños y vicisitudes, aparecen ante
nuestros ojos como una invitación a reflexionar. Es una obra impregnada de madurez
y plenitud, lejos de todas las tendencias». Simboliza una de las
contradicciones de la mentalidad alemana, tejer y destejer, aunque se refiere
al resto del género humano. El arquitecto Fähmel construye la gran abadía de
Sankt Antón, el hijo la destruirá más tarde y el nieto emprende su
reconstrucción. Sobre la familia pesa un fatalismo: construyen y destruyen sin
pasión, como si fueran instrumentos del azar, su actitud no muestra ética o
estética alguna, se convierten en engranajes de un gran motor cuya fuerza no
depende de su voluntad.
A partir de los años 60 el autor iniciará
una nueva etapa caracterizada por lo que él mismo llamó «estética de lo humano»,
en favor de las libertades individuales y contra toda forma de poder o
imposición manipulada por una sociedad competitiva o alienante. Fue el inicio
del fenómeno creador Bóll: Opiniones de
un payaso (1963) se convirtió en uno de los mayores best-sellers alemanes
de toda la década. El joven protagonista de familia acomodada no aceptará los
convencionalismos de su clase y huye convirtiéndose en un payaso que triunfa
con sus representaciones satíricas. Narrada en primera persona, arremeterá
contra la burguesía, los tecnócratas, las jerarquías eclesiásticas y contra los
militares, colectivos que aplauden sus extremadas burlas. El payaso sólo sucumbirá
ante una mujer que opta por casarse con un hombre de esa floreciente burguesía
católica acomodaticia que llevará al autor a realizar el repaso de un país
reconstruido sobre ruinas materiales y morales, y donde, como antaño, la idea
de una superioridad predestinada, recordará los fantasmas de un nazismo que se
convertirá en una obsesiva constante en la obra del autor germano.
Heinrich Böll vivió el programa de
«reeducación» que acentuaría en el pueblo alemán el sentido de una
culpabilidad colectiva y ante la que tomaron posturas defensivas jóvenes autores
que constataban un nuevo orden democrático antifascista, cimentado en una
democracia cristiana, un socialismo en auge y una vocación internacionalista. La Democracia Cristiana
Alemana (CDU) incorporaría en sus programas las ideas de un socialismo
económico y revistas del prestigio de Merkur
o Frankfurter Hefte, abogarían por la
socialización de la cultura. Se considera el año 1948 como el auténtico
nacimiento de la RFA,
y se asientan las bases de una política económica que conforma la realidad
política del país. La literatura, menos sensibilizada que en los duros años de
postguerra, luchaba frente al «milagro económico alemán» y los autores que hoy
gozan de un prestigio universal, criticaban la ingente penuria política
cultural de una fuerte República Federal Alemana y surgía el conflicto entre
espíritu y poder, entre inteligencia y política que Heinrich Böll, Günter Grass
y Martin Walser o los filósofos, Max Horkheimer y Theodor W. Adorno censuraron
hasta llegar a una específica relación con una realidad política que aun hoy se
percibe en la literatura contemporánea.
Con el término Trümmerliteratur
(literatura de rumores) se designó a la nueva literatura de posguerra, y se
otorgaba carácter a una realidad de escombros y ruinas, no sólo de ciudades y
casas, sino de ideales y de esperanzas. Las novelas publicadas serán un remedo
de esa línea tradicional escrita antes de 1933, con títulos como, El bosque de los muertos (1945), de
Ernst Wiecheert, El sello imborrable
(1946), de Elisabeth Langgásser, o La
ciudad al otro lado del río (1947), de Hermann Kasak, y como escribía Böll
porque entonces, «era increíblemente difícil después de 1945, escribir en
prosa, aunque solo fuera una página», y las causas estaban en la herencia de
los doce años de fascismo, y «la joven generación malgastaba la mayor parte de
sus energías en rellenar el vacío ocasionado por la política del lenguaje del
III Reich». El distanciamiento de la primera literatura de posguerra, de estos
acontecimientos sociales y la impulsión del Grupo 47, significaron para la
prosa encontrarse con una variedad de asuntos externos, a planteamientos
estilísticos nuevos, volver su mirada al resto del mundo, o a un mejor
conocimiento de temas y problemas del pasado y del presente. Nuevos nombres
surgen en el panorama narrativo, Siegfried Lenz, Martin Walter, Max Frisch y el
propio Heinrich Bóll que compaginó pasado y presente con su novela más
significativa, Billar las nueve y media
(1959), de compleja trama, calificada de «sencilla y de lenguaje simplificado»,
los recuerdos se actualizan a través del monólogo interior y externo, se
entrecruzan y entremezclan temporalmente, a través de múltiples símbolos,
asociaciones y citas, que llevarán ese pasado hasta la transitoriedad del
presente. Dos nuevas obras marcan el punto culminante de su obra: Distanciamiento de la tropa (1964),
donde la deserción es considerada como valentía, «se aconseja distanciarse de
la tropa» y «se recomienda antes que se desaconseja la deserción», y Final de un viaje de servicio (1966),
cuenta la solemne quema de un Jeep de la armada como acto de resistencia contra
el poder del estado; resistencia literaria, porque en su obra posterior se
mostrará un acusado acento de politización de la literatura, no se ocupa ya del
pasado, sino de los conflictos y problemas sociales de la actualidad que,
junto a Grass, le llevarán a representar el papel del intelectual demócrata
comprometido con la literatura y con la política.
Años de madurez
Böll entraba en su etapa de madurez con: Retrato de grupo con señora (1971) la
encuesta periodística sobre la imprevisible y sexual figura de Leni Gruyten, de
quien se recogen momentos sobresalientes de su vida y se ofrece un amplio
fresco de la sociedad alemana desde los años 30 a los 60. El
cronista-autor, «A», reunirá informes, entrevistas y una amplia documentación
por la Alemania
de los 70 para conseguir una información «objetiva» de la protagonista. El
libro repasa grandes momentos históricos, la subida al poder de Hitler, el
conflicto mundial y la
Alemania de Helmut Schmidt, y Böll recrea sus fantasmas: el
catolicismo anticlerical y la muerte, capaz de engullirlo todo. Lo mismo ocurre
con El honor perdido de Katahrina Blum (1974)
obra polémica que ensalza los temas del compromiso civil, la dignidad del
individuo y los valores de una vida moralmente íntegra, frente a una sociedad
industrial que manipula las opiniones y destruye las conciencias. Katharina
Blum es una doncella envuelta en una nefasta campaña de prensa porque ha
ayudado a un joven rebelde de quien está enamorada. Su vida queda expuesta
públicamente y se hieren su honorabilidad y sus sentimientos. Es un panfleto
contra la instrumentalización de la mass-media, lo advierte el autor con
respecto a una determinada praxis periodística, la empleada por el periódico
«Bild», que entre 1971 y 1972 desencadenó una violenta campaña contra el grupo
anarquista «Baader-Meinhof» y propició una auténtica «caza de brujas». La
novela presenta, pues, la imagen de una heroína y una víctima a través de un
excelente reportaje, cuyo valor mismo está en un excelente virtualismo formal,
simbólicamente, simplificado para presentar unos personajes sometidos al ritmo
de unos acontecimientos característicos de página de periódico, aunque, en
realidad, se puede tratar del mejor «ejemplario» de su autor.
Böll no vaciló en escribir
nuevamente sobre los abusos de la prensa sensacionalista y publicó "Ulrike
Meinhof. Un artículo y sus consecuencias" (1975), aunque el gran libro
sobre terrorismo e inseguridad ciudadana se titula Asedio preventivo (1979), que sitúa en una localidad alemana
conflictiva, debido a la presencia de una central térmica para apuntar el
eterno dilema ético entre libertad y autoritarismo. Sus últimos años fueron la lenta, segura y sólida
consolidación de una obra pero Mujeres a
la orilla del río (1985), su novela póstuma no añade nada nuevo; el desconcierto
final de esta novela está en la propia redundancia de los eternos temas
tratados por el escritor, en su manera casi teatral de mostrarlos; personajes
masculinos y femeninos encarnan la actualidad alemana del momento: los hombres
son animales políticos que vivieron una juventud nazi, hicieron su vida en la
posguerra y hoy son hombres importantes, viven un presente engañoso e
hipócrita; a su lado, las esposas observan y comentan todo lo que les rodea. El
resto de personajes jóvenes serán el contrapunto de esta clase social
convertida en el baluarte ideológico de un futuro que los sacará de una crisis
en la que todos se encuentran inmersos.
La recuperación editorial en 1992 de una
obra desconocida, El ángel callaba,
escrita entre 1949 y 1951, testimonia el duro período de la sociedad germana de
posguerra, y constata que la persona y la obra de Heinrich Böll son una
ineludible referencia, en palabras de Ricardo Bada, a la hora de entender el
curioso fenómeno que fue Alemania tras la Segunda Gran Guerra y
su aceptación posterior en el mundo, una Alemania distinta cuyo peso más
específico cayó sobre las espaldas de un escritor, Heinrich Böll, el hombre de
la eterna mirada triste.
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