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viernes, 26 de enero de 2018

Enrique Vila-Matas



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LA NOVELA COMO CHISME


       La novela, escribió Stevenson, es la poesía de la circunstancia porque, entre otras muchas ambiciones, creemos tener un gran dominio sobre nuestro destino; en ocasiones, nos vemos arrastrados por las circunstancias que nos empujan sin saber muy bien cómo hacia el futuro. En la vida, una cosa siempre llama a otra cosa y, generalmente, se produce un ajuste entre los hechos y los espacios. En esa cumbre suprema que se le supone al arte, las palabras y lo dramático, se proyectan en un acuerdo de ley común que potencia todo aquello que pueda resultar novelesco porque la aventura proporciona el entretenimiento aunque el verdadero arte de la novela hace de todo algo novelesco hasta llegar a la mayor abstracción sin renegar de ese cierto tono realista porque para llegar a la esencia misma de la novela debemos tener en cuenta las peculiaridades de nuestra actitud hacia cualquier tipo de arte, conscientes de que ninguno produce falsas impresiones: mientras leemos una historia,  nos debatimos entre dos estados de ánimo: aplaudir la excelencia de la prosa o participar activamente en la fantasía misma que pueden proyectar esos personajes.
        Todo hombre que narra, escribe Manguel, es un misterio y quizá por este y otros muchos motivos, Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), ha ido construyendo toda una especie de  catedral metaliteraria como han sido calificadas sus últimas entregas. Conocido autor español en el México intelectual de culto, sus autoficciones se iniciaban con Bartleby y compañía (2000), una especie de pulsión negativa o atracción por la nada, continuaban con El mal de Montano (2002), un diario íntimo a caballo entre novela, viaje sentimental o ensayo, y, definitivamente, se cierran con, Doctor Pasavento (2005), esa sublime aspiración a desaparecer como escritor y sumergirse en una soledad creadora. Se trata, en cierto modo, de un nuevo exorcismo vital que se inspira nuevamente en modelos extranjeros de reconocido prestigio, en este caso Robert Walser, internado los últimos veintitrés años de su vida en un psiquiátrico, retirado del mundo y, sobre todo, de la literatura. Así el protagonista de esta nueva novela vilamatiana, el doctor Pasavento, o, en ocasiones, el doctor Ingravallo, siguen las huellas del ausente Walser para iniciar su propia fuga en pos de esa anhelada desaparición y en ese deambular recalan en una calle de París, en un hotel de Nápoles, en la ciudad de Basilea, además de otros lugares frecuentados por el escritor suizo y hasta las mismas puertas de Herisau. Y, al mismo tiempo, en ese proceso narrativo se ofrece esa multiplicidad del yo que, Vila-Matas, sabe muy bien convertir en diferentes interlocutores, esa especie de duda permanente que asola al escritor, incluida, la posibilidad de resultar ser el mismo de lo narrado, el protagonista de su propia obra, en ese otro permanente afán por convertir su fuga existencial en una auténtica realidad.
        Para justificar, de alguna manera, todo esto, el personaje narrador convierte su existencia en una doble vida que incluye una infancia real, en la calle Roselló barcelonesa, y otra inventada. Se pasea por el Bronx, junto a Robert de Niro, admira a escritores ocultos contemporáneos, Pynchon, Salinger, Gadda, incluso dialoga con el doctor Morante muy cerca del Vesubio, como esa otra geografía reconocible de la experiencia viajera del escritor, para mostrar así, las caras de otros tantos personajes que recorren los paisajes de toda una vida y se convierten en las secuencias de la mejor literatura española contemporánea. Todo un alarde de ficción que corrobora el arte de la imaginación o la fantasía.
        Doctor Pasavento se convierte así en ese genuino experimento que por su carácter ensayístico, narrativo, dietario íntimo, viaje sentimental y literario, traspasa los conceptos de novela para proyectar esas obsesiones que atormentan al autor pero que, por otra parte, ofrecen lo mejor de sus reflexiones metaliterarias acerca de la vida real e imaginaria, incluye cuestiones sobre ficción y realidad e incluso proyecta ese proceso de salvación iniciado por Vila Matas cuando él mismo afirma vivir la vida como una novela para así ofrecer esos muchos registros ligados a la realidad que incluyen la ironía, la comicidad, lo elegíaco y lo trágico, pero también la invención de una locura de la que volverá más seguro porque, en esa duda de perderse, consigue desaparecer de verdad y así se cierra este viaje, iniciado muchos años antes como hiciera el propio escritor suizo Robert Walser.






Enrique Vila.Matas, Doctor Pasavento; Barcelona, Anagrama, 2005.


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