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LA NOVELA COMO
CHISME
La novela, escribió Stevenson, es la
poesía de la circunstancia porque, entre otras muchas ambiciones, creemos tener
un gran dominio sobre nuestro destino; en ocasiones, nos vemos arrastrados por las
circunstancias que nos empujan sin saber muy bien cómo hacia el futuro. En la
vida, una cosa siempre llama a otra cosa y, generalmente, se produce un ajuste
entre los hechos y los espacios. En esa cumbre suprema que se le supone al
arte, las palabras y lo dramático, se proyectan en un acuerdo de ley común que
potencia todo aquello que pueda resultar novelesco porque la aventura
proporciona el entretenimiento aunque el verdadero arte de la novela hace de
todo algo novelesco hasta llegar a la mayor abstracción sin renegar de ese
cierto tono realista porque para llegar a la esencia misma de la novela debemos
tener en cuenta las peculiaridades de nuestra actitud hacia cualquier tipo de
arte, conscientes de que ninguno produce falsas impresiones: mientras leemos
una historia, nos debatimos entre dos
estados de ánimo: aplaudir la excelencia de la prosa o participar activamente
en la fantasía misma que pueden proyectar esos personajes.
Todo hombre que narra, escribe Manguel,
es un misterio y quizá por este y otros muchos motivos, Enrique Vila-Matas
(Barcelona, 1948), ha ido construyendo toda una especie de catedral metaliteraria como han sido
calificadas sus últimas entregas. Conocido autor español en el México intelectual
de culto, sus autoficciones se iniciaban con Bartleby y compañía (2000),
una especie de pulsión negativa o atracción por la nada, continuaban con El
mal de Montano (2002), un diario íntimo a caballo entre novela, viaje
sentimental o ensayo, y, definitivamente, se cierran con, Doctor Pasavento
(2005), esa sublime aspiración a desaparecer como escritor y sumergirse en una
soledad creadora. Se trata, en cierto modo, de un nuevo exorcismo vital que se
inspira nuevamente en modelos extranjeros de reconocido prestigio, en este caso
Robert Walser, internado los últimos veintitrés años de su vida en un
psiquiátrico, retirado del mundo y, sobre todo, de la literatura. Así el
protagonista de esta nueva novela vilamatiana, el doctor Pasavento, o, en
ocasiones, el doctor Ingravallo, siguen las huellas del ausente Walser para
iniciar su propia fuga en pos de esa anhelada desaparición y en ese deambular
recalan en una calle de París, en un hotel de Nápoles, en la ciudad de Basilea,
además de otros lugares frecuentados por el escritor suizo y hasta las mismas puertas
de Herisau. Y, al mismo tiempo, en ese proceso narrativo se ofrece esa
multiplicidad del yo que, Vila-Matas, sabe muy bien convertir en diferentes
interlocutores, esa especie de duda permanente que asola al escritor, incluida,
la posibilidad de resultar ser el mismo de lo narrado, el protagonista de su
propia obra, en ese otro permanente afán por convertir su fuga existencial en
una auténtica realidad.
Para justificar, de alguna manera, todo
esto, el personaje narrador convierte su existencia en una doble vida que
incluye una infancia real, en la calle Roselló barcelonesa, y otra inventada.
Se pasea por el Bronx, junto a Robert de Niro, admira a escritores ocultos
contemporáneos, Pynchon, Salinger, Gadda, incluso dialoga con el doctor Morante
muy cerca del Vesubio, como esa otra geografía reconocible de la experiencia
viajera del escritor, para mostrar así, las caras de otros tantos personajes
que recorren los paisajes de toda una vida y se convierten en las secuencias de
la mejor literatura española contemporánea. Todo un alarde de ficción que
corrobora el arte de la imaginación o la fantasía.
Doctor Pasavento se convierte así
en ese genuino experimento que por su carácter ensayístico, narrativo, dietario
íntimo, viaje sentimental y literario, traspasa los conceptos de novela para
proyectar esas obsesiones que atormentan al autor pero que, por otra parte,
ofrecen lo mejor de sus reflexiones metaliterarias acerca de la vida real e
imaginaria, incluye cuestiones sobre ficción y realidad e incluso proyecta ese
proceso de salvación iniciado por Vila Matas cuando él mismo afirma vivir la
vida como una novela para así ofrecer esos muchos registros ligados a la
realidad que incluyen la ironía, la comicidad, lo elegíaco y lo trágico, pero
también la invención de una locura de la que volverá más seguro porque, en esa
duda de perderse, consigue desaparecer de verdad y así se cierra este viaje,
iniciado muchos años antes como hiciera el propio escritor suizo Robert Walser.
Enrique
Vila.Matas, Doctor Pasavento; Barcelona, Anagrama, 2005.
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