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CUENTOS
ASOMBROSOS
La suerte del cuento o del relato en
España es tan dispar como los acontecimientos, literarios o extraliterarios,
que se han venido sucediendo en el último siglo. Volviendo la vista atrás, tras
el auge del cuento español a finales del XIX y muy comienzos del XX, la guerra
civil y una larga postguerra, incluida una censura tan férrea como denigrante,
llevaron al género a un olvido que solo se palió con los revulsivos intentos de
los jóvenes narradores que, a partir de la década de los 50, intentaron
devolver la dignidad a un género que el estudioso Enrique Anderson Imbert
calificó de, «una totalidad, como una novela, sólo que con características
propias, quizá, por eso, haya que juzgarlo de acuerdo con sus valores
estéticos, sin prejuicios sobre cuál género es el más importante». Es
necesario apuntar que, a partir de los años 50, la necesidad de una nueva
literatura se hace imperiosa: los temas susceptibles de ser llevados a la
literatura se prestaron más al cuento que a la novela. Muchos autores
publicaron por entonces sus primeros libros de relatos, Aldecoa, Fraile, García
Pavón, Olmo, Matute, Ferrer-Vidal, Fernández Santos. En la década de los 60,
inesperadamente, desapareció el entusiasmo por el cuento y la novela volvió a
cobrar prestigio, muchos de los autores señalados volcaron sus esfuerzos sobre
este género tan demandado por las editoriales que entonces ya empezaban a
proliferar. No hay que olvidar que la novela es un género híbrido y contiene
todos los procedimientos narrativos y técnicos. Erna Brandenberger ha señalado
que «la España
de los cincuenta está mejor reflejada en el cuento, la de los años sesenta en
la novela». Las décadas siguientes no ha hecho sino insistir, cuando ha
sido posible, sobre el cuento y sus posibilidades literarias. Es frecuente
encontrar cuentos que forman parte de novelas o cuya técnica consiste en una
composición de unidades narrativas menores que funcionan como relatos
independientes. Es verdad que las conexiones entre relatos distintos consisten
en la repetición de esquemas, tipos de narrador, temas, escenarios y sobre todo
la aparición de unos mismos personajes o tal vez similares en diversas obras de
un mismo autor. En definitiva, entre novela y cuento no podemos hablar de unas
jerarquías que puedan separar ambos géneros; más bien habría que indagar y
justificar características que no es el caso indicar aquí.
El cuento contemporáneo pone en tela de
juicio ciertas nociones de la experiencia mediante —son palabras de Andrés
Neuman—finales suspendidos; quizá, también, porque el tiempo es ese lugar del
que uno no consigue zafarse jamás, sino al que siempre se regresa. Y lo digo a
propósito de una colección de cuentos que Francisco López Barrios
(Granada, 1945) acaba de publicar y que lleva el sonoro título de La noche
de terror del terrorista (Arráez Editores, 2002), pero que podría llevar
cualquier otro título, tal vez el de cuentos asombrosos, cuentos crueles o
cuentos de amor, porque, en definitiva, como en su anterior narrativa,
estas historias forman parte de su tiempo y de su mundo. López Barrios, además
de periodista, dramaturgo o crítico de arte, había publicado dos novelas
anteriormente, Dicen que Ramón Ardales ha cruzado el Rubicón (1976), el
relato de toda una generación y Alguna vez, más tarde y para siempre
(1984), el capricho de un destino al que se opone, inexorablemente, la
historia, en un grupo de personajes marcados por unos incidentes que, desde la
posguerra hasta la democracia en España, sirven al autor para hacer un repaso
de la sociedad de su tiempo. En La noche de terror del terrorista el
autor reúne seis cuentos de variada extensión y esto es importante porque
alguno de ellos se acerca más a esa definición clásica de novela corta, caso de
«Plata en el espejo», un cuento sufí, en definición de su autor y «Patera»; el
resto, con desigual extensión, podrían ser calificados de relatos en su sentido
estricto, con técnicas narrativas que oscilan entre el cuento de contracción,
cuento de situación y cuento combinado. Los dos más extensos
pertenecerían a la primera definición, forman parte de una biografía, se
desarrollan en varios lugares y a lo largo de un dilatado período. Por
contrapartida, los relatos más breves pertenecen a esa característica de cuento
de situación que desarrolla una acción y coincide con una época, en un solo
escenario y lo narrado gira en torno a un suceso, un objeto o un símbolo. «La
noche de terror del terrorista» es una sátira feroz al miedo que pueden
producir los terroristas cuando preparan un atentado y, en el caso narrado, el
lugar que ellos ocupan cuando ocurre todo lo contrario. Una mofa esperpéntica
que tiene mucho de escenografía puesto que los protagonistas son unos jóvenes
que ponen en escena todo un ardid para convencer al individuo de que se haya
detenido y obligándolo a confesar sus intenciones.
El niño, como protagonista, ha tenido
una presencia significativa en la narrativa de posguerra; algunos son niños que
viven un mundo en el que todo es posible, como el caso de «Víctor» que narra la
desaparición de una abuela; un asunto que en sus últimas líneas se describe así
«cuando la monstruosidad ocupa los espacios más secretos de la imaginación,
entonces el presente se diluye y los perfiles del mundo exhiben la brutalidad
que le es propia, y que sólo las convenciones sociales o el aliento artístico
de los creadores fueron capaces de arrebatarle». Un cuento perfecto que
desarrolla su acción en espiral, desde fuera hacia dentro, en cada párrafo a la
acción interna y secreta seguirá por debajo otra acción externa y visible que
da lugar al sorprendente desenlace del mismo. En «Patera», López Barrios,
utiliza el recurso del documento encontrado que un personaje confiesa haber
recibido y se parece, bastante, a lo que podríamos definir como un cuento
combinado por la complejidad del mismo, puesto que exige una atención mayor
puesto que desarrolla una situación inicial sobre un dilatado período de
tiempo, el que narra el protagonista del relato y al que acude en la historia a
contar. Las constelaciones de estos personajes y su situación pueden cambiar a
lo largo del relato, aunque es verdad que las situaciones que se exponen giran
alrededor de un tema central, en este caso la «inmigración» como telón de
fondo. Como es habitual, el narrador o personaje principal (que en esta ocasión
son dos, el escritor y el amigo confidente receptor del relato narrado) sirve
de nexo de unión a las diferentes situaciones y al menos, uno de ellos, está
siempre presente en la narración. Un suceso periodístico dará pie a toda la
historia y a su trasfondo social. «Éxtasis», el último de la colección, puede
considerarse como un relato de amor entre dos culturas, una especie de
reconciliación social con ese otro fenómeno que empieza a ser notorio en
nuestra sociedad, el del inmigrante sudamericano, o también puede considerarse
como una historia de nuestro tiempo, la historia de unos pastilleros que aman
el éxtasis desde la perspectiva de una juventud en la que, algunas cosas,
«molan» mucho.
Francisco López Barrios asume
en sus cuentos el reto de contar como es la sociedad actual, mostrando la
acritud que la caracteriza, sirviéndose de un lenguaje que se asemeja a la
hermosura y brillantez de una técnica lírica capaz de ajustar, en la medida de
lo posible, episodios cotidianos de un mundo no menos hermoso y difícil. Estos
relatos, como la vida, tienen la validez de haber sido contados con esa
intensidad y esa brevedad que, indiscutiblemente, se le suponen a las buenas
historias.
LA NOCHE DE
TERROR DEL TERRORISTA
Y OTROS
RELATOS
Francisco López
Barrios
Arráez
editores, Mojácar, 2002
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