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Un buen
trago para una mejor literatura
La editorial
Menoscuarto edita, Alcohol y literatura,
de Javier Barreiro, un libro que relata la creación-destructiva de no pocos
autores de la literatura universal.
La curiosa y
atormentada relación que renombrados escritores mantuvieron con la bebida es el
tema fundamental de Alcohol y literatura
(2017), un auténtico recorrido por la veneración que se ha tenido del vino y los
efectos de la embriaguez desde la antigüedad clásica hasta la actualidad, y así
el libro se convierte en el relato de algunas de las vidas y de las obras
marcadas por el alcohol.
La obra
Javier Barreiro (Zaragoza, 1953) habla de la afición al
trago de varias generaciones de escritores y expone algunas de sus mejores
obras, y realiza un auténtico, pormenorizado y ameno estudio desde los orígenes
y el descubrimiento de los viñedos hasta la total desaparición de las tabernas
de algunas emblemáticas ciudades de nuestros tiempos jóvenes. Así, por sus
páginas desfilan los nombres de autores contemporáneos, la bohemia española,
los hispanoamericanos, los norteamericanos, los británicos y todo lo que tenga
que ver con el mundo de la creación literaria, artística y el alcohol, incluido
el cine y, por supuesto, la novela negra, por excelencia. Por sus páginas
desfilan muchos admirables nombres, que sorprenderán a algunos lectores: desde
Enrique Gómez Carrillo a Caroline Blackwood, pasando por Alejandro Sawa,
Mariano de Cavia, José Gutiérrez Solana, Manuel Machado, Eduardo Alonso, un
curioso Dámaso Alonso, Manuel Halcón, Leopoldo Panero, Eladio Cabañero, Pedro
Garfias, José María Álvarez, José López Ruiz, Alfonso Grosso, Gabriel Ferrater,
Alfonso Costafreda, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Ana María Matute, Juan
Benet, Fernando Quiñones, Fernando Marías, pero también los clásicos Rabelais,
Ernest Theodor Amadeus Hoffmann, Gérard de Nerval, Baudelaire, Verlaine y
Rimbaud, Faulkner, Hemingway, Pessoa y Pla, los más cercanos, McCullers,
Carver, Fante, Cheever, y por supuesto a quien todo el mundo considera el mito
del alcohol, Edgar Allan Poe, que según Barreiro, comenzara a beber tras la
muerte de su primera esposa, y según la leyenda, llegaría totalmente borracho a
su segunda boda. Lo mejor, en dichas páginas hay mucha vida alegre y de una
auténtica y dudosa moral, pero se trata, en muchos casos, de una vida
auténticamente vivida, y por supuesto crónica de las borracheras de muchos de
estos singulares personajes; pero también, hay muchísimo altruismo y un gran
compañerismo etílico, que ocultaban admirables bondades humanas y personales; y
a medida que vamos leyendo, entre sus páginas, se cuelan los ecos del ruido y la bulla de los bares,
de las barras de los hoteles y de las tabernas más reconocidas del mundo donde
existía otra vida, evidentemente distinta. Y así, Alcohol y literatura enumera, también, muchos de los míticos
lugares, tascas y tabernas y demás antros frecuentados por los noctívagos que
escribían, en muchas ocasiones, para olvidar, y que se asomaban en sus obras, como
el Café Varela, el café Castilla, el Colonial, la taberna de la Concha, la tasca del Barbas
en la calle Fuencarral, la cervecería madrileña de la calle Hileras, o el
garito perdulario de la calle de Arlabán. En ellos entraban los escritores para
calentarse el alma y de ellos salían con una merluza que les dulcificaba el
gesto y les congelaba la orientación para llegar a su domicilio, si es que lo
conseguían, sanos y a salvo.
Curiosidades
La lista de licores y bebidas alcohólicas es
como sigue, absenta, aguardiente, cerveza, chinchón, whisky, cazalla o anís,
han bajado por las gargantas de muchos consumidores, y poblado de fantasías las
obras de nuestros clásicos universales, de autores contemporáneos, tanto
españoles como norteamericanos, hispanoamericanos, ingleses o franceses, y
pocos se libraron de una relación turbia con el alcohol. Barreiro, además, cita
algunas de esas obras que están en la mente de los buenos lectores, Luces de
bohemia, de Valle-Inclán, Con el viento solano, de Ignacio Aldecoa, Tiempo
de silencio, de Martín Santos, la espléndida novela corta La parranda, de
Eduardo Blanco Amor, cuyo asunto central es una gran cogorza, o La gran
borrachera, del sevillano Manuel Halcón, que se convierte en todo un canto
al vino.
La mayoría de estos escritores
atravesaron las tinieblas del alcoholismo, pero el abuso y consumo de estas
bebidas sobrevoló sus obras y fue así como se convirtieron en algo diferente
porque, según ellos, habían encontrado la inspiración y reforzado su creatividad en el destello de
las innumerables copas que llegaron a beber. Lo que nos interesa a los lectores
es que dejaron obras que, como el buen vino, mejoran con el paso de los años, libros
que, al abrirlos de nuevo, ya han alcanzado el placer de un gran reserva, y literariamente
la categoría de clásicos.
Javier Barreiro, Alcohol y Literatura; Palencia,
Menoscuarto, 2017.
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