Al calor
del fuego de invierno…
el
clásico La letra escarlata.
Sexto Piso publica una edición que
ilustra Alberto López Corcuera de La
letra escarlata, de Nathaniel Hawthorne, en una nueva versión traducida por
Paula Kuffer.
Ahora que el invierno se ha instalado en
nuestras casas, y con suerte un buen fuego nos abriga y proporciona un ambiente
propicio, nada más recomendable que la lectura de un clásico como La letra escarlata, si tenemos en cuenta
además que “no existe una obra más perfecta de la imaginación estadounidense
que La letra escarlata, según D. H. Lawrence, y nosotros, instalados
cómodamente, solo podemos confirmar la veracidad de semejante afirmación.
La novela
El argumento de la novela de Hawthorne
es un relato sobre la intolerancia, en un mundo donde la religión, la justicia,
la moral y las leyes humanas se confunden en una causa común, y también cuenta
la historia de un amor ilícito, el posterior remordimiento, la culpa y el
castigo que narrativamente conforman los ejes del relato, y la justificación
última para grabar a fuego la letra “A” escarlata, emblema de “Adulterio” en
una sociedad cerrada, de la
América primitiva bostoniana del XVII heredera del imperio
inglés.
La acción queda enmarcada en una época de
incisiva intolerancia tanto de actitudes sociales como credo: la sociedad
puritana de la Nueva
Inglaterra del S. XVII; con unos personajes atrayentes, nada
vulgares, que le brindan a la narración un gran interés. Una curiosa muestra
sobre ciertos temas incompatibles dentro de la condición humana y social:
esperanza y exaltación, amor y moral, placer y penitencia, verdad y apariencia,
libertad y sumisión, perdón y castigo. Hester Prynne es una mujer que siente el
rechazo, la soledad y la apatía de la comunidad, pero que responde con una
fortaleza de ánimo y generosidad dignos de ponderación, y lleva con cierto orgullo
su agravio: su amor secreto y la culpa que implica esa aventura ilícita. Es una
mujer con opiniones propias que reta a las autoridades sociales y “divinas”, y
se convierte en un modelo de independencia y autosuficiencia, quizá un
auténtico rasgo de feminismo de época que tendrá que soportar el desprecio
tanto en su naturaleza interna como la externa. El amante, un ser aprensivo y
paciente, carece de la fortaleza y resistencia de su amada, estará siempre zozobrando
en un mar de dudas y arrepentimientos.
Deseo, amor, culpa y venganza
interactúan entre los personajes y provoca una gran tensión que irá creciendo a medida que avanzamos en
la lectura de este singular clásico.
El autor
Nathaniel Hawthorne, Salem, EE UU,
1804-Plymouth, 1864, vivió en el seno de una familia de vieja estirpe puritana,
y su vida y su obra se vieron marcadas por la tradición calvinista, y su
temprana vocación literaria no le proporcionaría el bienestar necesario para
seguir escribiendo. Su primera novela, Fanshawe (1828), protagonizada por un
héroe de corte byroniano posee rasgos biográficos del propio Hawthorne, y evidencia
las influencias del Romanticismo europeo; entre 1837 y 1842 publicó con
regularidad los Cuentos narrados dos veces, en los que aborda con detenimiento
los que serían algunos de sus temas recurrentes: la idea del pecado y el
problema del mal.
Trabajó
durante un tiempo en la Aduana
de Boston, en una granja comuna cercana a la ciudad, y en 1843 se estableció en
Concord, tras contraer matrimonio (1842); allí escribiría la colección de
cuentos Musgos de una vieja granja
(1846), que incluye el célebre relato La hija de Rapaccini. En 1846 volvió a
trabajar en aduanas, pero poco después se aislaría de nuevo en una humilde casa
de Massachusetts, donde escribió su obra más conocida, La letra escarlata (1850) y, un año después, La casa de los siete tejados.
Durante un viaje a Italia empezó El fauno de mármol (1860), última novela
que, además de sus preocupaciones morales, revela una creciente dedicación al
estilo narrativo y un acercamiento a la poesía.
Nathaniel Hawthorne, La letra escarlata; ilustraciones de
Alberto López Corchera; traducción de Paula Buffer; Madrid, Sexto Piso, 2017;
269 pp.
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