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LA VOZ ENGENDRADA
El tiempo es fugaz, la vida breve. La
memoria se convierte en divina cuando logramos que se transforme en voz. «Soy
yo voz engendrada no ya sólo para ella, sino también para mí», podemos leer
como justificación o síntesis en la novela de reciente aparición, Renato (2004). Un relato, por cierto,
de una densidad considerable, tanto por la complejidad de su proceso creativo,
como por la extensión del mismo. Ángeles Martín (Couiza, Francia, 1961), su
autora, sorprende al lector con una
primera novela porque, como suele ocurrir en las primeras apuestas, abarca,
narrativamente hablando, buena parte de toda una existencia, desdoblada en el
relato por una voz, la del protagonista, un sietemesino que se asoma a la vida,
protegido por los cristales de sus primeros días de incubación, para repasar,
en un total de ocho días, parte del pasado familiar y adelantarse a un futuro,
cuando definitivamente, tras ese período de adaptación, se encuentre entre los
brazos de su madre. Un coro de voces se irá asomando, también, a la historia
narrada a lo largo de las 364 páginas cuando se cuente el devenir de sus
protagonistas: mujeres, en su mayor parte, la abuela y la madre del niño, sobre
todo, y algunas tías y primas, en una consecución de secuencias que otorgan
viveza al relato, relatando desde el
presente al futuro y desde éste al pasado, para justificar ese fluir constante
de los momentos vividos por la madre y hija en realidades desiguales.
Renato rememora, como título, y
según el santoral, a un personaje que fue devuelto a la vida para poder ser
bautizado y, como el protagonista de esta novela, percibe mejor que nadie ese
discurrir del tiempo en el que continuamente los humanos nos debatimos. Los
saltos temporales que se permite Ángeles Martín reflejan el dominio que se
otorga a la buena literatura porque para la autora el tiempo como la vida no
discurren de una manera lineal, pese a nuestros esfuerzos por jerarquizar
nuestras acciones. Avanzamos en la medida que esa búsqueda del tiempo se
convierte en la obsesión de los mortales por dejar así acabada una labor que
nunca se finaliza. La historia ofrece la relación de una madre con su futuro
hijo o de una madre, anterior, con su hija, y narra la constante lucha que
ambas llevan a cabo para justificar su presencia en el mundo, acompañadas, eso
sí, de unos personajes masculinos que, como el caso del padre y el propio niño
narrador, justifican de alguna forma aquello por lo que merece vivir. La fuerza
con que las mujeres de esta novela irrumpen en el relato recuerdan al concepto
feminista de una literatura inexistente porque, a estas alturas, no cabría
expresarnos en términos masculinos o femeninos para contar una historia, sino
el tratamiento que se hace de unos personajes o cómo se dibujan y, en
definitiva, la actuación que les otorga la narradora. Renato, por otra
parte, es la historia de una Almería viva, aquella de la emigración o de la
obligada necesidad de ausentarse del pueblo y de la región por motivos,
exclusivamente, económicos y, también, nos permite ver el relato de una ansiada
superación a la vuelta de ese éxodo. La narración fluye con un virtuosismo
léxico ajustado, no exento de ciertas dosis de un humor y de una ironía
destacables, la novela discurre, sobre todo en la segunda parte, hasta ese
final con que se justifica la nueva vida.
RENATO
Ángeles
Martín Gallegos
Granada,
Alhulia, 2004
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