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miércoles, 28 de febrero de 2018

Ángeles Martín Gallegos



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LA VOZ ENGENDRADA
               
        El tiempo es fugaz, la vida breve. La memoria se convierte en divina cuando logramos que se transforme en voz. «Soy yo voz engendrada no ya sólo para ella, sino también para mí», podemos leer como justificación o síntesis en la novela de reciente aparición,  Renato (2004). Un relato, por cierto, de una densidad considerable, tanto por la complejidad de su proceso creativo, como por la extensión del mismo. Ángeles Martín (Couiza, Francia, 1961), su autora, sorprende  al lector con una primera novela porque, como suele ocurrir en las primeras apuestas, abarca, narrativamente hablando, buena parte de toda una existencia, desdoblada en el relato por una voz, la del protagonista, un sietemesino que se asoma a la vida, protegido por los cristales de sus primeros días de incubación, para repasar, en un total de ocho días, parte del pasado familiar y adelantarse a un futuro, cuando definitivamente, tras ese período de adaptación, se encuentre entre los brazos de su madre. Un coro de voces se irá asomando, también, a la historia narrada a lo largo de las 364 páginas cuando se cuente el devenir de sus protagonistas: mujeres, en su mayor parte, la abuela y la madre del niño, sobre todo, y algunas tías y primas, en una consecución de secuencias que otorgan viveza al relato,  relatando desde el presente al futuro y desde éste al pasado, para justificar ese fluir constante de los momentos vividos por la madre y hija en realidades desiguales.
        Renato rememora, como título, y según el santoral, a un personaje que fue devuelto a la vida para poder ser bautizado y, como el protagonista de esta novela, percibe mejor que nadie ese discurrir del tiempo en el que continuamente los humanos nos debatimos. Los saltos temporales que se permite Ángeles Martín reflejan el dominio que se otorga a la buena literatura porque para la autora el tiempo como la vida no discurren de una manera lineal, pese a nuestros esfuerzos por jerarquizar nuestras acciones. Avanzamos en la medida que esa búsqueda del tiempo se convierte en la obsesión de los mortales por dejar así acabada una labor que nunca se finaliza. La historia ofrece la relación de una madre con su futuro hijo o de una madre, anterior, con su hija, y narra la constante lucha que ambas llevan a cabo para justificar su presencia en el mundo, acompañadas, eso sí, de unos personajes masculinos que, como el caso del padre y el propio niño narrador, justifican de alguna forma aquello por lo que merece vivir. La fuerza con que las mujeres de esta novela irrumpen en el relato recuerdan al concepto feminista de una literatura inexistente porque, a estas alturas, no cabría expresarnos en términos masculinos o femeninos para contar una historia, sino el tratamiento que se hace de unos personajes o cómo se dibujan y, en definitiva, la actuación que les otorga la narradora. Renato, por otra parte, es la historia de una Almería viva, aquella de la emigración o de la obligada necesidad de ausentarse del pueblo y de la región por motivos, exclusivamente, económicos y, también, nos permite ver el relato de una ansiada superación a la vuelta de ese éxodo. La narración fluye con un virtuosismo léxico ajustado, no exento de ciertas dosis de un humor y de una ironía destacables, la novela discurre, sobre todo en la segunda parte, hasta ese final con que se justifica la nueva vida.





RENATO
Ángeles Martín Gallegos
Granada, Alhulia, 2004

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