Un manifiesto sobre la repetición
La heterodoxia en el panorama narrativo
español contemporáneo tiene un nombre propio: Enrique Vila-Matas (Barcelona,
1948). Su literatura, que arranca desde la década de los 70, queda definida
por ese rigor iconoclasta y/o inconformista porque, entre otros muchos
logros, ha conseguido con el paso de los años lo más difícil que un autor
pretende con su obra, la consecuencia misma de hilvanar una voz propia e
inimitable con cada uno de sus libros. El concepto historicista de la
literatura, según Vila-Matas, puede concebirse como una sucesión de variaciones
sobre los mismos temas, léase como ese proceso que se desarrolla a lo largo de
los tiempos, y siempre y cuando entendamos que la obra de un escritor se
convierte en un viaje interminable alrededor de una misma obsesión; en el caso
del escritor barcelonés, sus lectores estamos obligados a volver la vista a sus
inicios, en concreto a 1988 cuando publicaba Una
casa para siempre, una novela de cuentos encadenados que reproduce
las memorias de un ventrílocuo, un hombre atormentado por un crimen, y por la
idea de tener una sola voz para contar su historia que proclama con más
severidad que ironía, y como única y definitiva fe: la de creer en una ficción
que se sabe ficción, la de saber que la exquisita verdad consiste en ser
consciente de que se trata de una ficción y, sabiéndolo, creer en ella. Esa era
la ubicación metaliteraria de Vila-Matas que convirtió su entorno más cercano
en esa otra famosa realidad donde todo es susceptible de hacerse visible. Su
última propuesta, Mac y su contratiempo
(2017), nos devuelve a esa idea y se propone, tres décadas después, la
reescritura de algunas obsesiones que estaban ya presentes en su novela de los
ochenta, aquella de la que una vez leída podrían desprenderse dos tipos de
lectura: la esencia misma del discurso narrativo como absoluta proyección
artística y visto todo desde esa exclusiva perspectiva crítica y tecnicista; y
otra que quiere recibir el mensaje más o menos en clave de un discurso que debe
estar bien planteado y al mismo tiempo ser divertido, aunque siempre se abogue
porque debamos leer un material que nos obligue a abandonar esa idea de mero
divertimento, y nos ejercite en el juego mismo de la palabra escrita para
convertirnos en transcriptores de buenos pensamientos y de la mejor imaginación
como autores mismos.
El narrador se llama Mac, ha cumplido los
sesenta años, acaba de perder su trabajo y simplemente pasea por su barrio
donde vive. Sueña con escribir un libro, pero es un auténtico debutante que
quiere dejar un texto póstumo e inacabado, y mientras decide llevar un diario
como ejercicio cotidiano para ver qué pasa. Obsesionado con su vecino, un día
oye como este habla con la librera sobre su libro de juventud que tituló, Walter y su contratiempo; en ese preciso
momento, Mac se propone reescribir y mejorar el libro de ese reconocido
escritor que convive con él en el barrio del Coyote, y así el resultado de ese
empeño convierte a toda la novela en una reflexión sobre la escritura, una
auténtica vorágine que asalta al narrador sobre la exigencia que él mismo se
impone para conseguir una voz propia, y el lector asiste a un recorrido por
toda una dilatada tradición literaria de autores tan desiguales como Poe y
Barnes, Chesterton y Cheever, Borges y Hemingway, y también Carver y Malamud,
unidos por el mismo concepto esencial de cuento literario, y que se citan al
principio de cada uno de los relatos que va componiendo Mac; también hay
referencias en el libro a grandes autores como Isak Dinesen, Ana María Matute,
Georges Perec o a R. L. Stevenson, y se convierte en un auténtico manual sobre
el concepto de la improvisación, el complejo mundo de la creatividad, y esa
permanente reflexión sobre la repetición como único método artístico válido que
tantas buenas páginas ha proporcionado a un cada vez más sobresaliente Enrique
Vila-Matas.
Este nuevo libro de Vila-Matas es el
diario de todo el largo proceso de un aprendizaje y el complejo desarrollo de
la expresión, el descubrimiento de esa caja china, como afirma el narrador, que
contiene varias historias, toda una colección de cuentos que resumidamente nos
va ofreciendo el aprendiz de escritor en su intento por encontrar, a través de
la escritura, numerosas y variadas respuestas, un intento que no deja de crecer
a lo largo de las páginas de Mac y su
contratiempo en ese gesto humano que convierte toda su existencia en una
repetición por muy incongruente que parezca, y es así como Vila-Matas
profundiza en el concepto de creación literaria sin renunciar a una de sus más
habituales estrategias, sobrellevar todos nuestros intentos fallidos de
progresar con el sentido del humor que caracteriza a sus obras, cuya
interpretación solo podría justificarse con la idea intrínseca preclaro tono
ensayístico, ese que siempre se ha impuesto sobre ese otro concepto narrativo
tradicional y no menos trascendental como resulta obvio en las últimas obras de
un irónico Vila-Matas más inteligente.
El mejor Vila-Matas asoma por estas
páginas porque su horizonte literario, su mejor propuesta narrativa, en este
caso Mac y su contratiempo, se
complementa con ese finísimo humor con que dota a sus textos, y aún añade esa
típica metamorfosis a que nos tiene acostumbrados porque nunca sabremos si el
narrador se asemeja al autor o viceversa, aunque sí aseguramos que busca en
cada unas de sus páginas la complicidad absoluta con el lector, cuando este
como el propio Enrique Vila-Matas intenta ordenar su vida, esa que según el
maestro, es simple y llanamente pura literatura.
MAC Y SU
CONTRATIEMPO
Enrique
Vila-Matas
Barcelona, Seix-Barral, 2017; 303 pp.
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