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miércoles, 25 de octubre de 2017

Carlos Castán



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HUELLAS DE UNA HUÍDA
              
       La Ruta 66 es esa mítica carretera evocada en literatura, cine y música, denominada la Calle Principal de América, que discurre entre la ciudad de Chicago y finaliza en Los Ángeles, una distancia total de 2.448 millas, y fue inaugurada en noviembre de 1926 e itinerario de los emigrantes que iban al oeste, sobre todo durante las famosas tormentas de polvo de los años 30. Carlos Castán (Barcelona, 1960) ha confesado no haberla hecho nunca, aunque ha escrito una historia en torno a ella, acompañado por las extraordinarias fotografías del norteamericano Dominique Leyva.
       Polvo en el neón (2012), la historia inventada por Castán, muestra esa especie de huida humana a ninguna parte, y así a lo largo de la ruta, de motel en motel, al tiempo que dialoga con Cheever, Shepard, o Carver, y Quinn, el protagonista, consume kilómetros y deja atrás desiertos, gasolineras y soledades que se van acomodando a su estado anímico, y que en el texto de Tropo se complementa por los numerosos detalles fotográficos que ilustran el libro, y muestra algunos rostros humanos que no se dejan ver, pero que se acomodan a la circunstancia y a las sensaciones que el medio provoca en el personaje. Imbuido de una anodina existencia sin sentido, Quinn intenta dar respuesta a muchas de las dudas y adhesiones de su vida. Es un perdedor que viaja con el pretexto de encontrarse con su hermano y hacerse cargo de un viejo motel que una vieja tía les ha dejado en herencia. Quinn está casado con Sally, a quien solo se nombra, pero mantiene una relación con Jessica que lo acompaña en el trayecto aunque pronto surgen los problemas y esta lo abandona; en realidad, aunque Quinn soporta su cursilería y sus equívocos conceptos sobre la vida y el amor, lo que más le duele es que también ella lo engaña con John Perkins.
       El texto minimalista de Castán avanza paralelamente a los kilómetros que recorre su protagonista, con evidentes resonancias míticas del medio oeste, y mezcla de una singular sutileza en la técnica narrativa, la psicológica visión que proporciona la fuga de Quinn, un personaje que a lo largo de la pequeña peripecia, se apaga y se enciende como esa luces de neón que deja atrás en su camino, por que sin duda, siente una necesidad imperiosa de volver a empezar cuando llegue a su destino que, sin embrago, el narrador nos propone y describe entre imaginario y real, además de las pequeñas  dosis de aventura e incertidumbre mientras recorre desiertos y carreteras solitarias hasta llegar a su destino.






POLVO EN EL NEÓN
Carlos Castán
Fotos de Dominique Leyva
Zaragoza, Tropo Editores, 2012

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