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HUELLAS DE UNA
HUÍDA
La Ruta 66 es esa mítica carretera evocada en
literatura, cine y música, denominada la Calle Principal de América, que
discurre entre la ciudad de Chicago y finaliza en Los Ángeles, una distancia
total de 2.448 millas,
y fue inaugurada en noviembre de 1926 e itinerario de los emigrantes que iban
al oeste, sobre todo durante las famosas tormentas de polvo de los años 30.
Carlos Castán (Barcelona, 1960) ha confesado no haberla hecho nunca, aunque ha
escrito una historia en torno a ella, acompañado por las extraordinarias
fotografías del norteamericano Dominique Leyva.
Polvo
en el neón (2012), la historia inventada por Castán, muestra esa especie de
huida humana a ninguna parte, y así a lo largo de la ruta, de motel en motel,
al tiempo que dialoga con Cheever, Shepard, o Carver, y Quinn, el protagonista,
consume kilómetros y deja atrás desiertos, gasolineras y soledades que se van
acomodando a su estado anímico, y que en el texto de Tropo se complementa por
los numerosos detalles fotográficos que ilustran el libro, y muestra algunos
rostros humanos que no se dejan ver, pero que se acomodan a la circunstancia y
a las sensaciones que el medio provoca en el personaje. Imbuido de una anodina
existencia sin sentido, Quinn intenta dar respuesta a muchas de las dudas y
adhesiones de su vida. Es un perdedor que viaja con el pretexto de encontrarse
con su hermano y hacerse cargo de un viejo motel que una vieja tía les ha
dejado en herencia. Quinn está casado con Sally, a quien solo se nombra, pero
mantiene una relación con Jessica que lo acompaña en el trayecto aunque pronto
surgen los problemas y esta lo abandona; en realidad, aunque Quinn soporta su
cursilería y sus equívocos conceptos sobre la vida y el amor, lo que más le
duele es que también ella lo engaña con John Perkins.
El texto minimalista de Castán avanza
paralelamente a los kilómetros que recorre su protagonista, con evidentes
resonancias míticas del medio oeste, y mezcla de una singular sutileza en la
técnica narrativa, la psicológica visión que proporciona la fuga de Quinn, un
personaje que a lo largo de la pequeña peripecia, se apaga y se enciende como
esa luces de neón que deja atrás en su camino, por que sin duda, siente una
necesidad imperiosa de volver a empezar cuando llegue a su destino que, sin
embrago, el narrador nos propone y describe entre imaginario y real, además de
las pequeñas dosis de aventura e incertidumbre
mientras recorre desiertos y carreteras solitarias hasta llegar a su destino.
POLVO EN EL NEÓN
Carlos Castán
Fotos de
Dominique Leyva
Zaragoza, Tropo
Editores, 2012
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