STEVENSON,
EXLORADOR DE LABERINTOS
Robert Louis Stevenson fue un ensayista, un
pensador brillante y amistoso, al igual que ameno observador de los placeres y
de las flaquezas humanas, Escribir.
Ensayos sobre literatura (2013), nos devuelve al más lúcido
articulista, confesiones y recuerdos sobre su propio trabajo y de sus maestros
literatos.
Fue la suya una existencia plagada de
aventuras, sus viajes le llevaron por medio mundo y su amistad con algunos de
sus contemporáneos lo convirtieron en uno de esos escritores que a uno le dejan
una asombrosa visión por la obra bien hecha. El autor es Robert Louis Stevenson
(Edimburgo, 1850- Valima, Samoa, 1894) y el texto que ahora podemos leer en
español se titula Escribir. Ensayos sobre
literatura (Páginas de Espuma, 2013), traducido por Amelia Pérez de Villar,
recoge una amplia muestra de los ensayos y artículos publicados en diversas
etapas del escritor escocés y desconocidas por el seguidor español de la
estupenda prosa del autor de La isla del
tesoro o Dr. Jeckyll y Mr. Hyde.
Dividido en tres grandes apartados, “La escritura”, “Los libros” y “Lo
escritores”, ofrece su rigurosa visión sobre la seducción de la escritura, sus
textos de cabecera o su proceso de escritura en varias de sus obras, así como
sus autores y libros favoritos, como Hamlet,
El Vizconde de Bargelonne, Ensayos, de Montaigne, o la propia Biblia.
El escritor poseía un quebradizo carácter
que nunca lo abandonó pero, en palabras de su hijastro Lloyd Osbourne, pasear
con él constituía uno de los grandes placeres y un acontecimiento repleto de
imaginación porque, de repente, podía creerse un pirata, un piel roja o un
joven oficial de marina con informes secretos para entregar a un famoso espía.
Stevenson es el tipo de escritor que ha ofrecido en su obra el fascinante
estudio de los hombres que llegan a mantenerse vivos por una especie de fuerza
sobrenatural, y que nunca llegan a morir porque rechazan, una y otra vez, de
una forma implacable, la muerte.
Alberto Manguel reunía en un libro
anterior, Memoria para el olvido
(2005), un conjunto de ensayos inéditos hasta el momento en
España, escritos en diversas épocas de la vida del autor escocés, algunos
incluso de su época universitaria en Edimburgo, es decir, durante los años 1876
y 1879, sirva como ejemplo el primero de todos titulado «Juego de niños»
paradigma del interés que resulta obvio en los gustos infantiles y en los
gustos de los adultos. En este mismo apartado, otros dos pequeñas joyas que
merecen ser tenidas en cuenta, «Simples, un penique y de color, dos» y «Los
portadores de faroles».
Stevenson al margen de ejercitarse
ampliamente en el oficio de escritor, o de los misterios que nos proporciona
nuestra existencia, ensaya en sus textos sobre el mundo de la escritura y de la
literatura, sobre esa percepción individual que otorga la naturaleza humana
ante todo tipo de conocimiento, incluso postula sobre la necesidad de
recomponer nuestra memoria y, sobre todo, muestra la frescura de la palabra o
cómo él mismo afirma, «las palabras (...) deberían sonarnos (...) como el
sonido del oleaje», muy lejos de la urdimbre de una retórica eminentemente
propagandística. Esta y no otra es una visión más del mundo stevensoniano que
él mismo ensanchaba con cada nuevo libro suyo.
La visión
que ofrece Stevenson en estos ensayos no resulta en absoluto
academicista, cargada de una terminología ambigua, o aportando excesiva
abundancia de datos, sino más bien se toma la libertad de opinar desde un plano
exterior, vislumbrando las posibilidades que ofrece el texto, alejándose así de
un estudio y opinión meramente crítica al uso. Aparece, por consiguiente, una
mirada perspicaz de los temas y de los autores que vana apareciendo en los tres
grandes apartados apuntados y, así, el escritor ofrece una doble visión, la de
su finísimo conocimiento literario y, al mismo tiempo, sus pensamientos al
respecto, en una estilo inigualable, como la calidad de su propia prosa. De
igual manera, entre las páginas de Escribir,
queda patente y puede observarse su entrega más profunda al hecho literario y
cuanto tiene que ver con la profesión. Artículos generales con percepciones
distintas, subrayan una amplia perspectiva, en el primero de los apartados,
sobre el género narrativo y, sobre todo, subraya y especifica la honradez del
escritor a la hora de abordar el hecho literario, además de la utilidad que se
derive de ello. Las perspectivas esgrimidas, desde luego, por Stevenson
resultarían hoy día insostenibles, en una era donde la técnica propicia el arte
del “corta y pega”, la facilidad y las prisas. Sin duda, lo mejor de esta
primera parte, es la pequeña autobiografía que cierra la sección, “Cómo
aprendió Stevenson a escribir, de modo autodidacta”, y así afirma: “La descripción era el principal ámbito de mis
práctica, porque para cualquiera que esté dotado de sentidos siempre hay algo
que merece la pena describir, y tanto el campo como la ciudad son un tema
inagotable. Pero también trabajaba en otros ámbitos: solía acompañar mis
caminatas con diálogos dramáticos en los que yo hacía varios papeles, y me
ejercitaba también en la transcripción
de conversaciones de memoria”.
Los
libros que, de alguna manera, han influido en él, se repasan en un artículo de
igual título y, en este mismo apartado, añade una relación de sus propias obras
y la gestación de las mismas y, curiosamente, comenta algunos cotilleos sobre
la novela romántica. Y en un último
apartado argumenta sobre las novelas de Víctor Hugo, Dumas, además de su actitud
curiosa sobre los norteamericanos, Whitman, Thoureau e incluso, Poe o François
Villon, a quien califica de “estudiante, poeta y ladrón”, aunque la mejor parte
se la lleva su paisano Robert Burns, con quien escribe tener cierta empatía y
algún territorio común de experiencias y de quien afirma “es capaz de escribir
con naturalidad sobre otro hombre”, y a quien le dedica una extenso estudio,
mitad biográfico, mitad analítico. Aunque, también, se atreve a definirlo como
“un tipo orgulloso, obstinado, impetuoso, que buscaba el placer y la notoriedad”.
Y sobre todo, escribe y escribe sobre las cuitas amorosas de un enamoradizo
Burns.
Los textos de la presente edición fueron
escritos para revistas como Scribner´s Magazine, Forthnighty Review y
Cornhill Magazine, durante veinte
años, entre 1874 y 1894, el año de su muerte, y además de subrayar lo expuesto
sobre el matiz de estos juicios literarios, una vez que uno lee el conjunto
contempla como Stevenson es capaz de aunar prosa de acontecimientos que rayan
en lo exótico, lo increíble y lo natural o naturalista, como ocurre en “Apuntes
sobre el realismo”, donde muestra si poco apego por la “tendencia del detalle
extremo” de la escuela francesa, cuando define la novela “bien formada” que es
capaz de despertar el interés del lector, y así es capaz de volver la vista a
las novelas románticas de Víctor Hugo. El escritor advertía del poder de la
prensa como un elemento esencial en la información y educación de los
ciudadanos, al margen que ironía y critica la ligereza y falta de verdad de la
misma, aunque distingue entre ambas facetas, la periodística y la literaria y
quien la ejerce.
Leer, leer y siempre leer, insistirá
Stevenson a lo largo de su vida. Leer de una forma permanente desde la infancia
misma, durante la juventud y siempre de forma autodidacta. Leer y copiar de los
maestros como ese espacio imprescindible para el aprendizaje y así a los ya
apuntados a lo largo de estas líneas, apunta seguir a Hazlitt, Lamb,
Wordsworth, Defoe y Hawthorne; incluso, menciona y escribe que se debe copiar de los maestros como un
ejercicio previo para adquirir el propio estilo. En cada uno de estos ensayos
se intuye su amor a la literatura y, por añadidura, su profunda convicción
lectora.
Stevenson,
Robert Louis; Escribir. Ensayos sobre
literatura; Madrid, Páginas de Espuma, 2013; 448 págs.
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