I
Ingenio
“El ingenio consiste en apreciar
el parecido de cosas que difieren entre sí, y la diferencia de cosas entre sí
iguales”.
Madame de Staël
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Relojes muertos
Eva María Medina
(Madrid, 1971) entrega su primera novela, Relojes
muertos (2015) y, desde las primeras páginas, se percibe un firme pulso
narrativo que nos sumerge en un extraño mundo, sus personajes viven entre una
realidad inmediata y el abismo de la locura, una suerte de auténtico torbellino
vital con una existencia marcada por la esquizofrenia, y el deseo único de
otorgar sentido a una mísera vida.
La narradora madrileña ha arriesgado
mucho en su primer proyecto extenso, y abordar el tema de la locura resulta una
apuesta interesante que recuerda a ilustres antecedentes, que no son necesarios
cuantificar, aunque en una primera impresión, deberíamos matizar, Medina sale
airosa, y en ese puzzle de imágenes y metáforas que componen Relojes muertos sobresale el hilo
narrativo, y un profundo halo de humanismo deja un buen sabor de boca a la hora
de avanzar por sus páginas. La vida del protagonista Gonzalo se concreta en una
serie de vivencias y actuaciones que se mezclan en su existencia, y pasan de
una absoluta cordura a una autentica locura en sus actuaciones y sucesivas
opiniones; pese a todo, el personaje, aflora como alguien inteligente capaz de
sobrevivir tan solo en la vida de los demás, sin llegar a intensificar el
significado de la suya propia, y así será capaz de imaginarla sin que por ello
ponga remedio alguno. Es así como, tal vez, cierto sector de la sociedad vea a
algunos individuos, y solo cuando alguien se interese por nosotros,
justificamos nuestra presencia, caso de Ángela, quien sustenta la vida de
Gonzalo, le otorga credibilidad y da los primeros pasos para convivir juntos y
otorgarle un sentido a su vida. Aunque a medida que transcurre el tiempo, el
personaje irá encerrándose aun más en su mundo, se convierte en alguien
intransigente y violento y parece vivir en ese mundo de los sueños, donde todo
parece real aunque desaparece cuando uno despierta.
El resto de la historia muestra a unos
personajes que viven las misma histeria, y sin duda la alusión a “relojes
muertos” se deba precisamente a que se comportan como tales, viven en una
atormentada irrealidad marcada por un relojes que ya no marcan las horas, o les
llevan solo a imaginar y nunca consiguen alejarse de una tragedia obsesiva que
condiciona sus vidas y nunca les permite alejarse del sinsentido de una locura
colectiva. Como en la novela, en nuestra lectura nos vamos deteriorando, al
igual que su protagonista, Gonzalo que irá viendo como se aleja de Ángela, de
sus compañeros del trabajo y de su pequeño mundo, en un progresivo deterioro
que terminará por destruirlo totalmente. Y solo así comprendemos y
diferenciamos las dos posibles partes de Relojes
muertos, una novela ambiciosa y compleja, una primera cuando se describe el
proceso de la enfermedad y de su estancia hospitalaria con su vuelta a un mundo
que le resulta ajeno, y la segunda, esa realidad cotidiana donde el mundo del
ensueño y las percepciones subjetivas se abrirán paso para ensayar una
narración diferente que, no obstante, oprime aun más la voluntad del narrador
y, al mismo tiempo, la del lector, aunque de esa curiosa simbiosis resulta lo
mejor de la novela.
RELOJES MUERTOS
Eva María Medina
Madrid, Playa de
Ákaba, 2015
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