Andrés
Pérez Domínguez
“El amor está presente siempre en mis
novelas. No es algo premeditado, me sale así. Y casi siempre, curiosamente, hay
un triángulo amoroso”.
Hace
algunos años, Andrés Pérez Domínguez (Sevilla, 1969), lo dejó todo para
dedicarse a inventar historias. Desde entonces, ha ganado algunos premios
importantes, y publicado algunas novelas y colecciones de cuentos. Mantiene,
desde algunos años atrás, un blogspot muy vivo.
Desde Estado
provisional (2001) hasta El violinista
de Mauthausen (2009), casi una década de fructífera obra, ¿cuánto lleva
aprendido en el camino?
Mucho,
la verdad. Tanto en lo literario como en lo personal.
Mis
primeros textos fueron más breves, pero sobre todo porque al principio la idea
de escribir una novela me imponía demasiado. Pero no quiero decir con eso que
escribir relatos cortos sea más sencillo que escribir novelas. Son esfuerzos
diferentes, aunque en realidad se trata de sentarte a escribir y hacerlo lo
mejor que uno pueda. También necesitaba probarme, saber si lo que hacía podía
gustar a los lectores, y encontré una salida muy interesante para lo que
escribía en los certámenes literarios. La razón era que no quería pasarme un
año, o más, escribiendo una novela sin saber si al final podría siquiera
publicarla dignamente. No obstante, antes de
La clave Pinner escribí varias novelas cortas y una novela con la misma
extensión más o menos que aquella.
¿La
clave Pinner (2004) presupuso convertirse en un escritor profesional?
La clave Pinner fue
la primera novela mía que se publicó en una editorial comercial. Antes publiqué
otros libros que habían ganado premios y fueron editados por las instituciones
que los convocaron. Quiero decir que cuando escribí La clave Pinner no sabía siquiera si se iba a publicar. De hecho,
tardé tres años en verla en las librerías. Pero el hecho de que se publicara,
tuviera muchos lectores y buenas críticas, sí es verdad que supone mi debut en
el mercado editorial, y es un libro al que, diez años después de haberlo
escrito, le tengo mucho cariño.
¿La
visión de la guerra y el espionaje tienen el suficiente aliciente como para
construir todo un monumento literario?
Me
interesa sobre todo el espionaje, y más que la guerra en sí misma me gusta la
atmósfera de los años treinta y cuarenta. Supongo que la publicación de La clave Pinner condicionó un poco, o
bastante, la impresión que tienen muchos lectores de mí como escritor, y también
que otras dos novelas mías, El factor
Einstein y El violinista de
Mauthausen, tienen el espionaje y esa época como telón de fondo. Pero soy
un escritor bastante versátil y con varios registros, creo. Y mis otros libros
no tienen nada que ver con estos temas, pero es verdad que no son tan
conocidos. En realidad, lo que a mí me interesa son los sentimientos, y de eso
hablo siempre en mis libros. Por eso exploro mucho la psicología de los
personajes. El espionaje y esa época tan interesante y fascinante me permiten
también escribir historias que sean entretenidas para los lectores. Para mí es
fundamental que un libro sea entretenido, y que emocione a los lectores, y si
se puede aprender algo sobre una época determinada, pues mejor que mejor. Y,
concretando la respuesta, creo que sí, que se puede construir todo un monumento
literario en torno al espionaje.
¿Entonces,
se considera usted un aventajado alumno de autores como Greene o Le Carré?
Responder
afirmativamente a esa pregunta sería muy pretencioso por mi parte. Dejémoslo en
discípulo, o alumno, sin adjetivos, o al menos no debo ser yo quien los ponga.
He sido lector de Graham Greene y de Le Carré desde muy jovencito, y supongo
que eso me ha formado, de alguna manera, como escritor. Pero también soy lector
de Antonio Muñoz
Molina, de Stephen King, de Pérez-Reverte, de Carver, de Conrad, de Stevenson,
Dumas y de otros muchos escritores. Las lecturas, en mi opinión, deben ser como
las dietas. Lo más variadas posibles.
La
novela El síndrome de Mowgli (2008) establece
un paralelismo entre el niño criado en la selva por lobos, y Rafael Montalbán,
el boxeador que pese a dar palizas por dinero, es alguien bueno ¿qué pretende
ofrecer con esta visión sentimental de un mito?
Esta
novela la escribí a partir de una metáfora, algo que no suele ocurrirme. Cuando
leí El libro de la selva de pequeño,
siempre me quedó la sensación de que el personaje de Mowgli era muy triste: lo
crían los lobos, pero cuando se hace mayor tiene que irse de la manada porque
lo consideran demasiado inteligente para vivir con ellos. El pobre se va a
vivir a una aldea con los hombres pero también tendrá que marcharse porque los
de su especie lo consideran un animal, y no le queda más remedio que marcharse
solo a la selva. Se me ocurrió el término El síndrome de Mowgli para definir a
la gente que, por razones diferentes, no acaba de encajar en ninguna parte.
Esta idea surgió muchos años antes de escribir la novela, y el personaje de
Rafael Montalbán creo que es la perfecta encarnación de alguien que padece El
síndrome de Mowgli. De todas mis novelas, El síndrome de Mowgli es la más
personal, y me da mucha alegría cuando alguien se refiere a la metáfora de El síndrome de Mowgli para definir a quien no acaba de
encajar en ninguna parte. Es un término que ha acabado calando en la gente. Y
lo más divertido es que hay gente que habla de El síndrome de Mowgli sin saber
que la idea surge de esta novela.
¿Cuánto
de ambición literaria tiene una novela como El
factor Einstein (2008)
Mucha.
Creo que es mi novela más ambiciosa. Después de La clave Pinner, escribí El
síndrome de Mowgli, y me costó bastante publicarla porque los editores
querían una novela en la misma línea de La
clave Pinner, pero mientras tanto me enteré de que Albert Einstein estuvo a
punto de convertirse en ciudadano español en 1933, y me puse a investigar y
terminé en Long Island, en la misma casa donde Albert Einstein firmó una carta
en agosto de 1939 para animar al presidente Roosevelt a construir la primera
bomba atómica de la
Historia. Escribir esta novela fue una gran experiencia y a
pesar de que en principio pueda parecer que se trata solo de una trama de
espionaje, en realidad es mucho más, pues plantea una compleja cuestión moral.
Y, además, hay un importante componente emocional en las relaciones de los
personajes de esta novela.
El violinista de Mauthausen
(2009), Premio Novela Ateneo de Sevilla, ¿marca un antes y un después en su
obra literaria?
Sobre
todo porque ahora tengo más lectores. Y, si hay alguna diferencia entre antes
de haber publicado esta novela y ahora, es en cómo me puedan percibir los
lectores después de haber ganado un premio como el Ateneo de Sevilla. Para mí
no hay diferencia.
Una
vez más, la guerra como fondo, pero el amor sigue siendo muy importante en su
narrativa, en casi todas, surge una historia amor, que sobresale en El violinista, ¿el amor frente al
horror?
El
amor está presente siempre en mis novelas. No es algo premeditado, me sale así.
Y casi siempre, curiosamente, hay un triángulo amoroso. En El violinista de Mauthausen, además, era importante que la historia
de amor equilibrase la novela.
¿La historia de Rubén Castro podría haberse
sido la de cualquier exiliado español en el París nazi?
Representa
lo que pudo haber sido la historia de cualquiera de los españoles exiliados.
¿Por
qué los españoles son los grandes olvidados del holocausto? ¿Su novela es una
manera de hacer justicia y abrir un camino ese sentido literario?
Suceden
varias cosas. España, como país, siempre ha estado al margen de los grandes
conflictos internacionales del siglo XX, y por supuesto que la Segunda Guerra
Mundial es uno de ellos. Pero los españoles sí participaron en la Segunda Guerra
Mundial: espías (tenemos el caso archiconocido de Juan Pujol, alias Garbo), División azul y campos de
exterminio. Los españoles que sufrieron en Holocausto son los grandes olvidados
porque fueron unos héroes que apenas han sido reconocidos en España.
Para
terminar, ¿en qué momento se encuentra ahora el escritor Andrés Pérez
Domínguez?
En
un momento en paz conmigo mismo, en ese estado placentero de invisibilidad que
le queda a un autor cuando ha terminado una promoción tan larga y agotadora
como la del Premio Ateneo de Sevilla. Ahora mismo estoy con los últimos
capítulos de una nueva novela.
Después
ha publicado, a modo de actualizar esta entrevista:
El silencio de tu nombre, Plaza & Janés,
Barcelona, 2012,
Debolsillo
(2013)
Los perros siempre ladran al
anochecer, Alianza, 2015
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