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domingo, 15 de febrero de 2015

Hoy tomo café con…


Pablo Di Marco

    “Quienes amamos los libros solemos confundir la literatura con la "realidad". Es más: muchas veces consideramos a las historias que surgen de los libros más tangibles y valiosas que la tantas veces rutinaria y chata vida cotidiana”.


Pablo Di Marco (Buenos Aires, 1972) es corresponsal de la Agencia Cultural de Noticias, Libros & Letras y colabora en Facetas, suplemento cultural de Diario del Huila. En 2010 su novela, Las hoars derramadas, obtenía el XXI Certamen Literario Ategua (Córdoba) y en 2012, Tríptico del desamparo, ganaba la XIII Bienal de Novela, “José Eustasio Rivera”, que ahora se publica en España.

¿El libro sigue teniendo un sólido prestigio en Argentina?
Tengo sensaciones encontradas. Por momentos creo que en Argentina, como en buena parte del mundo, los libros son una anacronía, una rareza en extinción. Y en otros momentos me sorprende la cantidad de gente que veo leyendo en el tranporte público, las muchas y bonitas librerías que hay por toda la ciudad, las multitudes que asisten a la Feria del Libro de Buenos Aires, aunque tal vez esto último tenga más que ver con el show que rodea a la literatura que a los libros en sí.

Se lo pregunto, porque las jóvenes generaciones aun se acercan al hecho literario, ¿es así?
Quienes logran desprenderse de las coloridas pantallitas que permanentemente los rodean, descubren en la lectura a un amigo que los acompañará toda la vida. Solo tengo dudas con respecto a si esas novelas tan exitosas entre los adolescentes les servirán para evolucionar a una literatura más rica y compleja. Recuerdo a Vargas Llosa diciendo que una pareja que lee a Garcilaso seguramente se ama mejor que una pareja que desperdicia sus días ante telenovelas huecas.

¿Dígame en que momento se encuentra la joven narrativa argentina?
En un momento de resistencia, de autogestión, de búsqueda de caminos alternativos que permitan quebrar el monopolio de ese medio puñado de editoriales que todo lo digitan y deciden. Siempre es sano y valioso que el individio se rebele ante un afuera que será siempre hostil

Usted salta a la escena narrativa avalado por un premio, ¿qué valor le da usted a este hecho?
No solo no lo subestimo, sino que le doy una gran importancia, a pesar de que tengo bien en claro que en ningún orden de la vida, pero muchísimo menos en la literatura, el que gana es el mejor. A diferencia del actor o el músico que recibe aplauso al terminar su pieza, el escritor suele estar siempre solo, y no lidia más que con silencio e inseguridades. Por lo tanto recibir un premio literario es siempre un incentivo, una palmada al hombro, un aliento al oído

El Premio Internacional de Novela “José Eustasio Rivera” goza de un gran prestigio en Colombia, ¿háblenos de su experiencia?
La Bienal Internacional de Novela "José Eustasio Rivera" es uno de los mayores premios de novela de Colombia. Lleva 30 años de historia, la han ganado escritores de la talla de Marco Tulo Aguilera y han sido jurados una interesante porción de escritores, profesores, y periodistas colombianos. La última edición se ha celebrado apenas día atrás y a tenido como ganadora a una preciosa novela titulada " Las vidas posibles".



Su novela, Trípico del desamparo (2014), se publica en España, ¿ha sido una larga travesía?
La edición española de Tríptico del desamparo es una apuesta de la editorial Palabras de agua, una editorial que tiene el punto a favor de estar en manos de cuatro escritores, que son quienes mejor conocen las obsesiones e inseguridades del escritor. Han editado una cuidada y bella edición de la versión colombiana.

Sus personajes tienen un fuerte carácter, ¿se trata de una opción voluntaria para dar consistencia al relato?
Son personajes cuyo fuerte carácter no le impide dudar, equivocarse, quebrarse, retroceder y renacer, así como sucede con buena parte de nosotros día a día.

La novela empieza como una auténtica historia de amor, se va complicando y ampliando horizontes.
Tríptico del desamparo está conformada por cuatro capítulos con tonos, perspectivas, escenarios y narradores diferentes. La primera parte consta de unas ochenta páginas que podrían haber funcionado como una nouvelle independiente. Sin embargo, me atraía el desafío de desarrollar la historia, acompañar a los personajes a través de las décadas, y adaptarme al estilo y lenguaje que cada circunstancia requería.

La sombra de Irene planea sobre las vidas del anciano Álvaro y más adelante de Rafael, ¿ambos son la visión de un amor diferente?
Irene es una mujer cargada de secretos (que no podemos revelar en esta entrevista) que a sus más de 60 años es capaz de enamorar tanto a un muchacho de 25 años como a un anciano de 80. Y por supuesto que, como usted bien dice, el muchacho y el anciano son visiones de un amor diferente. Mientras el primero despierta en Irene una pasión (y también una compasión) que creía olvidadas, el segundo no le genera más que la melancolía y añoranza de las oportunidades perdidas.

¿Y en igual proporción planea la sombra de Poe y algún otro clásicos, y esa caleidoscópica visión de los acontecimientos?
Me alegra su observación. El final de la novela se desarrolla en un majestuoso y decadente palacio veneciano. Y desde un principio supe que debía volver a ese palacio un personaje más de la novela. Y mientras imaginaba sus pasadizos, muros ruinosos y candelabros de oro pensé en el maestro Poe,  en sus tan maravillosas como tenebrosas descripciones de cavernas al borde del derrumbe. Escribir es una forma de dialogar con los maestros.

¿De haberse consumado el amor entre Irene y Rafael hubiera sido otra historia? ¿estuve usted tentado en desarrollarla en algún momento?
De haberse consumado la historia de amor entre Irene y Rafael supongo que nos hubiésemos quedado sin historia. En el arte no hay mayor disparador que la imposibilidad, el fracaso y el desamor. Y claro que estuve tentado en desarrollar esa posibilidad: a la hora de escribir una novela todas las puertas deben ser examinadas, pero decidí no seguir ese camino. El éxito tal vez sea más placentero que la derrota, pero de seguro es infinitamente más aburrido y vulgar.

La novela se diluye desde un Buenos Aires de los 70 hasta una Venecia decadente treinta años más tarde, ¿son dos geografías para mostrar la decadencia de sus personajes y de su mundo?
Me interesó el contraste entre la moderna pujanza de Buenos Aires y la elegante decadencia de Venecia. Tenía en claro que debía darle espesura a las dos ciudades de la novela, ambas debían ser protagonistas de la novela. No me interesaba un escenario de cartón pintado sobre el que caminen los personajes. Debía describir en detalle cada recoveco, puente, calle, río, gloria y miseria. Me interesa de sobremanera que los personajes de mis novelas interactúen y hablen con sus ciudades

Escribir una historia dentro de otra historia no es algo novedoso, ¿qué aporta usted a este tipo de relato?
Supongo que son el amor y la obsesión por los libros los que me conducen a la metalitetatura. Aunque preferiría no explayarme sobre este tema para no estropearle la lectura a quien todavía no leyó la novela. Qué puedo aportarle yo a este tipo de relato? Mi visión y sensibilidad, apenas eso. A fin de cuentas es posible que ya todas historias hayan sido escritas, lo que nos queda es reescribirlas con una sensibilidad nueva, y a partir de esa reescritura volverla una historia nueva y mejor.

Ante una desolada Venecia, el personaje se pregunta si aun es posible volver de la oscuridad del mundo, ¿solo es posible en literatura?
Quienes amamos los libros solemos confundir la literatura con la "realidad". Es más: muchas veces consideramos a las historias que surgen de los libros más tangibles y valiosas que la tantas veces rutinaria y chata vida cotidiana. Por lo tanto sí, es posible que ciertas cosas solo sean posibles en la literatura, pero con eso basta y sobra

¿Y después de Tríptico del desamparo que vendrá?
Este último tiempo me dediqué a corregir mi novela Espiral. Lo que imaginé una labor menor que no me llevaría más que algunas pocas semanas de trabajo se volvió una reescritura total de la novela que, tras dos años de esfuerzos, creció de 130 a 450 páginas. Espiral vendría a ser mi lado b, mi cara oculta. Es la novela que jamás imaginé que me interesaría escribir: una historia cargada de sexo, violencia y lenguaje vulgar. O sea: la antítesis de Tríptico de desamparo. Me gusta pensar que cada nueva novela se construye sobre las ruinas de las anteriores, pero en este caso no fue así: Para escribir Espiral debí olvidar todo lo escrito hasta aquí. Barajar y dar de nuevo. Saltar al vacío.

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