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Filosofía
“La
verdadera filosofía se ve en la conducta y no en los discursos”.
C.I.B. Bonnin
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Caleidoscopia
El mundo
literario de Francisco Javier Guerrero (Córdoba, 1976) se mueve con soltura por
el micromundo o la brevedad, esto es, el microrrelato o la minificción que ya
había ensayado en entregas anteriores, Micromundi
(2012), textos en los que invitaba a ver el sentido de la vida, o tal vez de lo
vivido, a través de lo imaginativo, o mejor aun de lo imaginado. Guerrero
contribuye en sus textos a intuir una determinada situación, a tener fe en
muchas de las cosas que rodean su mundo y a mantener, a la vez, una decidida
fidelidad a propósito de su defensa de lo breve; un género que, por otra parte,
interpreta el ritmo de la vida, sintetiza el relámpago de un destello de la
memoria, se vislumbra como la fugacidad de un instante, o la tensa y hábil
magia con la que el prestidigitador muestra y oculta una ilusión o, se
convierte en ese hallazgo que el lector descubre a medida que avanza leyendo, ahora,
con más firmeza, en la nueva entrega del cordobés, Caleidoscopia (2014), aunque la brevedad, como bien sabemos quienes
disfrutamos de la media distancia, requiere sus propias estructuras y jamás
debe satisfacer la curiosidad del lector, premisa que se acerca a una
definición para el micrcuento, ese ecosistema literario vivo del que siempre nos
habla el maestro José María Merino.
Ver las cosas desde un prisma
triangular, como si de un juego de espejos se tratara, kalós-éidos-scopéo, sin duda,
una fragmentada visión de una sola historia que se irá conformando a medida
que avanzamos en su lectura, un lugar a donde la razón se complementa con la
fantasía, este y tal vez ningún otro haya sido el acierto de ensamblar estos
textos en un conjunto que, previsiblemente, su autor ha concebido como Caleidoscopia y que, según afirma, Francisco
Onieva, el autor del prólogo previo, se estructura en un libro de microrrelatos
y en una sola historia fragmentada, siendo a la vez cada fragmento una
microhistoria. Partimos, por consiguiente, del primero de los relatos, “Matanza
en el Café Fantasía” que se convierte en la clave para interpretar el resto de
las cuarenta y seis piezas, de extensión variada y de una inevitable
intertextualidad que conlleva la suficiente tensión y ambigüedad narrativas
para que el lector avance en una y otra historia y vaya descubriendo el lirismo
contenido de alguna de ellas, sin duda las más breves donde la precisión en la
única vía, quizá porque, como señala el prologuista, la honda expansiva de
estos microrrelatos van mucho más allá.
Dividido en dos partes
coherentes, “La verdad, a veces” y “La mentira para encontrar la verdad”,
Guerrero ensaya una amplia variedad de temas que arrancan desde la muerte misma
o la supervivencia, la vida cotidiana, la ciencia o los enigmas más sutiles, en
los textos que compone, fundamentalmente esa primera parte, donde se intuye un evidente
homenaje borgiano en algunos de ellos, porque en el argentino, no importa cuál
sea su tema, la eternidad o la metáfora, el tiempo cíclico, incluso nuestra
idea del infierno o la paradoja, y sus textos resultan proposiciones
heterodoxas, una invitación a pensar de otro modo sobre algo comúnmente
aceptado, casi una apacible disidencia intelectual.
Lo admirable de estas propuestas
de Guerrero es que no nos imponen una fórmula válida, creíble que debamos
aceptar como conclusión; en muchas de sus piezas todo se resuelve en una
hipótesis que podemos creernos o no; el arte, la seducción de sus textos está
en que, por más disparatada o increíble que parezca al comienzo su hipótesis,
al final la tentación de aceptarla es irresistible, y como la argumentación
borgiana sigue frecuentemente un método paradójico, que comprende varios pasos:
planteo de una teoría o cuestión problemática, de índole literaria, cotidiana o
cultural; resumen de las variantes interpretativas, sobre todo en el primer
bloque de microrrelatos; y la demostración de algún error lógico que invalida
todo, en el segundo; y para terminar, el examen de las alternativas que el
asunto ofrece, incluyendo la suya; y la sospecha de que todas ellas incluyen
una nueva falacia de la que partirá para nuevos proyectos. No debemos dejar de
leer, “El inmortal” y “Otro sueño” y el más kafkiano de todos, evidentemente,
titulado, “La metamorfosis” y para redondear la vena más irónica del narrador
cordobés, releamos “El libro y la nota”, sumado a ese “Epitafio”, síntesis
final. Las ilustraciones de Raquel Boucher ayudan a mirar a través de ese
deformado mundo, solo creíble cuando miramos a través de un caleidoscopio.
CALEIDOSCOPIA
Francisco Javier
Guerrero
Madrid, Editorial
Adeshoras, 2014; 100 págs.
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