ANTONIO MUÑOZ MOLINA
Los libros de Antonio Muñoz Molina
(Úbeda, Jaén, 1956) expresan “los grandes cambios que han tenido lugar en
España durante su transición de la dictadura a la democracia y han expuesto la
traumática memoria colectiva”, ha manifestado el portavoz del Premio Literario
Bienal de Jerusalén, un galardón que hasta el momento han conseguido autores de
la talla del inglés Ian McEwan, el japonés Haruki Murakami o el sudafricano
J.M. Coetzee. El otro español galardonado fue Jorge Semprún, en 1997. El jurado
destacó además, “la simpatía que Molina expresa por los exiliados y los que
sufren. Aquellas víctimas de las revoluciones históricas”.
Por
los 80 vivimos en las mismas calles y plazas de Granada, él siendo funcionario
del Ayuntamiento de la ciudad, y yo universitario de la Facultad de Letras, que
leía los textos periodísticos que, posteriormente, recogería en su Robinson urbano (1984). Luego llegaría, Beatus Ille (1986), una excelente
primera incursión en la narrativa que aportaba una multiplicidad de narradores,
y una gran cantidad de información sobre el pasado español en la figura de un
olvidado poeta, Jacinto Solana. Después, El
invierno en Lisboa (1987), Beltenebros
(1989), o las espléndidas, El jinete
polaco (1991) y Sefarad (2001), una galería de mujeres y de hombres, excluidos
durante parte de su vida, víctimas de ese estremecedor proyecto destructivo de
persecuciones, ideológicas y/o políticas de la primera mitad del siglo XX; y,
después, El viento de la luna (2006)
y La noche de los tiempos (2009). Y,
en su último libro, reivindica El
atrevimiento de mirar (2012), una colección de nueve ensayos sobre arte y
artistas: textos de conferencias o catálogos de exposiciones, su particular
mirada al mundo, donde ética y estética se traducen en conciencia y percepción.
Sábado, 2 de febrero, 2013; pág., 8
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