A
Ausencia
“La separación aumenta el prestigio”.
Tácito
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El fogonero
Andy Warhol ©
Franz Kafka nos
habla del juicio y castigo que un padre otorga a su hijo en La condena (1913) tras haber manifestado
el joven su deseo de emancipación sexual, y así en La metamorfosis (1915) teorizará sobre el voluntario y penoso aislamiento de
su protagonista, alejado de un mundo frío y hostil que nada representa para él.
Sin duda, El fogonero (1913), es la
síntesis de ambos relatos, incluso intensifica esa especie de desasosiego que
arrastraba el checo en sus famosos Diarios.
Karl Rossmman, es un muchacho de
dieciséis años expulsado del hogar familiar por dejar embarazada a una criada,
llega a Nueva York bajo el signo de esa furia que aún le persigue (la estatua
de la libertad parece que blande una espada y no una antorcha) y, justo a la
hora del desembarco, conoce por casualidad a uno de los fogoneros,
que le contará su penosa situación, y movido por su gran corazón, decide
interceder por él ante la capitanía del barco y autoridades portuarias. Después
gracias a la mediación de un tío bondadoso, y senador, empezará una nueva vida
en América, conocerá la prosperidad, o eso sospechamos al final del relato. Y
todo, gracias a la redención de su culpa puesto que abandona Europa humillado.
Debemos considerar El fogonero como el primer capítulo de
una novela que Kafka nunca terminaría, que su amigo Max Brod, publicará con el
título de América. Las excelentes
ilustraciones de esta edición son de Max.
EL FOGONERO
Franz Kafka
Traducción de
Juan Andrés García Román
Madrid, Nórdica,
2013; 80 págs
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