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sábado, 17 de enero de 2015

Virginia Woolf



S
Sencillez
“Desde la ingenua sencillez llegamos a uan sencillez más profunda”.
                                                                  Albert Schweizer


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     Contar en cómic la vida de Virginia Wolf ha sido el desafío al que Bernard Ciccolini (París, 1953), dibujante, y Michèle Gazier (Béziers, 1946), escritora, se lanzaron con pasión. La editorial madrileña Impedimenta publica esta biografía en viñetas de una de las más singulares narradoras y ensayistas del siglo XX. El libro breve, como corresponde, aunque amplio en el recorrido biográfico de la autora, conmueve por su grafismo y ofrece el fresco de una singular y tormentosa vida. Los devotos lectores de la dama inglesa tienen grabado en su mente el recuerdo de una desesperada Virginia sumergiéndose en el río Ouse, aunque previamente se había puesto su abrigo con los bolsillos cargados de piedras. Esta fatídica escena que nadie contempló ocurrió el 28 de marzo de 1941. Su cuerpo fue hallado el 18 de abril, y su esposo Leonard enterraría sus restos incinerados bajo un árbol en Rodmell, Sussex.
     La narradora había dejado una carta de despedida para su marido en la chimenea de su salón donde afirmaba lo siguiente: “Estoy segura de que una vez más me estoy enloqueciendo. Creo que no podemos volver a pasar por esos tiempos terribles. Y esta vez, no me recuperaré. Empiezo a escuchar voces y no soy capaz de concentrarme. De modo que hago lo que me parece lo más adecuado. Tú me has dado la máxima felicidad posible. Has sido en todos los sentidos todo lo que cualquiera podría ser. No creo que dos personas pudieran ser más felices hasta que vino esta terrible enfermedad. Ya no puedo luchar más. Sé que estoy arruinando tu vida, que sin mí podrías trabajar. Sé que lo harás. Ya ves que no puedo ni siquiera escribir esto adecuadamente. No soy capaz de leer. Lo que quiero decir es que te debo a ti toda la felicidad de mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Querría decir que todo el mundo lo sabe. Si alguien podía haberme salvado, habrías sido tú. Lo he perdido todo excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir arruinando tu vida durante más tiempo. No creo que dos personas pudieran ser más felices que lo que hemos sido tú y yo. V”. Después de acabar el manuscrito de su última novela, Entre actos (1941), padeció una depresión como ya le había ocurrido en ocasiones anteriores, en esta ocasión motivada por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la destrucción de su casa londinense a causa de los bombardeos de la Luftwaffe, o incluso, la escasa acogida que estaban teniendo sus últimas obras.




El cómic
        La escritora y el dibujante compartían el mismo interés por la autora de Orlando y estaban «igual de afectados por las sombras que preceden cualquier acercamiento a su vida». Para su elaboración, Gazier y Ciccolini releyeron la totalidad de los libros de Virginia Woolf, muchos de los fragmentos de su correspondencia, sus ensayos, algunas de las obras de sus amigos del grupo de Bloomsbury, y una vez realizado este estupendo trabajo de campo, les pareció «percibir, en el curso a veces desesperado de sus días, un impulso vital». Pero lo mejor de este álbum es que ambos autores no querían tomar partido. Simplemente buscaban «mostrar en palabras e imágenes el camino de una escritora entre la realidad y el deseo, entre las palabras y el dolor, en busca de verdades inasequibles y de una improbable felicidad». Enrique Redel (Madrid, 1971), el editor, ha manifestado que Virginia Wolf fue inspiradora de toda «una legión de narradores y narradoras que la imitaron, en ocasiones la traicionaron o simplemente hablaron sobre ella». Fue una «mujer persuasiva de ideas radicales, una maestra auténtica del lenguaje solamente comparable con genios como los grandes Joyce, Eliot o Pound. Una «mujer genial, presa de continuos ataques de locura, suicida en otras ocasiones, adalid de las libertades y del papel de la mujer en una Inglaterra y una Europa convulsas». La aproximación del dibujante y de la narradora a una muchacha feliz en su juventud y una atormentada mujer resulta impresionante y aun  más apasionante por el acierto de los dibujos y de los textos que acompañan a las viñetas. El álbum se convierte en un bellísimo ejemplar para guardar y releer, se traduce en un sostenido homenaje, y el relato se plantea de un modo totalmente directo, sin artificio alguno, como una biografía lineal, condensadísima, en apenas 90 páginas, pero muy exhaustiva, para conocer a la escritora y editora inglesa. Además, el cómic no esconde las referencias a su oscura sexualidad, guardada tan celosamente a lo largo del tiempo, a los abusos que sufrió de pequeña por parte de su hermano, a las tempestuosas relaciones con otras escritoras de su época como Katherine Mansfield, a sus frecuentes sus ataques de locura, que hoy se diagnostican como “trastorno bipolar”, a la dificultad de composición de algunas de sus novelas que convirtieron a su marido en editor, a su posición política, y finalmente a su suicidio. Aunque, nunca debe olvidarse su dimensión humana. Este libro gráfico siempre puede ser leído como una pequeña biografía condensada, pero con unas afortunadas imágenes que ofrecen un mayor placer para su lectura y su conocimiento. 

 

Biografía
      Adeline Virginia Stephen, Londres, Reino Unido, 1882-Lewes, Sussex, 1941), escritora británica, fue hija de sir Leslie Stephen, distinguido crítico e historiador, y creció en un ambiente frecuentado por literatos, artistas e intelectuales. Tras el fallecimiento temprano de su padre, en 1905, se estableció con su hermana Vanessa –pintora que se casaría con el crítico Clive Bell– y sus dos hermanos en el barrio londinense de Bloomsbury, que pronto se convirtió en centro de reunión de antiguos compañeros universitarios de su hermano mayor, entre los que figuraban intelectuales de la talla del escritor E. M. Forster, el economista J. M. Keynes y los filósofos Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein, y que sería conocido más tarde como el grupo de Bloomsbury. Tras su paso por el King´s Collage de Londres conoció a Leonard Wolf, con quien en 1912, cuando contaba treinta años, se casaría. Era economista y miembro también del grupo, y con quien fundó en 1917 la célebre editorial Hogarth Press, que editó la obra de la propia Virginia y la de otros relevantes escritores del momento, como Katherine Mansfield, T. S. Eliot o Sigmund Freud. Virginia Wolf había empezado a escribir en 1905 para The Times Literary Supplement, pero hasta que no entrega sus primeras novelas, Fin de viaje (1915) y Noche y día (1919), no percibe que estas ponen de manifiesto su intención de romper con los moldes narrativos heredados de la novelística inglesa anterior, en especial la subordinación de personajes y acciones al argumento general de la novela, así como las descripciones de ambientes y personajes tradicionales; sin embargo, pese a los esfuerzos editores de su hermano, sus primeros títulos apenas merecieron consideración por parte de la crítica. Sus novelas posteriores le dieron parte de su celebridad en vida, La señora Dalloway (1925), Al faro (1927), Orlando (1928) y Las olas (1931). La obra de Virginia Woolf solo puede entenderse como un diálogo con Bloomsbury, particularmente su tendencia hacia el racionalismo doctrinario, porque desaparecidas la acción y la intriga, sus narraciones se esfuerzan por captar la vida cambiante e inasible de la conciencia humana.










Michèle Gazier/ Bernard Ciccolini; Virginia Wolf; Madrid, Impedimenta, 2012; 90 págs.

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