JÓVENES NARRADORES EN BUSCA DE LECTORES
ADOLESCENTES
La narrativa de algunos jóvenes
narradores se incluye en colecciones para lectores infantiles y juveniles, caso
de Martín Casariego, Lorenzo Silva, Care Santos y Óscar Esquivias.
No
estamos obligados a delimitar la realidad literaria que abarca definiciones
genéricas. Esta razón se justifica cuando utilizamos calificativos categóricos,
como por ejemplo, el de «literatura infantil y juvenil», que explicitan unas
determinadas características de tema o forma y condicionan un ejercicio
literario que obligaría a la intención de un autor para crear un proceso
mediador capaz de hacer llegar el discurso narrativo a un lector distinto, léase
niño o joven, para así determinar un tipo de lectura distinta. Quizá,
transcurrido más de un siglo de ese denostado concepto de «Literatura infantil
y juvenil» habría que matizar ciertas cuestiones sobre literatura, sin la
necesidad de separarlas del sentido general, puesto que, llegados a ese punto,
tan sólo podríamos hablar de ciertos factores que determinarían la voluntad
creadora y la voluntad lectora de unos y otros.
La literatura infantil y juvenil
es España data de la segunda mitad del XIX, cuando conocemos las iniciativas de
algunos autores de intentar escribir para niños y jóvenes. Clásicos como Fernán
Caballero y el Padre Coloma, en narrativa; Jacinto Benavente y Ramón del
Valle-Inclán, en teatro, o la proliferación de antologías de gestas heroicas y
poesía recitable, propiciaron la
creación de revistas y colecciones editoriales y la difusión de la obra de
éstos y otros muchos autores. Sería necesario recordar la labor de creación y
continuidad de la
Librería Calleja, fundada en 1876 por Saturnino Calleja, el
patriarca familiar, y continuada, años más tarde, por su hijo Rafael, sobre
todo la creación, a partir de 1915, del Pinocho español escrito por Salvador
Bartolozzi. La aparición de Elena Fortún, creadora de la inolvidable Celia,
cuyas aventuras aparecerán en Blanco y Negro desde 1928 a 1936. O la
espectacular proliferación de autores de posguerra merced a la proliferación de
editoriales dedicadas a este público lector, tras el sinsentido de una barbarie
y la necesidad de lograr una paz espiritual en una población infantil y juvenil
que olvidara los difíciles años de la contienda. María Luisa Gefael, Celia
Viñas, José María Sánchez Silva, Concha Castroviejo, Tomás Salvador, Federico
Muelas, Alfonso Martínez Mena, incluso las generaciones de la denominada
«renovación del género narrativo», han contribuido con obras dedicadas a
jóvenes: Cela, Matute, Kurtz o Delibes. La generación del medio siglo, hizo su
propia aportación: Fraile, Fernández Santos, Martín Gaite y, aún los nietos de
la postguerra, Puértolas, Gabriel y Galán, Gómez Rufo, Merino, Millás, Montero,
en los 80, ofrecieron en sus obras la defensa de ciertos valores algo
desprestigiados: ecología, naturaleza y medio ambiente, realismo y fantasía,
para llegar a la consolidación de un género, que ha racionalizado el producto,
peligrosamente por edades, y ofrece grandes obras para grandes lectores.
Algunos nombres hoy interesantes: Montserrat del Amo, José Antonio del Cañizo,
Joan Manuel Gisbert, Alfredo Gómez Cerdá, Fernando Lalana, Jordi Sierra i Fabra
o Pilar Mateos.
Todo
este largo preámbulo para situarnos en una actualidad que demanda nuevas
preocupaciones sociales acerca de los valores señalados y ha propiciado nuevas
perspectivas sobre la creación infantil y juvenil: iniciativas de instituciones
públicas algo más sensibilizadas, promociones de lecturas, formación de un
profesorado que, desde las aulas, insta a una mayor difusión lectora, cursos,
simposios y asociaciones, han dado rienda suelta a editoriales que han creado colecciones, exclusivamente, para este
joven público lector, Alfaguara, Anaya, S.M. Edelvives, Edebé, son algunas de
las últimas propuestas que coinciden en el mercado, con jóvenes autores de
experiencia, que ya habían entregado títulos anteriores. Son los casos de
Martín Casariego (Madrid, 1962), Lorenzo Silva (Madrid, 1966), Care Santos
(Mataró, Barcelona, 1970), cuya temática coincide: el amor; y finalmente, Óscar
Esquivias (Burgos, 1972), que escribe una obra de aventuras.
Dos
en una
Dos chicas que, aparentemente,
son la misma persona sirven de trama a Martín Casariego Córdoba (Madrid, 1962)
para contar la historia de Mateo, un adolescente que un día se encuentra con
una chica en un semáforo y queda, irremisiblemente, prendado de ella. Mientras
aguardan ante el semáforo, el chico le pide una cita. Días más tarde vuelven a
encontrarse, pero ésta vez la joven se muestra esquiva y no reconoce al chico.
¿Está la chica iniciando un juego de despiste o caso no se trata de la misma
persona? En realidad, tras un pormenorizado análisis y una consulta
especializada, Mateo llega a la conclusión de que puede tratarse de un
desdoblamiento de personalidad y se embarca en la aventura de tratar de
descubrir el secreto de sua amor, citando, alternativamente, a las dos jóvenes
y poder descubrir a la verdadera chica de sus sueños.
Este es el argumento de la
novela de corte juvenil, Dos en una (2003), que Martín Casariego entrega
después de Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero (1995), El
chico que imitaba a Roberto Carlos (1996) y Qué poca prisa se da el amor
(1997). En realidad, la trama le sirve al narrador para desvelar parte del
mundo adolescente, justificar intereses o mediar en los problemas de la edad,
incluso apuntar sobre vivencias amorosas iniciáticas. La novela se sustenta por
la habilidad de unos diálogos juveniles
muy ágiles, ofrece los matices de ciertas personalidades, de sus pretensiones y
esa búsqueda de una identidad propia, quizá menos convencional. Como siempre
entra en juego el mundo de los adultos, con divorcio incluido, aventuras
amorosas adúlteras o las continuas soledades del protagonista junto a una
madre, siempre, ausente.
Los
amores lunáticos
Pablo sabe que el peor error que
puede cometer un hombre es perder la cabeza por una mujer inadecuada o, al
menos, ese es el argumento de su abuelo, un hombre que nunca hablaba por
hablar. Es un chico del barrio de Carabanchel que piensa que el romanticismo
está bien para las niñas, aunque, inesperadamente se ve envuelto en una doble
historia de amor. Lorenzo Silva (Madrid, 1966) publica, Los amores lunáticos
(2003), tras una saga con adolescentes como protagonistas: Laura, Irene y
Silvia, formaban parte de Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia (1997),
El cazador del desierto (1998) y La lluvia de París (2000). Pablo
vive una historia de amor a dos bandas porque se enamora, pasionalmente, de una
extraña chica en la puerta de una farmacia cuando accidentalmente se le caen
las medicinas y se fija en la
profundidad de unos ojos negros. En ese momento se pregunta si ¿eso es el amor?
Para colmo, la nueva profesora de Literatura es una veinteañera, rubia de pelo
rizado, de piel morena, muy flaca, pero una de esas personas que desprenden una
armonía y una fuerza misteriosa. Pablo tiene un amigo, Carlos, y ambos se
debaten entre una adolescencia difícil y sus primeros balbuceos en el extraño
mundo del amor. Al hilo se muestran sus aficiones musicales que incluyen grupos
tan carismáticos como Iron Maiden, Massive Attack, Rammstein,
Korn o Extremoduro. En uno de los libros recomendados por la
profesora, El diablo en el cuerpo, de Raymond Radiguet, puede leerse,
«si el corazón tiene sus razones que la razón no conoce, es porque esta última
es menos razonable que nuestro corazón». El argumento le sirve a Pablo, al final,
para darse cuenta de que el problema es que nunca terminamos de conocernos bien
a nosotros mismos y, de la misma forma, es muy difícil trascender a esos otros
conocimientos que nos va proporcionando la vida.
Laluna.com
También la joven catalana explora
el amor adolescente en su última entrega que, además, ha conseguido un
prestigioso premio de literatura juvenil. Care Santos (Mataró, Barcelona, 1970)
es una joven narradora que se aventuró hace algunos años en este tipo de
relatos, La muerte de Kurt Cobain (1997), Okupada (1997), Te
diré quién eres (1999) o Hot Dogs (Premio Gran Angular, 2000). Con Laluna.com
(2003), una novela para lectores exigentes, ha conseguido el Premio Edebé de
Literatura Juvenil.
La historia parte del
desgraciado accidente que sufre Cris, una adolescente de 16 años, practicando fly-surf
en las playas de Tarifa. No sería conveniente desgranar el argumento sino fuera
porque la anécdota que se cuenta en el primer capítulo de Laluna.com es
sólo el inicio de la verdadera historia que Care Santos nos quiere contar. A
partir de este momento entran en escena las voces de Cira, Amador, Irene y los
correos electrónicos que se cruzan estos adolescentes para justificar tanto sus
últimas vivencias como el recuerdo de Cris. Pero esta es una historia de amor un tanto singular.
Amador está deslumbrado por una explosiva Cris y pronto se dará cuenta de la
verdadera relación que le llevará hasta una de las protagonistas. Cira es una
adolescente que mantiene una extraña relación con su nariz, calificada por ella
misma de sobresaliente y utiliza toda clase de artimañas para no hablar de su
apéndice nasal. En el relato se cuestiona tanto sus relaciones amorosas como su
complejo nasal. Su segunda inquietud le lleva a la primera, pero semejantes desengaños
le llevarán al verdadero amor de su vida: el de un primo con el que ha
convivido desde siempre. A partir de este momento se hilvana la historia de
amor. Bravo por Cira, la verdadera protagonista del relato y, bravo por Care,
la novelista, ambas capaces de sustentar un relato ameno, de lectura ágil,
acertado tanto en su expresión como contenido, fresco en el lenguaje y en la
exposición de las inquietudes juveniles, cuestionando incluso nociones
adolescentes sobre el amor que traspasan las fronteras de lo establecido. Estos
jóvenes, en su historia particular, vencerán su timidez y sus complejos,
descubrirán que la nariz de Cira no es un inconveniente ni siquiera para
besarse pero, sobre todo, una lección última, convencerán al mundo de que,
siendo primos, no pasa nada porque se enamoren y salgan juntos.
Huye
de mí, rubio
Pasar unas vacaciones en la República Centroamericana
de Sierramagna, enclavada en una selva tropical, no es lo más recomendable para
el protagonista adolescente de Huye de mí, rubio (2002), una singular
aventura que Óscar Esquivias (Burgos, 1972) ambienta en esa brutal realidad que
viven algunos de los países Centroamericanos. Ismael, un joven de quince años,
deberá pasar el mes de vacaciones con su padre, ingeniero alemán de la multinacional
que construye una presa en el lugar. Hasta allí se desplazará abandonando las
comodidades de su casa en Barcelona o una fabulosa estancia estival en las
playas de Santander. El joven pronto se dará de bruces con la realidad de un
país donde el gobierno está en permanente estado de alerta frente a una
guerrilla beligerante. Sus habitantes sobreviven a la miseria y se enfrentan al
miedo diario que les lleva a sopesar muchas de sus actitudes ante la vida. Esa
es la lección que aprenderá el joven Ismael que muy pronto se verá envuelto en
los incidentes que llenan, a diario, las páginas de la prensa centroamericana:
escaramuzas y muerte, torturas y secuestros, incluso, experimentará la
supervivencia, retenido en mitad de la selva, en un campamento guerrillero. A
partir de este momento, la desagradable experiencia vivida por el joven español
en el campamento le harán, sobre todo, madurar tras dos angustiosas semanas de
cautiverio.
Óscar Esquivias consigue
escribir una acertada novela de aventuras que incluye otras cuestiones que harán reflexionar a un
público lector más joven porque, paralelamente descubrirá, el significado de la
vida en situaciones extremas, el sentido del miedo, el valor de la amistad o la
angustia del dolor, ante muchas de las muertes sin sentido. «Son terroristas,
gente mala —añade tras la matanza en el campamento guerrillero el general
Olmos— ellos te habrían matado sin ningún escrúpulo». La aventura termina con
la visión, desde el aire, de una selva que, a Ismael, se lo había tragado
durante los últimos quince días y le hará reflexionar el resto de su vida.
Tenemos que apostar por la literatura juvenil siempre. Estupendas recomendaciones.
ResponderEliminarMª Ángeles.
Lecturas para madurar a jóvenes lectores.
ResponderEliminar