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lunes, 19 de enero de 2015

Desayuno con diamantes, 19



          JÓVENES NARRADORES EN BUSCA DE LECTORES ADOLESCENTES
        La narrativa de algunos jóvenes narradores se incluye en colecciones para lectores infantiles y juveniles, caso de Martín Casariego, Lorenzo Silva, Care Santos y Óscar Esquivias.



     No estamos obligados a delimitar la realidad literaria que abarca definiciones genéricas. Esta razón se justifica cuando utilizamos calificativos categóricos, como por ejemplo, el de «literatura infantil y juvenil», que explicitan unas determinadas características de tema o forma y condicionan un ejercicio literario que obligaría a la intención de un autor para crear un proceso mediador capaz de hacer llegar el discurso narrativo a un lector distinto, léase niño o joven, para así determinar un tipo de lectura distinta. Quizá, transcurrido más de un siglo de ese denostado concepto de «Literatura infantil y juvenil» habría que matizar ciertas cuestiones sobre literatura, sin la necesidad de separarlas del sentido general, puesto que, llegados a ese punto, tan sólo podríamos hablar de ciertos factores que determinarían la voluntad creadora y la voluntad lectora de unos y otros.
   La literatura infantil y juvenil es España data de la segunda mitad del XIX, cuando conocemos las iniciativas de algunos autores de intentar escribir para niños y jóvenes. Clásicos como Fernán Caballero y el Padre Coloma, en narrativa; Jacinto Benavente y Ramón del Valle-Inclán, en teatro, o la proliferación de antologías de gestas heroicas y poesía recitable,  propiciaron la creación de revistas y colecciones editoriales y la difusión de la obra de éstos y otros muchos autores. Sería necesario recordar la labor de creación y continuidad de la Librería Calleja, fundada en 1876 por Saturnino Calleja, el patriarca familiar, y continuada, años más tarde, por su hijo Rafael, sobre todo la creación, a partir de 1915, del Pinocho español escrito por Salvador Bartolozzi. La aparición de Elena Fortún, creadora de la inolvidable Celia, cuyas aventuras aparecerán en Blanco y Negro desde 1928 a 1936. O la espectacular proliferación de autores de posguerra merced a la proliferación de editoriales dedicadas a este público lector, tras el sinsentido de una barbarie y la necesidad de lograr una paz espiritual en una población infantil y juvenil que olvidara los difíciles años de la contienda. María Luisa Gefael, Celia Viñas, José María Sánchez Silva, Concha Castroviejo, Tomás Salvador, Federico Muelas, Alfonso Martínez Mena, incluso las generaciones de la denominada «renovación del género narrativo», han contribuido con obras dedicadas a jóvenes: Cela, Matute, Kurtz o Delibes. La generación del medio siglo, hizo su propia aportación: Fraile, Fernández Santos, Martín Gaite y, aún los nietos de la postguerra, Puértolas, Gabriel y Galán, Gómez Rufo, Merino, Millás, Montero, en los 80, ofrecieron en sus obras la defensa de ciertos valores algo desprestigiados: ecología, naturaleza y medio ambiente, realismo y fantasía, para llegar a la consolidación de un género, que ha racionalizado el producto, peligrosamente por edades, y ofrece grandes obras para grandes lectores. Algunos nombres hoy interesantes: Montserrat del Amo, José Antonio del Cañizo, Joan Manuel Gisbert, Alfredo Gómez Cerdá, Fernando Lalana, Jordi Sierra i Fabra o Pilar Mateos.

 

     Todo este largo preámbulo para situarnos en una actualidad que demanda nuevas preocupaciones sociales acerca de los valores señalados y ha propiciado nuevas perspectivas sobre la creación infantil y juvenil: iniciativas de instituciones públicas algo más sensibilizadas, promociones de lecturas, formación de un profesorado que, desde las aulas, insta a una mayor difusión lectora, cursos, simposios y asociaciones, han dado rienda suelta a editoriales que han  creado colecciones, exclusivamente, para este joven público lector, Alfaguara, Anaya, S.M. Edelvives, Edebé, son algunas de las últimas propuestas que coinciden en el mercado, con jóvenes autores de experiencia, que ya habían entregado títulos anteriores. Son los casos de Martín Casariego (Madrid, 1962), Lorenzo Silva (Madrid, 1966), Care Santos (Mataró, Barcelona, 1970), cuya temática coincide: el amor; y finalmente, Óscar Esquivias (Burgos, 1972), que escribe una obra de aventuras.

 
Dos en una
     Dos chicas que, aparentemente, son la misma persona sirven de trama a Martín Casariego Córdoba (Madrid, 1962) para contar la historia de Mateo, un adolescente que un día se encuentra con una chica en un semáforo y queda, irremisiblemente, prendado de ella. Mientras aguardan ante el semáforo, el chico le pide una cita. Días más tarde vuelven a encontrarse, pero ésta vez la joven se muestra esquiva y no reconoce al chico. ¿Está la chica iniciando un juego de despiste o caso no se trata de la misma persona? En realidad, tras un pormenorizado análisis y una consulta especializada, Mateo llega a la conclusión de que puede tratarse de un desdoblamiento de personalidad y se embarca en la aventura de tratar de descubrir el secreto de sua amor, citando, alternativamente, a las dos jóvenes y poder descubrir a la verdadera chica de sus sueños.
      Este es el argumento de la novela de corte juvenil, Dos en una (2003), que Martín Casariego entrega después de Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero (1995), El chico que imitaba a Roberto Carlos (1996) y Qué poca prisa se da el amor (1997). En realidad, la trama le sirve al narrador para desvelar parte del mundo adolescente, justificar intereses o mediar en los problemas de la edad, incluso apuntar sobre vivencias amorosas iniciáticas. La novela se sustenta por la habilidad de unos  diálogos juveniles muy ágiles, ofrece los matices de ciertas personalidades, de sus pretensiones y esa búsqueda de una identidad propia, quizá menos convencional. Como siempre entra en juego el mundo de los adultos, con divorcio incluido, aventuras amorosas adúlteras o las continuas soledades del protagonista junto a una madre, siempre, ausente.  



Los amores lunáticos
    Pablo sabe que el peor error que puede cometer un hombre es perder la cabeza por una mujer inadecuada o, al menos, ese es el argumento de su abuelo, un hombre que nunca hablaba por hablar. Es un chico del barrio de Carabanchel que piensa que el romanticismo está bien para las niñas, aunque, inesperadamente se ve envuelto en una doble historia de amor. Lorenzo Silva (Madrid, 1966) publica, Los amores lunáticos (2003), tras una saga con adolescentes como protagonistas: Laura, Irene y Silvia, formaban parte de Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia (1997), El cazador del desierto (1998) y La lluvia de París (2000). Pablo vive una historia de amor a dos bandas porque se enamora, pasionalmente, de una extraña chica en la puerta de una farmacia cuando accidentalmente se le caen las medicinas y se fija en  la profundidad de unos ojos negros. En ese momento se pregunta si ¿eso es el amor? Para colmo, la nueva profesora de Literatura es una veinteañera, rubia de pelo rizado, de piel morena, muy flaca, pero una de esas personas que desprenden una armonía y una fuerza misteriosa. Pablo tiene un amigo, Carlos, y ambos se debaten entre una adolescencia difícil y sus primeros balbuceos en el extraño mundo del amor. Al hilo se muestran sus aficiones musicales que incluyen grupos tan carismáticos como Iron Maiden, Massive Attack, Rammstein, Korn o Extremoduro. En uno de los libros recomendados por la profesora, El diablo en el cuerpo, de Raymond Radiguet, puede leerse, «si el corazón tiene sus razones que la razón no conoce, es porque esta última es menos razonable que nuestro corazón». El argumento le sirve a Pablo, al final, para darse cuenta de que el problema es que nunca terminamos de conocernos bien a nosotros mismos y, de la misma forma, es muy difícil trascender a esos otros conocimientos que nos va proporcionando la vida.



Laluna.com
    También la joven catalana explora el amor adolescente en su última entrega que, además, ha conseguido un prestigioso premio de literatura juvenil. Care Santos (Mataró, Barcelona, 1970) es una joven narradora que se aventuró hace algunos años en este tipo de relatos, La muerte de Kurt Cobain (1997), Okupada (1997), Te diré quién eres (1999) o Hot Dogs (Premio Gran Angular, 2000). Con Laluna.com (2003), una novela para lectores exigentes, ha conseguido el Premio Edebé de Literatura Juvenil.
    La historia parte del desgraciado accidente que sufre Cris, una adolescente de 16 años, practicando fly-surf en las playas de Tarifa. No sería conveniente desgranar el argumento sino fuera porque la anécdota que se cuenta en el primer capítulo de Laluna.com es sólo el inicio de la verdadera historia que Care Santos nos quiere contar. A partir de este momento entran en escena las voces de Cira, Amador, Irene y los correos electrónicos que se cruzan estos adolescentes para justificar tanto sus últimas vivencias como el recuerdo de Cris. Pero esta es  una historia de amor un tanto singular. Amador está deslumbrado por una explosiva Cris y pronto se dará cuenta de la verdadera relación que le llevará hasta una de las protagonistas. Cira es una adolescente que mantiene una extraña relación con su nariz, calificada por ella misma de sobresaliente y utiliza toda clase de artimañas para no hablar de su apéndice nasal. En el relato se cuestiona tanto sus relaciones amorosas como su complejo nasal. Su segunda inquietud le lleva a la primera, pero semejantes desengaños le llevarán al verdadero amor de su vida: el de un primo con el que ha convivido desde siempre. A partir de este momento se hilvana la historia de amor. Bravo por Cira, la verdadera protagonista del relato y, bravo por Care, la novelista, ambas capaces de sustentar un relato ameno, de lectura ágil, acertado tanto en su expresión como contenido, fresco en el lenguaje y en la exposición de las inquietudes juveniles, cuestionando incluso nociones adolescentes sobre el amor que traspasan las fronteras de lo establecido. Estos jóvenes, en su historia particular, vencerán su timidez y sus complejos, descubrirán que la nariz de Cira no es un inconveniente ni siquiera para besarse pero, sobre todo, una lección última, convencerán al mundo de que, siendo primos, no pasa nada porque se enamoren y salgan juntos.



Huye de mí, rubio
     Pasar unas vacaciones en la República Centroamericana de Sierramagna, enclavada en una selva tropical, no es lo más recomendable para el protagonista adolescente de Huye de mí, rubio (2002), una singular aventura que Óscar Esquivias (Burgos, 1972) ambienta en esa brutal realidad que viven algunos de los países Centroamericanos. Ismael, un joven de quince años, deberá pasar el mes de vacaciones con su padre, ingeniero alemán de la multinacional que construye una presa en el lugar. Hasta allí se desplazará abandonando las comodidades de su casa en Barcelona o una fabulosa estancia estival en las playas de Santander. El joven pronto se dará de bruces con la realidad de un país donde el gobierno está en permanente estado de alerta frente a una guerrilla beligerante. Sus habitantes sobreviven a la miseria y se enfrentan al miedo diario que les lleva a sopesar muchas de sus actitudes ante la vida. Esa es la lección que aprenderá el joven Ismael que muy pronto se verá envuelto en los incidentes que llenan, a diario, las páginas de la prensa centroamericana: escaramuzas y muerte, torturas y secuestros, incluso, experimentará la supervivencia, retenido en mitad de la selva, en un campamento guerrillero. A partir de este momento, la desagradable experiencia vivida por el joven español en el campamento le harán, sobre todo, madurar tras dos angustiosas semanas de cautiverio.
  Óscar Esquivias consigue escribir una acertada novela de aventuras que incluye  otras cuestiones que harán reflexionar a un público lector más joven porque, paralelamente descubrirá, el significado de la vida en situaciones extremas, el sentido del miedo, el valor de la amistad o la angustia del dolor, ante muchas de las muertes sin sentido. «Son terroristas, gente mala —añade tras la matanza en el campamento guerrillero el general Olmos— ellos te habrían matado sin ningún escrúpulo». La aventura termina con la visión, desde el aire, de una selva que, a Ismael, se lo había tragado durante los últimos quince días y le hará reflexionar el resto de su vida. 

2 comentarios:

  1. Tenemos que apostar por la literatura juvenil siempre. Estupendas recomendaciones.
    Mª Ángeles.

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  2. Lecturas para madurar a jóvenes lectores.

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