P
Pasado,
presente y futuro
“El único
elemento que puede sustituir la dependencia del pasado es la dependencia del
futuro”.
John
Dos Passos.
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Ocho cuentos y medio
Eso y poco más es
lo que interesa: contar historias. Esas que surgen de la realidad inmediata y
se traducen en relaciones personales, pese a las insatisfacciones, los
fracasos, o la soledad más absoluta, y alguna que otra alegría, aunque eso sí inmersos
en los problemas cotidianos que se acercan a una realidad, y se traducen en unas
historias que se miran, una y otra vez, en ese espejo que produce la
incertidumbre diaria. Y en este sentido se mueve, Ocho cuentos y medio (2014), la nueva apuesta narrativa breve de
Javier Morales Ortiz (Plasencia, 1968), que ya se había ejercitado en el género
y publicado, La despedida (2008) y Lisboa (2011), dos colecciones que
sobresalían por ofrecer la realidad moral de toda una vida y, sobre todo,
porque sobre sus personajes recaía o, mejor, se edificaban las historias que giraban
en torno a ese divino mundo cotidiano. Autor de profunda tradición chejoviana,
a Morales le importa que sus textos contengan abundantes elipsis, y así va dejando
el hueco necesario en sus historias para que el lector sea capaz de interpretar
y aun más, en ocasiones, de reinterpretar. El narrador arranca de una realidad
inmediata como punto de partida, y en ocasiones el resultado de esta resulta
tan desolador como dramático porque quizá, como protagonistas únicos, no
reflexionamos acerca de la percepción inconsciente del conocimiento de una vida
cotidiana. Por otra parte, no encontramos en los relatos de Javier Morales
detalles pormenorizados que ofrezcan una idea total de la historia que estamos
leyendo, lejos de eso nos enteramos por sus personajes que ellos mismos tienen
la decepcionante capacidad de mostrarse superfluos en su actitud vital, como si
esa insignificancia fuese una muestra más de este complejo mundo; la mayoría
han modificado sus rutinas, y de golpe y porrazo sus vidas dan un giro
inesperado y se perfilan así, como incompletos y parece que no hubieran
encontrado su camino en esta vida.
En las historias
de Ocho cuentos y medio se nos habla del
profético divorcio de unos padres enmarcado en un final de año decisivo de su
vida, o del inocente descubrimiento de la verdad de unos niños, y como a través
del “mito de la caverna” dos seres solitarios se conocen, Gladys, una uruguaya,
y el narrador, vislumbrado por la vida que esta lleva en el semisótano de un
edificio viejo, y de mala construcción; o los problemas laborales que se
mezclan con la vida personal, y la vida adolescente que se interrumpe frente a
una responsabilidad que atormenta a los dos jóvenes, y ese espacio futuro en
blanco sin que podamos discernir qué o debe ocurrir; la absoluta soledad de
Bruno, o la cómica o asfixiante situación de una plaga de chinches y su
descontaminación que hace aguas una relación de pareja; y el homenaje al
maestro Chéjov en el que, tal vez, sea el mejor relato de la colección,
“Regreso a Sajalín”, el descubrimiento de su protagonista, una joven
investigadora canadiense para llegar a Guantánamo, un relato paralelo que
descubre y parafrasea la magia del narrador ruso.
Javier Morales
concreta sus textos, hasta la expresión mínima, utilizando un lenguaje conciso
y eficaz, que redondea con una aparente sencillez que se asemeja a un fogonazo
que busca complacer al lector y dejarle el regusto de la buena literatura, un
sano concepto de hacer las cosas bien, lejos de una retórica ampulosa que
enmaraña las historias sin sentido alguno. Ocho
cuentos, y ese medio, a modo de
epílogo de Gonzalo
Calcedo, o mejor ese relato que, de la mano de un maestro,
ensaya en sus textos unas equivocas situaciones en las que todos y cada uno
podemos vernos como “Caídos del cielo”.
OCHO CUENTOS Y
MEDIO
Javier Morales
Ortiz
(Epílogo de Gonzalo Calcedo)
Tenerife, Baile
del Sol, 2014; 104 págs., 9€
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