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jueves, 1 de octubre de 2015

Los olvidados



TURRONES PARA SENDER
(Epistolario personal de Ramón J. Sender y Eduardo Fuembuena) 



      Ramón J. Sender manifestó en sus primeros años de periodismo una aguda tendencia al compromiso político-social, a la historia pretérita y presente de la España republicana, y una acusada curiosidad sobre el espíritu de los seres y de las cosas que más tarde reproduciría en sus novelas. La guerra civil le sorprendió veraneando con su familia en San Rafael, un pueblecito, de la sierra de Guadarrama. Salió de España a finales del año 1938, a su esposa, Amparo Barayón, la habían fusilado el 11 de octubre de 1936, en Zamora, aunque él conocería este suceso dos meses después, y sus dos hijos, Ramón y Andrea, desamparados en zona nacional, fueron rescatados por la Cruz Roja Internacional y llevados a Bayona, a principios de 1937, donde se reunieron con su padre que había llegado hasta allí desde el frente de Aragón. Poco después, el escritor iniciaría un largo destierro que le llevaría primero a un campo de concentración en Francia, más tarde a México y finalmente a Estados Unidos, concretamente a San Diego (California), en cuya universidad enseñó y donde volvería a casarse y rehacer su vida.
      La posición de un escritor en el exilio condiciona, necesariamente, su obra— señalaba Juan Luis Alborg, en Hora actual de la novela española (1962)—, constriñéndola y sacándola de su natural camino. Ya añade el peligro de crear bajo el espejismo de la lejanía, la nostalgia o el resentimiento. Un apasionado Sender, joven periodista durante la Guerra de Marruecos, ingresó en el prestigioso diario El Sol como corrector y redactor, entre 1924 y 1930, posteriormente afianzaría su fama en medios libertarios, Solidaridad Obrera y La Libertad. Sus primeras novelas de ideología revolucionaria cosecharon un extraordinario éxito, Imán (1930), Orden público (1932), Siete domingos rojos (1932), Viaje a la aldea del crimen (1934) y, sobre todo, Mr.Witt en el Cantón (Premio Nacional de Literatura, 1935). Su prolongada estancia norteamericana le llevó a un considerable aumento de su producción literaria, Crónica del alba (1942-1966), Réquiem por un campesino español (1953), Bizancio (1958), La llave (1960), La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1968), el premio Planeta, En la vida de Ignacio Morell (1969), La efemérides (1976) y La mirada inmóvil (1979). Ramón José Sender Garcés había nacido en Chalamera, Huesca, en febrero de 1901, visitó España en diversas ocasiones, la primera un mediodía de mayo de 1974, volvería dos años más tarde, y en 1980 solicitó recuperar su nacionalidad española, aunque murió sin conseguirlo en la madrugada del 15 al 16 de enero de 1982, solo en su apartamento de San Diego. Buena parte de sus estancias las pasaría en su tierra aragonesa, donde conoció a Eduardo Fuembuena, fundador, editor y director de Aragón/Exprés,  medio que apareció por primera vez el 28 de enero de 1970, hasta que en 1979 se transforma en diario de la mañana, con 24 páginas, compuesto a 6 columnas y colaboraciones importantes de García Badell, Martín Ferrand, Pérez Valera, F. de Pablos, o Pedro Calvo Hernando, pero las dificultades económicas de la familia Fuembuena llevaron a su cierre y, el 22 de enero de 1983, se publicó el último número. Fuembuena había solicitado colaboraciones al escritor para su periódico, y este aceptó la propuesta en San Diego, desde donde enviaba sus artículos y reseñas de crítica literaria de forma ininterrumpida, lo que originaría un amistad más allá del simple intercambio mercantil por parte de ambos. Durante años, Fuembuena le enviaría, vía Iberia, los periódicos, además de ciertas dulzainas por navidad que incluían, por supuesto, turrones variados para festejar dichas fiestas: «Por fin han llegado tus confites. Nunca es tarde si la dicha es buena y puedes imaginar lo buena que ha sido para la chiquillería propia y ajena. Mil gracias./ Tus paquetes de Christmas son ya famosos en la aduana (aquí) y es divertido ir a buscarlos (3 enero, 81)». «Ayer llegaron los turrones. Gracias mil. En América no hay cosas tan exquisitas y excuso decirte que has hecho felices a media docena de hijos de amigos míos que también leen Aragón/Exprés. Y antes que a ellos a mí mismo, que recuerdo mis años infantiles (6 de enero 1982) —escribiría el narrador en algunas de las cartas familiares que se reproducen en este curioso libro que firma, Marta Fuembuena.
 
El libro Turrones para Sender. Epistolario personal de Ramón J, Sender y Eduardo Fuembuena (Tropo Editores, 2011), editado por Marta Fuembuena Loscertales, nieta del fundador del periódico, reproduce la «Historia de un encuentro, el encuentro de una historia», así como algunas entrevistas con el escritor durante sus estancias en Zaragoza, un epistolario personal, algunas imágenes personales de la familia Fuembuena, así como un pequeño ensayo de José Domingo Dueñas, con unas referencias bibliográficas. En realidad, Fuembuena se convirtió, como queda dicho en el volumen, en principal impulsor e, incluso, promotor de la vuelta del escritor a España, inicialmente a su tierra aragonesa, y a Salou donde disfrutaría de la tranquilidad de la costa. La correspondencia muestra a un Sender bastante mayor, muy cercano en su tratamiento con el periodista a quien da cumplida referencia de su vida, de sus colaboraciones, o de sus libros. Lo más interesante del libro, un breve acercamiento de José Domingo Dueñas Lorente a un Sender implicado en los primeros acontecimientos bélicos y su salida de España, y el proceso narrativo seguido por el aragonés en su producción desde el exilio, aunque destaca el somero análisis de las colaboraciones del diario de la tarde, ocho en total que reproducen anotaciones del escritor aragonés sobre Hemingway, Cendrars, un ejecutado Gilmore, Tucci o sobre aspectos como el inconsciente, la religión y la correspondencia de los escritores. Sender publicó en Aragón/Esprés más de doscientos artículos, según Dueñas, a lo largo de los casi diez años de colaboración con Fuembuena, aunque algunos se habían publicado, previamente, Blanco y Negro. El argumento para escribir Sender era elegir un libro por su sensibilidad expuesta, aportaba sugerencias propias frente a una técnica de crítica oficial, descubría el buen sentido y la pertinencia o no de su tesis para ejercer una reflexión libre sobre el texto. En uno de sus artículos, como señala Dueñas, llegó a escribir que: «No me atrevo a llamar mi tarea “crítica de libros” porque solo hablo de los que me gustan. Y entonces más que una crítica es una especie de comentario rapsódico. Los libros malos no merecen siquiera el anatema. Se van solos al infierno». Mostró, no obstante, su admiración por Hemingway, por L.C. Celine, de Ortega apuntaba ciertas inexactitudes, y sobre Unamuno escribió que su personalidad sobresalía sobre su literatura, o que Valle-Inclán, Machado y Baroja tendrían una pervivencia más asegurada. En otros muchos casos, su mirada estaba en la actualidad, el caso de Patricia Hearts, la desigualdad de los negros estadounidenses, la guerra de Vietnam, o la supuesta deriva ideológica de España. Se defendía de los ataques producidos durante sus visitas a España, cuando lo tachaban desde sectores ideológicos rezagados de conservador. Buscó siempre, como se muestra en esta breve antología, la categoría en lo anecdótico y en el detalle el fondo del asunto. Como señala el autor del artículo, estos textos muestran un Sender maduro en diálogo permanente con su tiempo, en el afán indomable de entender y de entenderse en su encomiable empeño por otorgar una dimensión social a la tarea de escribir.
        La proyección de Sender, los textos publicados en Aragón/Esprés, así como su último libro, Monte Odina (1980), y este paseo por lo más íntimo de una amistad, Turrones para Sender, aportan nuevos matices a la hora de valorar y enjuiciar la obra narrativa y el ensayo del gran narrador de Crónica del alba.


                                     









Fuembuena Loscertales, Marta, Turrones para Sender; Zaragoza, Tropo Editores, 2011; 158 págs. + imágenes inéditas.


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