EL GRAN MOMENTO DE JUAN GARCÍA HORTELANO
El pasado mes de
abril, con sus lluvias y el anuncio de la primavera, nos regalaba el recuerdo de
los diez años transcurridos desde la inesperada muerte de Juan García Hortelano
(1928-1992), uno de esos autores de culto que han cubierto, con su obra y con
su actitud, el panorama narrativo de la segunda mitad del siglo XX*.
La novela social en la literatura
española del siglo XX ha sido el reflejo de esas diferentes capas que formaron
la sociedad del momento. Algunos escritores quisieron poner en tela de juicio
la manifiesta abulia con que las gentes encaraban entonces el destino de sus
vidas y su futuro. Las novelas que aparecieron en esta época trataban de
resaltar la actitud, los valores morales y sociales de un determinado grupo
social, bien referido a las capas bajas y a su deseo de cambiar o a la
burguesía y a su conformismo. Por otra parte, muchas de estas novelas muestran
la falta de orientación de la juventud del momento porque conviven en un
ambiente poco gratificante y llevan una existencia totalmente vacía, sin
propósitos mayores. El estudioso y crítico Pablo Gil Casado, que ha estudiado magistralmente este aspecto de
la narrativa española de la época, señala las características de estas novelas
y cita las más importantes. Los temas y los asuntos muestran grupos
representativos de uno varios sectores, los sucesos que narran son ficticios
aunque reflejan un estado de cosas, esencialmente, ciertas. Se trata de relatos
objetivos, la actitud general refleja una pasividad y una indiferencia, se
crean personajes característicos de una clase o grupo y las actitudes suelen
ser especialmente representativas de quienes están en conflicto con ellas.
Las novelas a que nos referimos y los
autores que apunta Gil Casado son: Esta oscura desbandada (1952), de
Juan Antonio Zunzunegui, Mi idolatrado hijo Sisí (1953), de Miguel
Delibes, Juegos de manos (1954), de Juan Goytisolo, El Jarama
(1956), de Rafael Sánchez Ferlosio, La fiebre (1959), de Ramón Nieto, Nuevas
amistades (1959), de Juan
García Hortelano y Encerrados con un solo juguete
(1960), de Juan Marsé, entre otros. Insiste aún más, Gil Casado, que las
novelas «parasociales» de la abulia están escritas al más claro estilo del
realismo-naturalismo y, por lo general, desarrollan un largo período de tiempo,
se narran sucesos que exponen la lasitud e inutilidad de las gentes, aunque la
proyección histórica no tiene el propósito de ahondar en el estado de la
conciencia nacional o de la burguesía.
Nuevas
amistades
El escritor Juan García Hortelano
representa dentro de la literatura del medio siglo, junto a Rafael Sánchez
Ferlosio, la corriente objetivista más extrema, esa que se denominó como
behaviorismo o conductismo y que, concretamente, en el caso de García Hortelano
se tradujo en una desencantada crítica a la burguesía y a sus modos de vida,
con esa técnica que hemos calificado de estrictamente objetiva. Juan García Hortelano había
nacido en Madrid en 1928, licenciado en Derecho, trabajó en la Administración del
Estado hasta su muerte acaecida en 1992. La concesión del premio Biblioteca
Breve en 1959 a
su primera novela, Nuevas amistades, y la rápida difusión de la misma, le
llevó a ser conocido muy pronto en los ambientes literarios y a convertirse en
el modelo de una nueva forma de escribir, sobre todo de ver la realidad de una
manera distinta de la entelequia nacional en que vivían los jóvenes autores. Lo
que describe García Hortelano en su primera obra se inscribe en un enfoque
puramente realista del mundo en el que él mismo vive. Se ha esforzado en
contemplar todo lo que le rodea con una nitidez tremendamente objetiva y así se
convierte en un sano intento por mostrar la vida inquieta, aturdida y ociosa de
un grupo de jóvenes burgueses madrileños cuya absurda existencia se ve
transmutada, inesperadamente, con la crudeza de una realidad. Desde el punto de
vista técnico, García Hortelano, ha tenido muy en presente la novela de Sánchez
Ferlosio El Jarama, aunque la utilización de un contrapunto narrativo a
través de una serie de escenas con personajes diferentes se aleja de los
planteamientos de la trama original de Sánchez Ferlosio. Existe, igualmente,
una sola acción, un protagonista colectivo, una multiplicidad de personajes que
recuerdan escena de la novela realista, pero se intenta ahora que la historia
se convierta en la disección de un problema moral.
Alternan, en proporción dosificada,
anotaciones objetivas de los pensamientos de estos jóvenes, junto a los
abundantes diálogos que éstos desarrollan a lo largo de la obra y que reflejan,
por otra parte, el grado de soledad en el que todos conviven. La intuición que
desprende la novela Nuevas amistades lleva al autor a realizar el
esfuerzo de plantear una sátira social como corresponde al drama de
irresponsabilidad y de inconsciencia que vive un sector de la juventud española
del momento. Hecho que les lleva a subsistir en una especie de mundo
artificial, sobre todo en la alta burguesía madrileña, en realidad, hijos de
familia, señoritos provincianos, estudiantes y sus respectivos padres que, al
igual que ellos, viven la trivialidad y el absurdo del momento, pendientes de
actos gratuitos e inconscientes que llenan, por otra parte, el vacío de sus
vidas y poco más. En esta novela, finalmente, aflora el egoísmo, la
inconsciencia, el miedo, la irresponsabilidad, la falta de sensibilidad y el
sentido de una moral recta, la ignorancia de una realidad cuya miseria misma
les lleva a ser petulantes por su propia condición de privilegio.
Tormenta
de verano
El siguiente libro de García Hortelano, Tormenta
de verano (1961), mantiene esa misma temática y este relato se convierte en
otra manifestación más de esa misma inquietud. En realidad, se trata del ajuste
de cuentas a las clases acomodadas, bien tomando como excusa a los jóvenes,
caso de su primera novela, bien a la burguesía enriquecida al amparo de los
privilegios que supuso para algunos la larga postguerra. La técnica en esta
novela es superior y el comportamiento de sus personajes se ejemplifica en una
primera persona, caso de Javier, hecho que le permite desvincular al autor del
resto de historias o anécdotas que puedan aflorar a lo largo del relato. Pero
si esta narración se parece estructuralmente hablando a la anterior, habrá que
apuntar que en realidad, el escritor madrileño, ha sabido reconstruir y
resaltar mejor los elementos de los que dispone ahora: los diálogos en esta
ocasión son mucho más complejos, se evita la monotonía de lo que se va narrando
e incluso la imagen que el lector percibe de ese grupo social retratado es
mucho más nítida y evidente. Los personajes sirven para resaltar las notas
distintivas de esos burgueses ociosos aunque en esta ocasión la incorporación
de otros no pertenecen a ese mundo, dispensan a la obra de un verismo y de unas
cualidades mucho más interesantes, veáse en este sentido, por ejemplo, el
gremio de pescadores, el cuerpo de policía, el inspector o incluso la
prostituta hallada muerta.
El gran momento de Mary Tribune,
aparecía en 1972, y se trata de nuevo de una historia sobre la abulia. Un
personaje—el narrador—singular y adinerado renuncia a la sociedad en la que
vive y se recluye, voluntariamente, buscando una personalidad perdida, en una
casa abandonada de la que, finalmente, también deserta. Este planteamiento le
sirve al autor para enlazar, por consiguiente, con las estructuras de sus dos
novelas precedentes. La diferencia en este texto es la subjetividad con que
dota al relato y que supone desde el punto de vista narrativo en primera
persona, además de incluir el humor, la ironía y el sarcasmo. García Hortelano
ha cambiado de personajes, en cierto modo, de técnica y de forma de expresión
para realizar su crítica particular. Ejemplifica ahora en ese mundo burgués en
personas de edad fronteriza al medio siglo que, alejadas de planteamientos más
sociales, se refugian en el alcohol, la diversión y el sexo. También es
evidente una manifiesta crítica de amplios contenidos culturales, muy propios
del momento, con lo que narrador completa aún más su campo de significación y
comienza, desde este momento, nuevas perspectivas que darán lugar a nuevas
novelas que iniciarán un camino diferente en su narrativa. Los vaqueros en
el pozo (1979), es otra vez el estudio de los hábitos y de las relaciones
de un grupo de personas que entablan un diálogo de sordos cuando están de
visita y alternan, como es debido, un variado dominio y sumisión de los papeles
que representan. Gramática parda (1982), se convierte en su novela más
ambiciosa, intelectual, con un profundo fondo humorístico que obliga a una
lectura atenta con evidentes y denostados propósitos testimoniales que dan
lugar a certeras anotaciones características, incluido el costumbrismo del que
tanto hizo gala el narrador García Hortelano en sus comienzos.
Los
cuentos
En una amplia entrevista que en 1971
realizaba con el crítico mejicano Federico Campbell, el novelista afirmaba que
«la literatura se compone de dos cosas, en realidad, de tres: la literatura es
una cuestión de malas intenciones (siguiendo a Gide); la literatura no es nada
más que una lengua y, en tercer lugar, es una preocupación temporal». Algunas
de estas significaciones biográficas vienen a cuento porque en Gente de
Madrid (1967), el autor incluye dos relatos extremadamente personales, dos
cuentos de su infancia ambientados durante la guerra civil. Aseguraba al
entrevistador que, muchos años después, no pudo resistirse a la tentación de
escribir sobre este tema. El primer trauma de su vida—aseguraba el
escritor—había sido aquella derrota, su primera caída, su primera angustia, la
herida... Entonces no tenía ninguna idea política, ni sociológica, ni
económica, pero vivía, eso sí, en un mundo dividido y el final de aquel mundo
significó, entonces, la pérdida de la libertad, de la calle y se avecinaba el
colegio de curas, los horarios, el rigor, en suma una vida aparentemente
normal. De alguna manera, muchos años después, todo eso seguía siendo lo mismo
porque de aquello aún no se había recuperado el escritor en los años setenta.
Gente de Madrid es,
efectivamente, uno de los libros más olvidados del autor quizá porque se trata
de una colección de cuentos, cinco en total, de una extensión muy variada, y
que, por el punto de vista adoptado, se pueden ver como una continuación de sus
primeras novelas. El valor de estos textos es, eminentemente, testimonial pero
a su vez sirven para constatar preocupaciones de mayor amplitud en el escritor,
además de ese cliché adquirido de detractor de la burguesía franquista que le
ha otorgado la crítica, puesto que dos de los relatos se desarrollan durante la
guerra civil y tres en la postguerra. Es significativa la tipología humana que
representa a la sociedad española contemporánea, cuyo origen se remonta a los
enfrentamientos del 36. «Las horcas caudinas» y «Riánsares y el fascista» son
dos cuentos vistos desde la óptica de unos niños que viven la guerra desde las
peleas entre muchachos y la decepción que éstos recibían de un conflicto que
les resultaba ajeno. No son, por tanto, historias de la guerra sino la de
aquellas víctimas inocentes que después vivirían en el mundo de los mayores.
Los otros tres sí participan del mundo habitual de García Hortelano, es decir,
una cena burguesa con lamentaciones incluidas, como ocurre en el cuento
titulado, «La noche anterior a la felicidad» o la irresistible ascensión de
unos oficinistas que gastan su paga extra en darse en una auténtica juerga que
incluye un poco de todo, en el cuento titulado «Sábado comida» o la visión de
una trabajadora española en París y su visión de la emigración. En realidad, lo
que puede resumirse de estos relatos, sobre todo en el momento de su
producción, es el testimonio expresado por el autor, el comportamiento de otras
capas sociales que pertenecían a la misma generación del escritor.
García Hortelano insistió aún más en el
género breve y en 1975 aparecía Apólogos y milesios, un volumen que
recoge, en tres apartados, catorce cuentos, vistos hoy como esa prolongada y
parsimoniosa visión de la vida que le tocó vivir. Nuevas entregas, Mucho
cuento (1987), veinte nuevos relatos y Los archivos secretos (1988),
una colección que, como señala el crítico Rafael Conte, ofrece una especie de
muestrario del arte narrativo del mejor García Hortelano. Desde sus cuentos más
antiguos a los más modernos, relatos sobre los tiempos de guerra, algún otro
cuento poético y costumbrista, incluso sobresale su vena más satírica donde
todo se vuelve al revés. El humor absurdo, los fantasmas generacionales del
fracaso y la búsqueda de la identidad o la burla, en realidad, el vivo retrato
de un autor singular que deja traslucir en sus textos la imagen de un hombre
tierno que ofrece con su prosa la mejor de las cortesías y de las delicadezas.
En 1992 aparecían sus Cuentos completos en una edición que el autor
había revisado y establecido personalmente poco antes de morir. En el mes de
abril, concretamente, un cáncer le arrebataba la vida. Cinco años más tarde se
volvían a editar sus Cuentos completos (1997), una nueva edición que
según su editor, Juan Cruz, respetaba la edición anterior e incluye, además,
una sección titulada «Cuentos contados», que agrupa una veintena de relatos
publicados de manera dispersa durante más de treinta años de ejercicio
literario.
Diez años después la realidad literaria
de Juan García
Hortelano es la siguiente: del material custodiado por su viuda han ido
apareciendo un poemario, La incomprensión del comercio (1995), una
edición realizada por su amigo Antonio Martínez Sarrión; Crónicas correspondidas
(1997), una selección de sus artículos que realizó Manuel de Lope y una nueva
compilación, esta vez de artículos literarios y una entrevista que, con el
título genérico de Invenciones urbanas, se publicaba en el 2001. El gran
momento de Juan García
Hortelano está aún por llegar. Ojalá, como suele decirse, no caiga demasiado
silencio sobre la obra y la figura de aquellos literatos que la muerte nos
arrebata tan impunemente. La justicia exige aún su presencia en nuestro mundo y
tal vez debamos pensar por un momento en la esperanza de que alguna vez estas
voces silenciadas vuelvan a deleitarnos con la sabia y la magia del arte de su
prosa.
*Escrito y publicado en la primavera de 2012,
Cuadernos del Sur (Diario Córdoba).
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