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COLECCIÓN DE HISTORIAS
No hay nada de extraño que, en el mundo
de Javier Tomeo (Quicena, Huesca, 1932), y en sus libros, aparezcan palomas,
leones, tortugas, gallinas, hormigas, gatos o cualquier tipo de animal
doméstico o no, hombres miopes, atormentados y solitarios, héroes anónimos, que
se incluyen en escenas cotidianas, situaciones inimaginables, perversidades, en
definitiva, que otorgan a la credibilidad del mundo actual, esa calificación
que se justificaría por sí sola, es decir, que no hay razón posible sin una
sinrazón que la haga creíble. Quizá por eso, Tomeo, y creo que sólo por eso, en
su narrativa insiste, una y otra vez, en plantear las situaciones más
inverosímiles que ningún ser humano pueda pensar, pero con la suficiente
credibilidad como para que no resulten fuera de lo humanamente posible. Con sus
fábulas, Tomeo, refleja esa inquietante faceta que todos pretendemos mantener y
que hace de nuestra vida un enigma tan sólo cifrado o tal vez descifrado por
los sueños, como puede leerse en muchas de sus novelas, o en muchos de sus
cuentos, en tantas de sus historias, y en definitiva, como otras muchas de las
nuestras.
En Cuentos perversos (2002), su
último libro publicado, existe un desorden organizado porque lo que nos propone
Tomeo en esta ocasión es un recorrido por una serie de perversidades en su
sentido más estricto: treinta y nueve en total, aunque tratándose de un
escritor como el aragonés este término va mucho más allá de su acepción y nos
convoca a una suerte de costumbres sobre las que hay que disentir en esta vida
cotidiana, como es habitual en él. En realidad, se trata de nuevas historias
mínimas con esos medios, manifiestamente reducidos, que obligan al lector a
elaborar sus preguntas y sus respuestas puesto que, inicialmente, plantean
situaciones en apariencia muy sencillas: las múltiples personalidades del
protagonista de «El hotel de los pasos perdidos» no es sino, esa voluntad de
cambio que todos experimentamos; quién no ha soñado con convertirse en alguien
importante, como el Capitán General de «El sargento Gutiérrez», tal vez nadie
ha especulado con coleccionar cualquier tipo de aves como el protagonista de
«El coleccionista de gallinas», jamás un ser humano no se ha sentido tentado de
contar a unas niñas un cuento políticamente incorrecto como el de «Las
nietecitas preguntonas» o, tal vez, alguien no ha soñado con matar, definitivamente,
a los números como en «Los números muertos». Estos relatos están contados en
tercera persona, ofrecen un mínimo diálogo, o una conversación directa, a
veces, interrumpida por la brevedad de los mismos. Existe, la misma o parecida
parquedad, en la descripción de los lugares y en el tiempo de la acción. ¿Son
absurdas muchas de las situaciones que nos plantea Javier Tomeo? Evidentemente
el escritor considera que de aquello sobre lo que escribe pertenece a un mundo
en que, no necesariamente, se cuestiona la realidad. Su actitud, crítica si la
hubiere en sus textos, se aleja de ese concepto social que sacude la visión de
nuestros días. Tomeo ha fraguado su mundo experimentando en su propio beneficio
y en el de aquellos que quieren seguirlo, algo que no es fácil pero humanamente
posible.
CUENTOS
PERVERSOS
Javier
Tomeo
Barcelona,
Anagrama, 2002
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