Juan
Pedro Martín Escolar-Noriega*
Valladolid
El secreto de la beguinas
Las beguinas eran una asociación de mujeres cristianas,
contemplativas y activas, fundada en el siglo XII, que dedicaban su vida a la
ayuda a los desamparados, enfermos, mujeres, niños y ancianos, y también a
labores intelectuales. Trabajaban para mantenerse y eran libres para dejar la
asociación en cualquier momento para casarse.
No tenían
casa-madre, ni tampoco una regla común, ni una orden general. Construían sus
viviendas en forma de hileras cerca de los hospitales e iglesias en el centro
de las ciudades, formando barrios enteros a los que llamaron beguinajes. Estos
estaban cercados por puertas o vallas que cerraban por las noches, y a ellos no
podían acceder hombres, siendo el sacerdote el único varón con permiso para
entrar en estos recintos para confesar y oficiar misa. Los beguinajes tienen
calles y plazas, una enfermería, uno o varios conventos dedicados a las
novicias y beguinas que deseaban una vida más comunitaria y una iglesia particular.
Cada comunidad o beguinaje, era autónoma y organizaba su propia forma de vida
con el propósito de orar y servir como Cristo en su pobreza.
Las beguinas
eran laicas y religiosas a la vez. Vivían con total independencia del control
masculino y la libertad de la que gozaban era inseparable de la red de
relaciones que establecían entre ellas, con Dios y con el resto de las mujeres
y hombres de las ciudades en las que vivían. Pertenecían principalmente a la
clase media y popular de las ciudades donde se asentaban, pero también había
aristócratas y campesinas. Vivían de sus rentas, si las tenían, y de su trabajo
en la industria, la artesanía de la lana, la enfermería, el copiado de
manuscritos, la enseñanza de las niñas, la asistencia a personas moribundas como
“acabadoras” de la vida o mediadoras de la muerte que les otorgó una función
que las convirtió en imprescindibles, constituyendo ese cuidado a enfermos y
moribundos como una práctica espiritual íntimamente vinculada a la compasión y
a la solidaridad.
Las beguinas
quisieron ser espirituales, pero no religiosas; quisieron vivir entre mujeres,
pero no ser monjas; quisieron rezar y trabajar, pero no en un monasterio;
quisieron ser fieles a sí mismas, pero sin votos; quisieron ser cristianas,
pero ni en la Iglesia
constituida, ni tampoco en la herejía; quisieron experimentar en su
corporeidad, pero sin ser canonizadas ni demonizadas. Y para todo ello,
inventaron la forma de vida beguina, una forma de vida política, que supo
situarse más allá de la ley, pero no en contra de ella. Nunca pidieron papado
que confirmara su manera de vivir y de convivir, ni se rebelaron, tampoco,
contra la Iglesia.
Fueron visionarias en dejar de lado el latín y escribir en
sus lenguas vernáculas. No se casaron, pero tampoco hacían voto de castidad.
Nunca fueron monjas, aunque lo pareciesen, porque nunca se sometieron a la
jerarquía de la Iglesia,
ni acataron los votos de pobreza, castidad y obediencia, y sólo rendían cuentas
a su conciencia. Causarán admiración y asombro entre sus contemporáneos, pero
se les reprochará vivir fuera de la
Iglesia, vivir juntas, sus ropas, sus oficios…, lo que unido
a que en su mayoría se acercaron a la Reforma a partir del siglo XVI, ¿cómo no iban a
ser perseguidas, olvidadas y silenciadas?
En el siglo
XVII, la visión de la mujer austera sometida al marido, modelo de orden,
sumisión y trabajo, estará completamente asentada y cualquier otra opción de
vida calificará a la mujer como bruja y la convertirá en alguien peligroso. Y
además, si incluimos el símbolo que tanto utilizaron como es el Ave Fénix, ese
mitológico animal que siempre renacía de sus cenizas, símbolo alquímico por
excelencia, quizás funcione todavía, y la magia que le precede logre su
resurgir del sombrío olvido al que fueron condenadas estas mujeres.
El movimiento
de las beguinas es como un lugar espiritual y pragmático a la vez, que rompe
con la diferenciación que la
Iglesia imponía entre la oración y la acción. Un espacio que
no es doméstico, ni claustral, ni heterosexual. Es un espacio que las mujeres
comparten al margen del sistema de parentesco patriarcal en el que se ha
superado la fragmentación espacial y comunicativa y que se mantiene abierto a
la realidad social que las rodea, en la cual y sobre la cual actúan, diluyendo
la división secular y jerarquizada entre público y privado y que, por tanto, se
convierte en abierto y cerrado a la vez.
Valga esta
introducción antes de reseñar la novela de Pedro M. Domene, editada por Trifaldi,
y que lleva por título El secreto de las Beguinas, término absolutamente
desconocido para mí antes de tener el libro entre mis manos y que, debido a mi
curiosidad, , me ha lanzado a documentarme sobre los temas que se tratan en la
novela, a saber, aparte de la congregación de las beguinas, los Tercios Españoles
y la guerra de Flandes o de los Ochenta Años, el sitio de Ostende, los Autos de
Fe dictados por la
Inquisición y la investigación histórica.
Vamos a
situarnos a principios del siglo XVII, concretamente en esos años en que los
Tercios Españoles destacados en Flandes a las órdenes del capitán general,
Ambrosio Spínola Doria, I duque de Sesto, I marqués de los Balbases y Grande de
España bajo el reinado de Felipe III, que duró más de tres años y en el que
murieron entre los dos bandos, por un lado las Provincias Unidas apoyadas por
tropas inglesas, y por otro la
Monarquía católica española, más de 100.000 personas, hasta
que las tropas españolas consiguieron conquistarla el 20 de septiembre de 1604
dejando la ciudad totalmente destruida y prólogo a la llamada Tregua de los
Doce Años para que los bandos en conflicto se recuperasen de las pérdidas
económicas causadas en este sitio calificado por la Historia como uno de los
más terribles conocidos.
Debido a las
continuas revueltas y a la animadversión hacia los españoles, una secreta
alianza entre flamencos, holandeses e ingleses, además del sitio a la ciudad de
Ostente, llevaron a muchos nobles de los Países Bajos a abandonar sus hogares
para aliarse contra el Imperio Español, y uno de ellos, Jan Thierry, deja en el
beguinato de Brujas a su joven esposa, Elisabeth, para que esté allí custodiada
hasta que él regrese de la guerra, con el trabajo de colaborar con las beguinas
en el cuidado de los soldados heridos que llegaban a sus puertas. Jorge de Deza
es un joven oficial de los Tercios Españoles que es herido cuando se dirigía a
unirse al sitio de Ostende con el destacamento a sus órdenes y que es
trasladado al mencionado beguinato de Brujas. Elisabeth será la responsable de
sus cuidados. Jorge de Deza llega moribundo, y ahí nos encontramos con el
secreto del título de la novela. ¿Cuidaban las beguinas a los heridos españoles
hasta su curación o esperaban a que murieran lentamente practicando en sus
cuerpos sangrías a diario? ¿Eran las beguinas de Brujas unas asesinas en serie
en pleno siglo XVII? Potente argumento el que nos propone Pedro M. Domene.
Finalizado el
asedio y claudicada Ostende, la Santa Inquisición realiza un Auto de Fe en Brujas
donde son condenadas a la hoguera la Gran Dama de las Beguinas de la ciudad, once
beatas muy jóvenes y una más, huida y condenada en efigie, acusadas de dar
muerte a los soldados españoles y heridos que estaban recluidos en su beguinato
y por herejía por tener tratos con el Maligno.
En la
actualidad, dos hermanos jóvenes, Diego y Jorge Galaor, que son investigadores
de historia de caracteres muy dispares, mientras el mayor es lenguaraz y
alocado, el menor hace su trabajo de forma científica y profesional, estudian
unos documentos que ha encontrado el primero sobre lo ocurrido en Brujas sobre
el Auto de Fe que tuvo lugar en 1604. Diego pide ayuda a su hermano que se
encuentra en Londres solicitando que le acompañe en su investigación en Bélgica
para llegar a unas conclusiones sobre lo acaecido en esa época y descubrir el
secreto que se encierra entre las paredes del Beguinato de Brujas cuatro siglos
antes.
El secreto de
las Beguinas avanza pues de forma paralela en tres espacios diferentes que
convergerán al final del libro.
Pedro M.
Domene escribe con maestría una novela que en diferentes momentos me ha llevado
a recordar una gran película de 1979: Apocalypse Now de Francis Ford Coppola.
En ella unos soldados americanos tenían que luchar en una guerra absurda en un
país tan alejado de sus casas como es Vietnam. En El secreto de las Beguinas,
unos soldados españoles del siglo XVII tienen que luchar en otra guerra
absurda, como lo son todas las guerras, muy al norte de su tierra. Ambos
ejércitos son en su época los más poderosos del mundo y ambos al final fueron
derrotados, no por la táctica militar superior del enemigo y las grandes
batallas rendidas, sino por la adversidad del clima, la abundante lluvia y la
posterior humedad, que minaron la baja moral de una tropa, la americana
reclutada a la fuerza, y la española alistada en su mayoría sólo para hacer
fortuna. Ambas protagonizaron desórdenes y saqueos por donde pasaban, además de
innumerables y crueles matanzas para mantenerse vivos. Pero ya sabemos que la Historia siempre se ha
tornado cruel con los territorios ocupados y, si cabe, más despiadada aún con
los habitantes civiles de los mismos. Y todo por mantener su grandioso Imperio
de pies de barro, los unos por defender el capitalismo y los otros, donde no se
ponía el sol, por su hegemonía y por la religión católica.
Pedro M.
Domene se descubre en El secreto de las Beguinas como un muy buen novelista
que, como buen historiador, ha profundizado en la época, los hechos y los
lugares, anotado detalles, y, finalmente, estoy convencido de ello, ha logrado
confundir la realidad con la fantasía para otorgar a su relato mayor veracidad
histórica. Prácticamente y en suma lo que hace uno de sus protagonistas.
Tercios de
Flandes, Guerra de los Ochenta Años, Santa Inquisición y Autos de Fe, Beguinas,
la maravillosa y mágica ciudad de Brujas…, todo está dentro de El secreto de
las Beguinas, además con una trama que te envuelve en un perfecto suspense que
es finalmente resuelto en unos capítulos finales absolutamente deliciosos.
¿Caminan los
hermanos Galaor por unas calles de Brujas donde se pasearon siglos atrás unas
nobles asesinas que, descubiertas por el Santo Oficio, fueron quemadas por un
tribunal de la Inquisición?
¿Descubrirán al hilo de una investigación histórica una auténtica trama
criminal? ¿Cuál fue la historia de Jorge de Deza y Elisabeth?
¿Quieres tener
respuesta a todas estas preguntas? Tendrás que leer El secreto de las Beguinas
de Pedro M. Domene porque yo ya no puedo contar nada más y hasta aquí puedo
escribir. Eso sí, te puedo asegurar que no quedarás defraudado, sino muy
entusiasmado con su lectura. Yo que tú es que ni me lo pensaba.
Pedro M. Domene, El secreto de las beguinas, Madrid,
Trifaldi, 2016.
*Este excelente comentario de Juan Pedro Martín ha sido publicado en su blog personal. http://volveremosamacondo.blogspot.com.es/2017/03/el-secreto-de-las-beguinas.html?spref=fb
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