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ALGO
DE CORAZÓN
Una vez más esta historia mínima reúne
todos o casi todos los elementos que necesita Javier Tomeo (Quicena, Huesca,
1932) para construir una obra, es decir, una vida tan anodina como
contradictoria, una situación absurda y no menos jocosa, ciertas actitudes que
llevan a ingenuidades y monólogos tan sabrosamente interesantes como insustanciales.
Así se concreta esta nueva entrega, El cantante de boleros (2005), una
muestra más del mundo propio del escritor aragonés.
Cierta vida monótona, una soledad
calculada, la realidad de un mundo vulgar, sin aliciente alguno, el hecho de
constatar una razón posible sin una sinrazón que la haga creíble, así es la
existencia del narrador de esta nueva novela que se pasa las mañanas en su casa
y las tardes repartiendo los paquetes de un pequeño supermercado a domicilio,
con unas mínimas preocupaciones que, en absoluto, alteran el ritmo cotidiano de
su vida. Es más, la acumulación de situaciones insignificantes a que se va
enfrentando le proporcionan todo el aliciente para reflexionar sobre los más
inusitados y genuinos temas a que se ve convertida su cotidianidad. Tomeo va
perfilando a lo largo de su relato un personaje solitario y extraño que pone en
su propia boca frases de una madre muerta que siempre rememora, pero también
bebe cerveza en el bar del vecindario, se ducha constantemente para combatir el
calor, come fabada enlatada, tiene una pequeña aventura en uno de los repartos
a domicilio y se interroga continuamente acerca de la actitud de su amigo
Rafael y de los plantones que éste le ha proporcionado en las diversas citas,
se siente vigilado en el barrio, recibe extrañas llamadas de teléfono, y acoge
en su casa a Cornelio, el marido despechado de Carmen, la vecina que
escandaliza al barrio con su aventuras sexuales.
Tomeo es un
virtuoso del lenguaje, de la fraseología popular que explota ampliamente en El
cantante de boleros porque la historia, puesta en boca de personajes tan
aplastantemente humanos, no podía haberse escrito de otra manera. Humor,
irónicas situaciones y perspectivas con ciertas dosis de ingenuidad van
aflorando por las conversaciones que mantienen tanto el narrador como Cornelio
y hay una frase que se repite una y otra vez, «no digo ni que sí ni que no»,
como un sonsonete que repiquetea a lo largo de los monólogos y los diálogos de
los principales protagonistas de esta singular historia.
Tomeo no ha
sentido nunca preocupación porque sus historias se identifiquen con una
realidad concreta y parece desligarse de una actualidad identificable, su
actitud se aleja de ese concepto social que propugna nuestra sociedad porque
así la exclusión del lugar concreto o el tiempo tienen como objeto primordial
evitar toda distracción del asunto que importa, y tanto los protagonistas como
los lectores se centran en una historia que ellos mismos, siempre, tratan de situar en uno y otro espacio.
EL
CANTANTE DE BOLEROS
Javier
Tomeo
Barcelona,
Anagrama, 2005
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