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LO
DIARIO
El mundo de lo cotidiano, lo que asumimos
diariamente como pretexto para descubrir buena parte de la vida de los
protagonistas de, Tenemos que vernos (2003), la primera incursión
narrativa de una desconocida María Tena
(Madrid, 1953), quien hasta el momento había publicado algunos relatos, artículos
y entrevistas en la prensa. La historia se inicia tras el descanso vacacional
de toda una familia, en el sur; un mes de tranquilidad, sin contratiempos, con
la exclusiva obligación de cumplir a diario con el rito de visitar la playa, y
comer, cenar, dormir o leer sin medida. Las primeras imágenes: una pareja, de
mediana edad, vuelve a Madrid en el deportivo rojo que ha adquirido
recientemente el marido, uno de esos caprichos que él mismo decidió concederse
el día que cumplió cincuenta años; los hijos volverán, al día siguiente, en el
coche grande y con el resto del equipaje.
La narradora reflexiona, tras
este pasado paréntesis, sobre el concepto de la vida pasada o, aún más, sobre
el desarrollo de su relación de pareja y de su propia existencia durante los
más de veinte años de matrimonio; al hilo, se añaden juicios sobre la amistad y
las relaciones humanas o sobre el evidente concepto humano de culpa. María Tena
elabora este largo diario estructurándolo en dos niveles muy diferenciados: de
una parte la historia a contar, ¿la de un amor y un desamor?, y, de otra, los
mensajes que, confidencialmente, enviará la protagonista a una desenfadada
amiga, según el desarrollo de los acontecimientos, pidiéndole, en cualquier
caso, consejo pero sin obtener respuesta. Así asistimos, en un gradual proceso
narrativo, a la aparente caída de una mujer, a la velada expresión de sus
sentimientos más íntimos y, también, al despertar de nuevas sensaciones, tras
meditar sobre ese concepto común de que, pese a todo, siempre es posible volver
a empezar. Clara, la protagonista, es una mujer culta que trabaja en una
editorial, conoce la profesión y ha tenido cierto éxito en el medio, vive a las
afueras de Madrid en una espléndida casa, y de una manera holgada; su marido,
Pedro, es arquitecto y dirige una constructora familiar, se ausenta
frecuentemente y olvidas sus obligaciones matrimoniales; tienen dos hijos,
disfrutan de algunas amistades, hacen vida social y se enfrentan al paso del
tiempo. Clara se enfrenta, tras un paréntesis estival, con cierta pereza, a un
nuevo invierno. Los acontecimientos se suceden en su vida: la venta de la
editorial, un nuevo jefe, nuevas aventuras profesionales, un aparente
alejamiento de los hijos y el marido, el paréntesis de una relación extramatrimonial
y la aventura a una improvisada vida que cerrará el ciclo vital de la
protagonista. Tena acierta con la construcción del personaje femenino,
desdibuja deliberadamente los masculinos, pero consigue con la expresividad de
un lenguaje cotidiano, con la mansedumbre de un fluir narrativo bien contado,
acercar la historia a ese tipo de lectores que disfrutarán descubriendo que
muchas de las cuestiones y de las nimiedades de nuestra vida se mueven en ese
espacio de autoengaño y de improvisación con que nos sorprende nuestra
cotidianidad. Esto es, subsistir a la tragedia de lo diario.
TENEMOS
QUE VERNOS
María
Tena
Anagrama,
Barcelona, 2003
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