L
Lengua y
lenguaje
“Emplea
el lenguaje que quieras y nunca podrás expresar sino lo que eres”.
Ralph W. Emerson
me gusta…
No me cuentes mi vida
La vida, en
palabras de Anatole France, resulta deliciosa, horrible, encantadora,
espantosa, dulce y amarga; aunque, para muchos, lo es todo. Y algo de esto se
nos viene a la mente cuando leemos, No me
cuentes mi vida (2014), de Antonio Tejedor (Fuentespreadas, Zamora, 1951),
una colección de cuentos sobre lugares y personajes cotidianos, sobre el amor y
el desamor, sobre frustraciones, y también alguna alegría, o el relato de
soñadores y de perdedores, en suma la vida misma con sus amaneceres y
atardeceres, y al fondo las luces y las sombras de una suma de vivencias.
Los libros de cuentos invitan,
en su perspectiva múltiple, a una visión distinta de nuestra propia existencia,
y cuando somos conscientes de esa purificación que nos llega a través de unos
personajes inventados que, como nosotros, sueñan con algo mejor, o sufren las
mismas situaciones; entonces, y solo entonces, unimos vivencias comunes y con
su ejemplo sacamos sabias consecuencias tanto de sus aciertos como de sus
errores, y al tiempo observamos que, de la mano de su autor, se divierten o
sueñan, hasta alcanzar una clásica catarsis que provoca en nuestra lectura
múltiples interpretaciones, y sobre esa sensación degustamos finalmente una
buena historia. Antonio Tejedor reúne una veintena de cuentos para como él
mismo señala, “encerrar toda una vida en una línea, en una frase”, e incluso,
para concretar su propósito de mostrarnos su mejor literatura, aun concreta “la
noria, de tu vida y de mi vida”; y a una especie de noria se parecen estos
relatos de una variada factura, tanto temática como de extensión porque ponen
de manifiesto el recuerdo, las relaciones, el trabajo, o el camino recorrido a
lo largo de nuestra vida, algo que para muchos supone una larga andadura solo
singularizada por todos y cada uno de los personajes con que nos deleita
Tejedor, la chica que espera el autobús del primer micro, “Zaragoza”, la
monótona vida de Olga y su timidez ante Mario, en “Dos entradas”, incluso el
recuerdo del joven a cuya chica le encantaban las setas en “Hojas secas”, y la
hambruna, miserias de una familia de campo y la necesidad de consagrar a uno de
sus hijos a salvar chinitos en África, “La gloria de los vencedores”, fragmentos
de tantas y curiosas vidas, pasado, presente y futuro de muchos de estos
personajes que se asoman a las páginas de No
me cuentes mi vida como muestra de esa fractura que compone una dilata
vida, tan cercana que podemos encontrarla en cualquier punto de nuestro camino
y se nos antojan tan cercanas que tras un dulce sueño, o una extraña pesadilla
forman parte de nuestras propias vivencias.
Antonio Tejedor maneja con
soltura la técnica del texto breve, es decir, del relato y así muchos de los
cuentos que contiene este volumen, reflejan las características intrínsecas del
“cuento de situación”, a saber, época y tiempo de narración coinciden, maneja
un único escenario, todo gira en torno a un suceso o un símbolo, y la situación es decisiva o representativa de los
personajes implicados, buena muestra, “La fraternidad de los restos”, o “Teruel
existe”; y, lo mejor, el estilo empleado por Tejedor, conciso, ajustado a la
expresión misma de las palabras empleadas, rico en recursos literarios,
metáforas y símiles que se acercan a un lirismos, en ocasiones contenido para
precisar cuanto afirma el narrador, sin que esa estética sobresalga y se vuelva
empalagosa, nada más lejos, la vivacidad de los diálogos aportan esa templanza narrativa
que en el zamorano se convierte en su mejor baza, porque entre otras
cualidades, sus personajes se tornan reflexivos, esto es, manifiestan su hacer
como sujetos activos y se manifiestan en sus intentos por desentrañar quiénes
son o cómo es el medio en que viven para dejarnos constancia de que su mundo y
el nuestro coinciden, y Tejedor lo expresa como mejor sabe, escribiendo buena
literatura.
NO ME CUENTES MI VIDA
Antonio
Tejedor
Zaragoza,
La Fragua del
Trovador, 2014; 146 págs.
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