Un gallego en la corte del Rey Arturo
“El periodismo puede hacer o
deshacer a un escritor, pero es indudable que la literatura española siempre ha
entrado y salido de los periódicos con naturalidad perfecta”, Ignacio Peyró.
Ese fue un tipo de periodismo muy diferente, el que se
practicaba a caballo entre la corresponsalía de guerra y la crónica chispeante
y analista de la sociedad inglesa durante los bombardeos que la Luftwaffe realizaba
sobre Londres, crónica de una larga sucesión de ataques por aire desarrollados entre julio de 1940 y el 10 de
mayo de 1941. La Luftwaffe
comenzaría sus incursiones en el sur de Inglaterra, sobre objetivos navales y
económicos que facilitarían su invasión terrestre por el Canal de la Mancha, luego se aventurarían
hasta algunos importantes barrios londinenses y entre septiembre y noviembre
las incursiones fueron casi a diario y, al menos, 43.000 fueron las víctimas
mortales, unos 100.000 los heridos y más de un millón de familias perdieron sus
hogares.
El gallego Augusto Assía fue el único corresponsal español
que contó desde la City cuanto ocurría
sobre los cielos londinenses durante la Segunda Guerra
Mundial, cuando previamente había sido expulsado de la Alemania nazi, censurado
por la República
española y posteriormente por el régimen franquista. Corresponsal de La
Vanguardia, un medio para el que escribiría durante buena
parte de su vida, posteriormente desarrolló su trabajo en Bonn, Nueva York y
Washington hasta que en la década de los 70 volvió a su Galicia natal, donde
siguió con sus colaboraciones hasta bien entrada la década de los ochenta.
Según se dice, plantó cara a Goebbels, fue anfitrión de
Indalecio Prieto, compartió mesa con Franco y finalmente fue amenazado por
Serrano Súñer.
Libros del Asteroide recupera para el curioso lector
español sus crónicas fechadas entre los difíciles períodos, el 3/12/1939 y
8/05/1945, que anteriormente ya habían sido recogidas en Cuando yunque, yunque (1946), y un segundo volumen, que corresponde
a julio de 1943, en adelante, y publicadas con el título Cuando martillo, martillo (1947), ahora aparecen en un solo volumen
que ofrece la visión de conjunto, y lo mejor no solo la visión bélica que Assía
enviaba con mucha asiduidad, sino que estas crónicas están escritas, al más clásico
estilo literario y, lo sorprendente, en medio de una tormentosa evocación de la
más sangrienta contienda en la
Historia de la
Humanidad reciente. Leemos a un Assía, sarcástico, de un
sutil humor, conjugando aspectos humanos, acontecimientos bélicos y civiles, en
realidad vida y muerte, el periodista apunta, y siempre da en la diana, para
ofrecer un auténtico retrato del flemático inglés, del gentleman pese a todo,
porque según Assía, son el pueblo más normativo y ritual que nadie pueda
imaginar. “El guardarropa de un gentleman”, o “Casco y bombín” son buena
muestra de ello, jocosidad, ironía y saber estar, por encima de todo.
Defensor
de un impertérrito Churchill, vería en el Primer Ministro la quintaesencia del
carisma británico a quien, enseguida, la población británica aclamó como su
salvador, e incluso asevera, “el jefe del Partido Conservador es, por
temperamento, un innovador”, y eso “a pesar de pertenecer a una de las grandes
familias que encarnan el abolengo conservador de esta misteriosa isla”. Es más,
señala que su talante reformista le ha convertido en un sospechoso habitual en
los conciliábulos “que ponen pies de plomo en la marcha del Imperio”, y en otra
crónica, aun insiste, “Churchill no solo ha salvado al
Imperio durante los tres últimos años, sino que ha enriquecido su historia como
no lo hizo quizá jamás hombre alguno antes de ahora”.
El libro
Las crónicas, “seleccionadas entre más de un millón de
palabras”, abarcan las primeras impresiones del gallego al llegar a Londres,
con Inglaterra golpeada por el yunque alemán, estamos en la fase de la guerra
defensiva, y están escritas entre 1940 y 1943. La segunda, la guerra ofensiva,
con las tornas cambiadas y la guerra a su favor, Gran Bretaña, se convierte en
un martillo que golpea hasta la victoria.
Aparecen por primera vez, y en un único volumen, casi un
centenar de artículos, en los que se alternan la guerra entre los civiles, la
resistencia, la vida y la muerte. La última crónica lleva fecha del 8 de mayo
de 1945, y ya lejos de Londres, en Nueva York, hace un balance final: “Hitler
se había echado montañas arriba contra el curso de la Historia, contra el poder
de la libertad, contra la fuerza de la gravedad”. Y añade, “sólo un loco puede
intentar de nuevo la tarea de subyugar a Europa”.
El autor
Felipe Fernández Armesto, conocido también como Augusto
Assía, nació en La Mezquita
(Orense) el 1 de mayo de 1904 y fallecido en Xanceda (Mesía, La Coruña) el 2 de febrero de
2002.
Estudió el bachillerato en Orense y, en 1924, ingresó en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Santiago. En ese mismo año vieron
la luz sus primeros artículos en El
Pueblo Gallego, donde dirigió la página universitaria de este periódico.
En 1927 abandonó la ciudad compostelana, y marchó a París.
Al año siguiente consiguió una beca de estudios en la Universidad de Berlín. Desde allí escribió en
diversos periódicos españoles, especialmente en La
Vanguardia de Barcelona, entonces popularizó la firma
Augusto Assía. En abril de 1933 fue expulsado de Alemania por el Gobierno nazi
y La Vanguardia lo envió a Londres como
corresponsal.
En agosto de 1936 viajó a la España nacional, quedando
adscrito a la sección de Prensa del Gobierno de Burgos. Estuvo en el frente de
Asturias y, más tarde, fue director del diario orensano Arco, así como jefe de la sección de Internacional de La Voz de España.
En 1939 fue enviado de nuevo a Londres como corresponsal,
e allí pasó toda la
Segunda Guerra Mundial, enviando unas crónicas que se
hicieron famosas. Tras la victoria aliada en la guerra, cubrió la información
sobre los juicios de Nüremberg.
En agosto de 1950 contrajo matrimonio con la periodista
María Victoria Fernández-España y Fernández-Latorre, de quién tuvo un hijo. Ese
mismo año se trasladó a Estados Unidos, donde continuó como corresponsal de La
Vanguardia.
En el año de 1964 compró en Xanceda (Mesía) una gran
extensión de terreno, donde montó una explotación agrícola-ganadera.
En julio de 1967 firmó en La Voz de Galicia un artículo en el que
reclamaba la equiparación de derechos para la lengua gallega en su país. Y el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga
Iribarne, le impuso una multa de 50.000 pesetas al director del periódico.
En 1986 dejó de escribir en La
Vanguardia, tras 58 años de servicio.
Augusto Assía; Cuando
yunque, yunque/ Cuando martillo, martillo; Barcelona, Libros del Asteroide,
2015; 476 págs.
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