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sábado, 28 de marzo de 2015

Claude Duneton



C
Constancia
         “Dijo el perro al hueso: “Si tú estás duro, yo tengo tiempo”.
                                                               Anónimo
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DESCUBRIR A DUNETON
           La editorial Malpaso publica en España a un desconocido Claude Duneton (1935-2012), narrador, guionista, lingüista y traductor francés.  



En ocasiones la suerte de una recomendación provoca que uno se reconcilie con la literatura; en realidad, con la buena literatura, y aun más si se trata de un relato breve, o mejor de una novela corta que nos facilita sentarnos no mucho tiempo, y disfrutar del momento tras una apacible y tranquila lectura, sin que nada ni nadie a nuestro alrededor contamine esa simbólica obsesión por llegar al punto y final.
No sabía quien era Claude Duneton, y después de haber leído su única obra traducida a nuestro idioma, La perra de mi vida (2015) no sé mucho más, me salva el prólogo que Antonio Soler antepone a un texto de 104 páginas de letra grande, muy grande que permite pasar sus capítulos de una forma muy cómoda.
La Chienne de ma vie (2000) fue un todo un éxito en Francia, aunque el autor ya había publicado algunas conocidas novelas y, sobre todo, colaborado en abundantes guiones del mejor cine francés.

Antonio Soler conoció y descubrió a Duneton en la primavera de 2003, cuando llegó a Mont-Noir, una suave colina situada en un valle de Flandes, a un centenar de metros de la frontera franco-belga, donde un día ocupó su lugar la vivienda familiar de Margueritte Yourcenar, destruida por los bombardeos de la Primera Guerra Mundial, y reconstruida años más tarde como una residencia para escritores europeos. Allí coincidió con los dos escritores franceses, Jean-Paul Dekiss y Claude Duneton; el primero inteligente y dispuesto al debate, el segundo alegre y extremamente productivo, pese a su avanzada edad.

Duneton provenía de la Francia profunda, hijo de campesinos huyó del lugar gracias a la intervención de un maestro rural que convenció a los padres de la inteligencia del pequeño. Trasgresor con el paso del tiempo se convirtió en el defensor de un francés capaz de asimilar e integrar los exigentes dialectos, jergas y lenguajes de la calle. Por entonces trabajaba en su novela, Le monument, que publicaría en 2004.
Soler y Duneton volvieron a encontrarse en varias ocasiones después, la última una visita a un hospital de París, desde donde le comunicaron unos días más tarde que el escritor francés había fallecido; pronto se desmintió la noticia porque había resucitado al día siguiente, pero en condiciones muy adversas: pérdida del habla y su capacidad para moverse.
Una nueva cita, devolvería la esperanza a Soler que intentó visitarlo junto a la novelista Sophie Képès, un domingo de marzo de 2012, pero la noche previa del 21, Claude Duneton fallecía en una residencia de Lille.

La perra de mi vida

El último libro del que habían hablado, según Soler, lo tenía delante, La perra de mi vida, todo Claude Duneton condensado en pocas páginas: el escritor y el hombre; la historia, la perra que en su infancia le había descubierto la existencia, la crueldad, el egoísmo, la lucha por la supervivencia en un mundo hostil pero, también, la ternura. Rita, como se llamaba su perra, había sido la excusa para reproducir un mundo pasado, histórico y, al mismo tiempo, para crear un universo literario pasmosamente sólido pese a su brevedad. Había sido su mascota, y la vida perra que se cernía sobre el niño y los habitantes de aquella olvidada región en tiempos de la ocupación alemana, cuando el nazismo, el mariscal Pétain y la más absoluta de las incertidumbres se abatían sobre Francia.

En La perra de mi vida se cuenta la imposibilidad de escapar al destino, y la relación entre el niño y su perra Rita, a la que éste intenta convertir, por todos sus medios, en una perra relamida, y obediente, sin resultado alguno. No obedece, es víctima de su carácter, que se ha ido forjando por un entorno carente del más mínimo sentido de las reglas, las normas o el orden: la casa familiar de los Duneton. Pero el niño quiere a su perra, ambos se estiman, sin duda el más firme valor del libro, la dignidad y la fortaleza del animal y del niño.

La familia Duneton encarnan un curioso grupo humano, padre, madre e hijo, de lo más indisciplinado, viven una absoluta libertad, casi bohemia; el padre no tiene la más mínima autoridad, ni es capaz de inflingir el menor daño a nadie, ni tampoco de imponer cierto sentido del orden en la familia; víctima de la guerra, había combatido en Verdún donde se había arrastrado sobre un lecho de cadáveres; la madre, una mujer violenta, despiadada, llena de remordimientos y, sobre todo, una frustrada que piensa que es incapaz de educar a su propio hijo, de quien piensa que tarde o temprano acabará mal. Aspectos que trascienden hasta la propia, Rita, hasta que un buen día, cuando la perra muere, el joven Duneton decide largarse de aquel infame lugar. Tendría entonces, quince o dieciséis años, y escribe La perra de mi vida, cuando ya es un viejo narrador.
















Claude Duneton; La perra de mi vida; Barcelona, Malpaso, 2015; 104 págs.




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