C
Constancia
“Dijo el
perro al hueso: “Si tú estás duro, yo tengo tiempo”.
Anónimo
… me
gusta
DESCUBRIR A DUNETON
La
editorial Malpaso publica en España a un desconocido Claude Duneton
(1935-2012), narrador, guionista, lingüista y traductor francés.
En ocasiones la suerte de una recomendación provoca que
uno se reconcilie con la literatura; en realidad, con la buena literatura, y aun
más si se trata de un relato breve, o mejor de una novela corta que nos facilita
sentarnos no mucho tiempo, y disfrutar del momento tras una apacible y
tranquila lectura, sin que nada ni nadie a nuestro alrededor contamine esa
simbólica obsesión por llegar al punto y final.
No sabía quien era Claude Duneton, y después de haber
leído su única obra traducida a nuestro idioma, La perra de mi vida (2015) no sé mucho más, me salva el prólogo que
Antonio Soler antepone a un texto de 104 páginas de letra grande, muy grande
que permite pasar sus capítulos de una forma muy cómoda.
La Chienne de ma vie (2000) fue un todo un éxito en
Francia, aunque el autor ya había publicado algunas conocidas novelas y, sobre
todo, colaborado en abundantes guiones del mejor cine francés.
Antonio
Soler conoció y descubrió a Duneton en la primavera de 2003, cuando llegó a
Mont-Noir, una suave colina situada en un valle de Flandes, a un centenar de
metros de la frontera franco-belga, donde un día ocupó su lugar la vivienda
familiar de Margueritte Yourcenar, destruida por los bombardeos de la Primera Guerra Mundial, y
reconstruida años más tarde como una residencia para escritores europeos. Allí
coincidió con los dos escritores franceses, Jean-Paul Dekiss y Claude Duneton; el
primero inteligente y dispuesto al debate, el segundo alegre y extremamente
productivo, pese a su avanzada edad.
Duneton
provenía de la Francia
profunda, hijo de campesinos huyó del lugar gracias a la intervención de un
maestro rural que convenció a los padres de la inteligencia del pequeño. Trasgresor
con el paso del tiempo se convirtió en el defensor de un francés capaz de
asimilar e integrar los exigentes dialectos, jergas y lenguajes de la calle.
Por entonces trabajaba en su novela, Le
monument, que publicaría en 2004.
Soler y
Duneton volvieron a encontrarse en varias ocasiones después, la última una
visita a un hospital de París, desde donde le comunicaron unos días más tarde
que el escritor francés había fallecido; pronto se desmintió la noticia porque había
resucitado al día siguiente, pero en condiciones muy adversas: pérdida del
habla y su capacidad para moverse.
Una nueva
cita, devolvería la esperanza a Soler que intentó visitarlo junto a la
novelista Sophie Képès, un domingo de marzo de 2012, pero la noche previa del
21, Claude Duneton fallecía en una residencia de Lille.
La perra
de mi vida
El último
libro del que habían hablado, según Soler, lo tenía delante, La perra de mi vida, todo Claude Duneton
condensado en pocas páginas: el escritor y el hombre; la historia, la perra que
en su infancia le había descubierto la existencia, la crueldad, el egoísmo, la
lucha por la supervivencia en un mundo hostil pero, también, la ternura. Rita,
como se llamaba su perra, había sido la excusa para reproducir un mundo pasado,
histórico y, al mismo tiempo, para crear un universo literario pasmosamente
sólido pese a su brevedad. Había sido su mascota, y la vida perra que se cernía
sobre el niño y los habitantes de aquella olvidada región en tiempos de la
ocupación alemana, cuando el nazismo, el mariscal Pétain y la más absoluta de
las incertidumbres se abatían sobre Francia.
En La perra de mi vida se cuenta la imposibilidad de escapar al destino, y la
relación entre el niño y su perra Rita, a la que éste intenta convertir, por
todos sus medios, en una perra relamida, y obediente, sin resultado alguno. No
obedece, es víctima de su carácter, que se ha ido forjando por un entorno
carente del más mínimo sentido de las reglas, las normas o el orden: la casa
familiar de los Duneton. Pero el niño quiere a su perra, ambos se estiman, sin
duda el más firme valor del libro, la dignidad y la fortaleza del animal y del
niño.
La
familia Duneton encarnan un curioso grupo humano, padre, madre e hijo, de lo
más indisciplinado, viven una absoluta libertad, casi bohemia; el padre no
tiene la más mínima autoridad, ni es capaz de inflingir el menor daño a nadie,
ni tampoco de imponer cierto sentido del orden en la familia; víctima de la guerra,
había combatido en Verdún donde se había arrastrado sobre un lecho de
cadáveres; la madre, una mujer violenta, despiadada, llena de remordimientos y,
sobre todo, una frustrada que piensa que es incapaz de educar a su propio hijo,
de quien piensa que tarde o temprano acabará mal. Aspectos que trascienden
hasta la propia, Rita, hasta que un buen día, cuando la perra muere, el joven
Duneton decide largarse de aquel infame lugar. Tendría entonces, quince o
dieciséis años, y escribe La perra de mi
vida, cuando ya es un viejo narrador.
Claude
Duneton; La perra de mi vida; Barcelona, Malpaso, 2015; 104 págs.
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