ENCUESTAS
Existen
palabras que conforman el mundo, y
nombres capaces de explicarlo todo. En una encuesta reciente, a una
variopinta y amplia representación de escritores, se les preguntaba, ¿Por qué
escribe? Porque es una manera de vivir, sostenía con fehaciente sinceridad, el
reciente Nobel, Vargas Llosa, y para sentirse uno vivo o muerto, añadía algún
otro. La triste manera de ofrecer un testimonio, es como deberíamos entender el
famoso diario de la adolescente Anna Frank. Un modo de sentir el vínculo con el
tiempo, confesaría la poetisa rusa Anna Ajmatova, o simplemente, porque estamos
aquí, aunque quisiéramos estar en otro lado, aduce Tabucchi. Por una añoranza,
aquella que emula a la infancia, imagina Almudena Grandes, o, en un sentido práctico,
porque me gustaban las redacciones
en el colegio, inventar cuentos, escribirlos y dibujarlos, asegura Muñoz
Molina.
Lo cierto es que a lo largo de
la historia, el escritor ha ido viendo crecer una singular muestra de la
bíblica Babel y, con su escritura, no de ha dejado de contribuir a entender ese
complejo y difícil tótem humano. De la destrucción de la torre, surgió una
afortunada confusión de lenguas. Resulta evidente que, ante la conclusión
producida por cualquier encuesta al uso en una sociedad mediática, cabría
resumir: escribo porque me gusta, o porque respiro, para no tener jefe, ni
nadie que me obligue a madrugar, incluso por insatisfacción y perplejidad, o,
porque como muchos otros, soy un imitador, un eslabón en la cadena ininterrumpida
de la tradición. Pero, sin duda, la mejor de todas las respuestas:
sinceramente, porque no lo sé.
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