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sábado, 7 de marzo de 2015

Martín Casariego



M
Maldad
       “Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo, y los buenos, de mofa”.
                                                                             Demócrates
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El juego sigue sin mí  

          


   El narrador Martín Casariego (Madrid, 1962) nos tiene acostumbrados a lo largo de una ya dilatada obra a un juego alternativo en su últimas propuestas, una trama de estructura compleja y un verdadero artificio estilístico o una simplicidad engañosa con una linealidad expositiva que nos lleva a seguir el desarrollo de la historia sin apenas dificultad alguna, sostenido todo el conjunto eso sí por una prosa brillante y efectiva que fluye por el relato hasta llevarnos a un final de infinitas posibilidades.
  El juego sigue sin mí  (2015) obtuvo el Premio Café Gijón y según el jurado, actualiza un género literario eterno: la novela de aprendizaje, y evidentemente forma parte de esa segunda apreciación que desvelábamos en la obra de Casariego; esto es, una sencilla historia, una anecdótica visión de la pubertad donde un suceso nimio convierte su visión de la realidad en una insólita experiencia que forjará el carácter futuro del joven protagonista. El narrador, un chico de apenas trece años, evoca su relación con profesor particular impuesto por sus padres, que, en realidad, se trata de un joven algo mayor que él, de diecinueve años pero bastante maduro para su edad, y quien le dejará honda huella. Rai, esconde un oscuro pasado, aunque su madurez le lleva a transmitir al joven alumno la complejidad de la vida e intenta aclararle aspectos cotidianos, incluso influir en su horizonte más inmediato, proponiéndole lecturas, y aportándole realidades filosóficas y cinematográficas que irán cambiando la visión del niño en el breve período de unos meses. Se establece así entre ellos, una relación especial que incluye su visión sobre la verdad y la mentira, la felicidad y la infelicidad, el amor y la traición, pero lo mejor es que Casariego ofrece una visión humanizada de ambos personajes, uno en su faceta de aprendiz como el otro en su faceta de maestro, el primero desde su visión cándida e inexperta y el segundo con ese halo de misterio e incertidumbre en torno a su persona. Así consigue un retrato minucioso de ambos caracteres y la historia a medida que seguimos leyendo va dejando su simplicidad y se convierte en una elaborada visión sobre ese trascendental paso que supone pasar de la adolescencia a la madurez y la intensidad que se le supone psicológicamente a esta dura etapa de la vida juvenil. Y al hilo de la relación de estos dos jóvenes, se cuenta la de Samuel, cuya existencia dramática refleja, en algún sentido, la visión que hoy tenemos de desarraigo en algunas capas de la sociedad actual y, como cabe esperar, terminan envueltos en una metáfora de la violencia cotidiana. Además, la sombra del suicidio planea sobre algunos de estos personajes, los presentes y los ausentes, fantasmas que de alguna manera condicionan la vida, sobre de todo, de Rai y de su pasado.
   Ismael, como se autonomina el personaje narrador, se dará cuenta de que ha crecido, o mejor ha madurado, porque por fin sabe que tendrá que amoldar su vida a ciertos aspectos de un mundo que ahora le resulta mucho más complejo.













EL JUEGO SIGUE SIN MÍ
Martín Casariego
Premio Café Gijón, 2014
Madrid, Siruela, 2015; 214 págs.




3 comentarios:

  1. Otro para la lista de pendientes, que ya empieza a ser inabarcable...

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  2. Antonio, eres joven y te queda mucho por descubrir y por leer, estoy segura de que lo harás.
    Sin duda, aquí tienes una buena recomendación.
    Mª Ángeles.

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