KAFKA
Todo escritor
tiene derecho a que le sobrevivan esos textos que, durante su experiencia
creativa, considere oportunos. El caso de Franz Kafka no es distinto, uno más
de la extensa lista a quién no respetamos su deseo. Sufrió una dolorosa
enfermedad y temprana muerte, y desde entonces sus escritos calificados por él
de mediocres no han dejado de reeditarse. Sus devotos lectores herederos de su
literatura, no dejamos de sorprendemos cuando, pese a todo, leemos cual fuera su
última voluntad: “Querido Max: Quizá ya
esta vez no me levante. Después de este mes de fiebre pulmonar es muy probable
que sobrevenga una inflamación seria de los pulmones (…) He aquí pues mi última
voluntad respecto de todo lo que escribí para el caso de que se produzca lo que
preveo: de todo cuanto he escrito pueden conservarse sólo las siguientes obras:
La condena, El proceso, La metamorfosis, En la colonia penitenciaria, Un médico
rural, y el relato Artista del hambre. Los pocos ejemplares de Contemplación
pueden también conservarse; no quiero dar a nadie el trabajo de destruirlos,
mas no han de imprimirse de nuevo. Al decir que pueden conservarse esos cinco
libros y el relato no quiero significar que tenga el deseo de que vuelvan a
imprimirse para ser trasmitidos a la posteridad; por el contrario, si se
perdieran por completo, ello respondería a mi verdadero deseo. Sólo que no
puedo impedir a nadie, puesto que ya existen, que los conserve si así le place.
Pero todo lo demás escrito por mí (…) sin excepción alguna (…) ha de ser
destruido y te ruego que lo hagas cuanto antes. FRANZ”.
Kafka que se calificaría mediocre,
suplicaría a Brod que destruyera todos sus escritos, cosa que su amigo no lo
hizo, por razones obvias, o para gloria de la humanidad literaria.
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