CAMPOS
REINA
Uno descubre el
mundo narrativo de un autor de muy diversas maneras, y solo la fortuna nos
sorprende en ocasiones, nunca deja de ser una aventura, y tras haber leído el
libro de un desconocido sopesamos si el intento ha merecido la pena: mi suerte
se tituló Tango rojo (1992), una
colección de relatos que me descubrían a (Juan) Campos Reina (Puente Genil,
Córdoba, 1946), y su visión de la
España negra y surrealista, un haz de tonalidades de profunda
tradición literaria, cantares de ciego, asombros místicos, gacetillas
decimonónicas, e historias de bandoleros. Luego vendrían, sus novelas, Santepar (1988) y Un desierto de seda (1996).
Campos Reina vivió, parte de su
vida, en un entorno cordobés, y se retiró al mar para ir componiendo lo
esencial en su obra: Córdoba y Andalucía.
El bastón del diablo (1996) fue una de sus novelas que más despertó mi
interés, el mejor momento de un buen novelista, centra su atención en una época
de nuestra historia reciente cuando ser de izquierdas o derechas significaba,
vencedor o vencido. Lo mejor ese descenso a los “infiernos” con obligada
referencia a su novela anterior, Un
desierto de seda, que representaba el “paraíso” y La góndola negra (2003), el “purgatorio”. El narrador cordobés ya
ha alcanzado un dominio de la técnica novelística, mezcla ficción e historia de
una forma indisoluble. Su pluma recupera ese antagonismo tanto tiempo denostado
en la España
del XX, el ilustrado, inquieto e idealista hombre de izquierdas, y el
conformista, iracundo de una ilusa razón personal que justifica todas sus
actitudes, el hermano de derechas. El
bastón del diablo contribuye a desvelar el lado oscuro de la psicología
humana, de la falsedad política, espejo de una permanente actualidad.
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