ELIAS CANETTI UNIVERSAL
Elias Canetti (1905-2005) hubiera
cumplido cien años el 25 de julio. En su
aniversario se edita, Fiesta bajo las bombas (Galaxia Gutenberg/Círculo
de Lectores, 2005), apuntes inéditos sobre la vida y los personajes de una
Inglaterra desconocida.*
La figura de Elías Canetti ocupa la
práctica totalidad del siglo XX y el significado de su obra, junto a los
nombres de Ernst Jünger, Thomas Mann, Franz Kafka o Robert Musil, figura como
uno de los valores más sobresalientes de la literatura alemana contemporánea.
Canetti nació en el seno de uno de los más fabulosos y vastos imperios de
Europa, poco antes de que se iniciara el último episodio de su decadencia.
Recordemos que nació en Ruschuck, un pueblo de Bulgaria, el 25 de julio de
1905, hijo de una familia judía por partida doble, de raíces sefarditas por
parte de padre, de origen asquenazí por parte de madre. En 1911 la familia se
traslada a Inglaterra, a la ciudad de Manchester, donde su padre muere
repentinamente; en 1913, la madre y los hermanos se instalan en Viena; entre
1916 y 1924 cursa estudios de bachillerato en Zúrich y en Francfort; a partir
de ese mismo año curso Ciencias Naturales en Viena y obtiene el título de
Doctor en Ciencias Químicas en 1929. Se dedica a la investigación sobre el
concepto de masa, actividad que alterna con la literatura. En 1935 aparecería
su única novela, Auto de fe, y después se consagraría a la redacción de
su libro más valorado e importante, Masa y poder, publicado en Hamburgo
en 1960. Nuevas circunstancias políticas le llevaron al exilio y de vuelta a
Inglaterra, donde vivirá, nacionalizado, hasta 1988, año en que se instala en
la ciudad suiza de Zúrich donde moriría en 1994.
La lista de las ciudades por las que pasó
Canetti refuerzan ese sentimiento de una Centroeuropa unida, sobre todo siendo
él sefardita, y obligado durante buena parte del siglo XX a un exilio
permanente. Sin embargo, los continuos desplazamientos forjaron en el joven
Canetti la conciencia y la pasión de un territorio muy vasto y heterogéneo, una
suma de lenguas, culturas y paisajes. La pasión de «extraterritorialidad»de
Canetti se complementa con su concepción del lenguaje. No hay que olvidar que
conoció las lenguas búlgara y ladina, además del inglés y el alemán,
posteriormente aprendió griego y latín en sus estudios universitarios y sus
largas estancias en Francia le otorgaron un conocimiento amplio del idioma
galo. Canetti se mostró siempre atento a las cuestiones del lenguaje y vivió la
cultura europea de «fin de siglo» de una manera muy especial. Es notoria su
admiración por autores como Karl Kraus y posteriormente Robert Musil.
Los
años ingleses
Elías Canetti hubiera cumplido el próximo
25 de julio cien años y como ha señalado el editor Mario Muchnik su obra tiene
vigencia universal. Esta primavera se publicaba Fiesta bajo las sombras
( Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, 2005), un libro inédito sobre «Los
años ingleses», escrito entre 1990 y 1994, bastante después de que el autor
fijara su residencia en Zúrich. En el libro evoca los difíciles y penosos años
vividos en Inglaterra, país al que había llegado con su esposa Veza en 1939,
después de que Austria quedara anexionada al Tercer Reich. Canetti habla con
cierta frialdad de los ingleses y más que un diario se trata de un anecdotario
donde repasa buena parte de su larga estancia en el país británico. Recuerda
los dos años pasados de niño y, rememora, sobre todo la repentina muerte de su
padre para después, a medida que avanzan las páginas, convertirse en un maestro
de la ira y de la queja. En el libro se mezclan anécdotas, sarcasmos, ataques
demoledores a contemporáneos como Eliot, incluso desprecia a amantes como Iris
Murdoch a quien en algunas páginas ataca sin mesura, añade cotilleos de salón,
pocos elogios y sobre todo parece un
estudio satírico, moralista, antropológico y etnológicos sobre las fiestas
(parties) inglesas. Mejor parado sale Bertrand Russell y el sinólogo Arthur
Walley.
Jeremy Adler señala en el «Epílogo» a la
presente edición que la primera anotación para la nueva obra dice lo siguiente:
«Recuerdos de Inglaterra. Londres, jueves, 11 de octubre de 1990. Mientras los
ojos lo permitan quiero escribir todavía algo sobre el tiempo en Inglaterra».
Once días después el tema provisional está decidido: «22 de octubre de 1990.
Por fin he encontrado lo que quiero escribir sobre Inglaterra: Amersham y el
tiempo de la guerra». Canetti se refiere a la evacuación de Londres cuando la
gente huía al campo para escapar de las bombas alemanas. La guerra está
omnipresente en los primeros años, pero nunca está descrita en su amplitud. El
estilo de Canetti —señala Adler— en estos recuerdos se acerca a menudo al de un
diario. Esto puede deberse a su carácter fragmentario, y al hecho de que
Canetti hubiera reescrito muchas de estas páginas. En ningún momento se
avergüenza de revelar sus defectos o poner al desnudo a sus amigos más
cercanos.
Las parties que describe el autor
con tanto celo en este libro y a las que eleva un delicioso monumento con la
definición de «fiestas del no-contacto», son un fenómeno reciente. Derivan,
originariamente, de las cocktail parties de los años treinta y
determinan la vida social inglesa hasta los sesenta. En el siglo XVIII los
literatos de Londres se citaban en el café, pero esta institución ya había
desaparecido en tiempos de Canetti. Se celebraban parties o dinner
parties con cualquier pretexto. Diana Spearman, fue una de esas anfitrionas
por la que Canetti se sintió especialmente atraído, porque poseía la cultura y
los medios para reunir en sus cenas un círculo considerable de políticos e
intelectuales. Por ella conoció a Enoch Powell, a Karl Popper y a Mary Douglas,
autora de un singular libro sobre la caza en la tribu africana de los lele. Lo
que se demuestra en este libro es esa especial disposición de Canetti para la
amistad y el amor en abierta contradicción con su temperamento de solitario. El
estudioso alemán opina que Fiesta bajo las bombas vendría ser la
continuación del ciclo autobiográfico constituido por La lengua absuelta
(1977), La antorcha al oído (1080) y El juego de ojos (1985),
aunque esta lectura no se cerraría a otras propuestas y a la vista de la
naturaleza de unos textos que, también, se muestran emparentados con Las
voces de Marrakesch (1967) o El testigo oidor (1974).
Auto
de fe
La primera edición de Auto de fe
es de 1935 y nació, como señala en su prólogo Mario Vargas Llosa en su edición
española de Círculo de Lectores (Biblioteca de Plata), 1987, de una imagen que
obsesionaba al autor durante algún tiempo: un hombre que prendía fuego a su
biblioteca y se quemaba con ella. La novela formaba parte de un proyecto mucho
más amplio, iniciada en el otoño vienés de 1930 y a la sombra de escritores de
la talla de Broch, Musil, Popper y Berg. En realidad, formaría parte de una
«Comedia Humana de la locura» que constaría de ocho historias, cada una de las
cuales tendría como protagonista a hombre desmedido, en las fronteras de la
sinrazón. El ambicioso proyecto quedó en un solo volumen y además pasó sin pena
ni gloria durante los años de la guerra y postguerra europeas hasta que la
concesión del Nobel en 1981 le devolvieron la actualidad tanto al autor como a
la novela.
Auto de fe es una novela ambiciosa
y también bastante dura porque exige un esfuerzo intelectual y buenas dosis de
paciencia para que lector llegue al sentido profundo de su estructura, además
de desentrañar las claves de su complicado simbolismo. En la novela se percibe
un mundo desintegrado, «Un mundo sin cabeza», «Una cabeza sin mundo» y «Un
mundo en la cabeza» son las tres grandes parte de que se compone la obra y, en
una primera instancia, se relatan hechos incoherentes, aparecen personajes que
no responden a una lógica racional sino a una arbitrariedad artística hasta el
punto de que su carácter grotesco y anárquico, los disparates e incluso las
greguerías que salpican esta páginas, suponen, en opinión de la crítica más
especializada, la visión de una Europa germanizada, imbuida de todos los
demonios que precipitarían, pocos años después, la catástrofe de la segunda
guerra mundial. Se trataría de una alegoría ideológica y moral, es decir,
vislumbrar la biblioteca en llamas y la inmolación de su dueño que prefiguraría
las antiguas escenografías de la
Inquisición y la destrucción de la cultura que propugnaba en
aquellos momentos el nacionalsocialismo en su sentido más totalitario.
Vargas Llosa ha señalado que podríamos
ver en esta novela una simple alegoría política aunque este juicio resultaría
algo insuficiente y no haría la justicia necesaria al libro. Insiste en que
habrá que ver en esta narración «un mundo de ficción, una realidad paralela,
soberana, con una vida propia que no es reflejo de aquella, real, de la que
proceden sus materiales históricos y culturales, sino de algo distinto, toma
distancia en una imagen paroxística en la que las diferencias superan a las
semejanzas». De su obra, prácticamente, inédita hasta que sus herederos siguiendo
su voluntad publiquen buena parte de su legado a partir de 2024, se desprende
que Canetti nos propone concebir en términos de cultura, de espíritu y de
civilización, la unidad de la vieja Europa porque, insiste, la cuestión de
nuestro tiempo, del siglo XX, es la formación de la masa y las consecuencias
que tal hecho ha comportado.
* Publicado en Cuadernos
del Sur, con motivo del Centenario, 2005
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