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FUERZA
MENOR
¿Puede un escritor de microcuentos formar
parte de la historia de literatura? se pregunta Juan Bonilla en el prólogo de Fuerza menor (2016), el nuevo libro de
Javier Puche (Málaga, 1974). Indiscutiblemente, sí. ¿Dónde queda establecida la frontera entre el cuento o
relato, y el microcuento o minificción? El estudioso Fernando Valls señala que,
“el microrrelato no es un poema en prosa, ni una fábula ni un cuento, aunque
comparta algunas características con este tipo de textos, sino un texto
narrativo brevísimo que cuenta una historia, en la que debe imperar la
concisión, la sugerencia y la precisión extrema del lenguaje, a menudo al
servicio de una trama paradójica y sorprendente.” Todas las definiciones de
microrrelato incluyen, al menos, dos características definitorias: la brevedad
y la narratividad, y sobre todo, para que exista un microrrelato, tiene que
haber una historia, y con esta definición nos alejamos de otros textos breves
como los haikus y poemas cortos, los aforismos y las sentencias.
Este extenso preámbulo, sin ánimo de
instruir, si acaso informa que un libro como, Fuerza menor, ofrece una estupenda colección de microrrelatos,
desde perspectivas muy diferentes y con un acertado resultado. El primer texto,
dedicado al inolvidable Javier Tomeo, y titulado, La incertidumbre, dará el tono al
resto, responde sin duda a las pretensiones del malagueño: dos personajes
despiertan a bordo de un hidropedal en medio del Mar Negro y, enseguida
perciben que se han quedado dormidos por accidente, y no tienen otra
opción que seguir pedaleando, sin rumbo, en medio de las aguas oscuras,
hacia ninguna parte, y esa incertidumbre que provoca la situación es vida misma
que nos empuja a circunstancias insólitas. En un texto tan breve, y al comienzo
mismo, Puche ajusta y precisa su lenguaje, consigue un ritmo temperado, nos
envuelve en una atmósfera casi asfixiante, muestra una irónica visión del
momento que provoca una calculada agudeza satírica, y aun añade un cierto
lirismo que cincelará el resto de los textos que componen la primera y más
amplia parte. Y este conjunto de cuentos se convierte en un auténtico
caleidoscopio, Puche retrata a sus personajes con milimétrica precisión, y los
envuelve en una fantasmagórica visión onírica que evocan esos otros detalles
que mueven al mundo, “Tenemos que hablar”, un permanente juego de los
contrarios, “Asincronía”, deudor de esa extensa tradición de los mejores
relatos de todos los tiempos, personas inmortales y fantásticas que tratan de
sobreponerse a su propia naturaleza, “El Santo Grial”, seres orantes que
perpetúan el rezo pese a los múltiples cadáveres que los rodean, leguleyos
decadentes, “Advocatus diaboli”, jueces retirados que imparten su propia
justicia, “Justicia a domicilio”, obesos mórbidos que se adentran en una tupida
selva de plantas carnívoras, incluso un androide lector, o la evocación de un
clásico universal, “Ante la ley”, es decir, otra mirada más, pero diferente sobre
el inmortal Kafka. Una parte segunda, tan complementaria como calculada, Seísmos, “Cuentos de seis palabras”, un
propósito narrativo aun más milimetrado en extensión, seis palabras para contar
una historia, o como apunta el mismo Puche, “más bien sugerirla”; y, por supuesto, el lector se enfrenta a un
texto, a un mini-micro-cuento, casi un malabarismo textual, que según
percibimos, exige elegir bien la idea y los vocablos que han de vestirla y, pese
a su extrema brevedad, el narrador malagueño logra con su empeño que estos
microrrelatos aniden en la memoria del lector, y supuestamente le ayuden a
concretar el sentido mismo de la vida en apenas seis palabras.
FUERZA
MENOR
Javier
Puche
Sevilla, La Isla de Siltolá, 2016.
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