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martes, 25 de abril de 2017

Miguel Naveros



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 ASÍ FUIMOS NOSOTROS*
              
       El periodista, poeta y narrador Miguel Naveros (Madrid, 1956) inició a finales de la década de los noventa una interesante propuesta narrativa, La ciudad del sol (1999), Al calor del día (2001) y ahora entrega El malduque de la Luna (2006). La primera ofrecía un minucioso análisis de una ciudad andaluza mediterránea a lo largo de todo un siglo, la segunda centraba su atención en una actualidad con aspectos sobre la especulación, la inmigración y la ecología y, la tercera, es una novela más lírica que recorre el itinerario vital de su protagonista, Pedro Luna.
       El malduque de la Luna repasa, con un extraordinario dominio del lenguaje, como característica más encomiable, porque ofrece numerosos registros del habla, diálogos fluidos y encadenados al discurso como si de una continuada descripción se tratara, explora la creatividad de la prosa en toda su amplitud, se construye en una novedosa estructura arquitectónica narrativa, anota en suma y escruta la vida del joven Pedro Luna Luna. Hijo de un destacado militante comunista en la España franquista vive entre la dicotomía que le lleva, por estímulo propio, a aprobar la conducta de un padre introvertido y austero o admirar a su tío, hermano del padre, poeta que reside en París y sobrevive a una vida disipada tras el desencanto político, la incertidumbre laboral o su bisexualidad, pero capaz, cada vez que vuelve al domicilio familiar en Madrid, de llenar la casa de alegría. En realidad, Naveros ha pretendido contar la infancia de Pedro Luna, una adolescencia convulsa, los años universitarios comprometidos políticamente, hasta llegar a una madurez desencantada entre unos estímulos personales contrapuestos para, finalmente, terminar con sus vivencias en la actualidad, como ese sumiso integrante de una sociedad repleta de fracasos que, finalmente, ha optado por un exilio marroquí en Asilah y, de alguna manera, quiere dejar constancia de los Luna para de una vez por todas exorcizar los fantasmas del pasado. 
       Vista así la novela de Naveros se perfila, como intentos anteriores, en concebirse como documento contemporáneo de las actitudes idealistas de los 70, de entrega a la causa y aprendizaje de un verdadero socialismo previo a la degradación del telón de acero, de las expectativas de los planteamientos socialdemócratas de la España de los 80 y del desencanto de un final pragmático que, bajo el manto de una ideología libre, llevó a algunos librepensadores al fracaso. Solo así hay que ver y se puede leer  El malduque de la Luna, ejemplo de la más dura de las críticas a un sistema caduco, realizada con esa maestría que otorga la herencia recibida de un lejano ideario familiar que contrasta con la propia degradación del sistema, se enfrenta al cambio de un nuevo simbolismo o se sirve de una metáfora moral que ya no tiene cabida en esta sociedad e, incluso, en este mundo. Lo mejor de la novela, el final por eso no se den tregua hasta llegar a la última página.

* Recientemente fallecía en Almería Miguel Naveros, periodista y narrador a quien he seguido desde sus comienzos en la narrativa contemporánea. Esta fue una de las reseñas que dediqué a su tercera novela publicada.







EL MALDUQUE DE LA LUNA
VII Premio de Novela Fernando Quiñones
Miguel Naveros
Madrid, Alianza, 2006

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