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ASÍ FUIMOS NOSOTROS*
El periodista, poeta y narrador Miguel
Naveros (Madrid, 1956) inició a finales de la década de los noventa una
interesante propuesta narrativa, La ciudad del sol (1999), Al calor
del día (2001) y ahora entrega El malduque de la Luna (2006). La primera
ofrecía un minucioso análisis de una ciudad andaluza mediterránea a lo largo de
todo un siglo, la segunda centraba su atención en una actualidad con aspectos
sobre la especulación, la inmigración y la ecología y, la tercera, es una
novela más lírica que recorre el itinerario vital de su protagonista, Pedro
Luna.
El malduque de la Luna repasa, con un
extraordinario dominio del lenguaje, como característica más encomiable, porque
ofrece numerosos registros del habla, diálogos fluidos y encadenados al
discurso como si de una continuada descripción se tratara, explora la
creatividad de la prosa en toda su amplitud, se construye en una novedosa
estructura arquitectónica narrativa, anota en suma y escruta la vida del joven
Pedro Luna Luna. Hijo de un destacado militante comunista en la España franquista vive
entre la dicotomía que le lleva, por estímulo propio, a aprobar la conducta de
un padre introvertido y austero o admirar a su tío, hermano del padre, poeta
que reside en París y sobrevive a una vida disipada tras el desencanto
político, la incertidumbre laboral o su bisexualidad, pero capaz, cada vez que
vuelve al domicilio familiar en Madrid, de llenar la casa de alegría. En
realidad, Naveros ha pretendido contar la infancia de Pedro Luna, una
adolescencia convulsa, los años universitarios comprometidos políticamente,
hasta llegar a una madurez desencantada entre unos estímulos personales
contrapuestos para, finalmente, terminar con sus vivencias en la actualidad,
como ese sumiso integrante de una sociedad repleta de fracasos que, finalmente,
ha optado por un exilio marroquí en Asilah y, de alguna manera, quiere dejar
constancia de los Luna para de una vez por todas exorcizar los fantasmas del
pasado.
Vista así la novela de Naveros se
perfila, como intentos anteriores, en concebirse como documento contemporáneo
de las actitudes idealistas de los 70, de entrega a la causa y aprendizaje de
un verdadero socialismo previo a la degradación del telón de acero, de las
expectativas de los planteamientos socialdemócratas de la España de los 80 y del
desencanto de un final pragmático que, bajo el manto de una ideología libre,
llevó a algunos librepensadores al fracaso. Solo así hay que ver y se puede
leer El malduque de la Luna, ejemplo de la más
dura de las críticas a un sistema caduco, realizada con esa maestría que otorga
la herencia recibida de un lejano ideario familiar que contrasta con la propia
degradación del sistema, se enfrenta al cambio de un nuevo simbolismo o se
sirve de una metáfora moral que ya no tiene cabida en esta sociedad e, incluso,
en este mundo. Lo mejor de la novela, el final por eso no se den tregua hasta
llegar a la última página.
* Recientemente fallecía en Almería
Miguel Naveros, periodista y narrador a quien he seguido desde sus comienzos en
la narrativa contemporánea. Esta fue una de las reseñas que dediqué a su
tercera novela publicada.
EL
MALDUQUE DE LA LUNA
VII
Premio de Novela Fernando Quiñones
Miguel
Naveros
Madrid,
Alianza, 2006
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