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UNA COLECCIÓN DE HISTORIAS
Miguel A. Zapata (Granada, 1974) es un
experimentado coleccionista de historias, autor de una obra que podría
catalogarse de fronteriza puesto que ha ensayado hasta el momento, con acertado
acento, el microrrelato, Baúl de
prodigios (2007) y Revelaciones y
magias (2009), el cuento, Ternuras
interrumpidas. Fabulario casi naif (2003) y
Esquina inferior del cuadro (2011)
y la novela, Las manos (2014) una
historia muy fragmentaria, con digresiones de diverso calado, pausas y
paréntesis, desvíos y abundantes desvaríos.
Existe una zona que el narrador granadino
domina y ensaya, una y otra vez, ese espacio entre la melodramática realidad,
lo anodino o el horror más absoluto que nos sorprende y abraza a diario, y
buena muestra de ese obsesivo mundo propio, ofrece, en esta ocasión, Voces para un tímpano muerto (2016) que
se convierte en una alucinante arquitectura de vocablos resistentes, o un
serial de voces que se dejan oír tras la metafísica visión de una rabiosa
actualidad. Zapata nos facilita la tarea, y divide su propuesta en movimientos
o apartados: “Sinfonía para un amor bizarro en diez movimientos y una breve
coda”, “El albarán del durmiente”, “Vuelos de un doctor en Filosofía alrededor
de sus apuntes desordenados diez segundos antes de despertar”, “Cinco formas de
tomar el té de las cinco”, y “De espacios y hombres”, cinco propuestas que
contemplan auténticos espejismos cotidianos porque en estas historias
encontramos devastaciones y mujeres que se arrancan los ojos y los ofrecen en
las calles, verdugos que se sienten satisfechos con su trabajo, o se disfruta
de la bendición de los hijos; excelente el tratamiento y la técnica del cuento
en el siguiente apartado, significativo el primero de todos, “Matrioska
sentimental” cuya trama se sustenta sobre las posibilidades que nos ofrece el
mundo de la imagen y el espejo de la escritura, o aún mayor consideración
merecen los relatos, “Finis gloriae mundi”, esa infancia, en ocasiones,
olvidada aunque recuperada en el tiempo, y la constante evocación de la
memoria, ese continuo retorno que sufrimos en nuestra vida, como se cuenta en
“Historia de este vaso”. Hasta aquí sus propuestas
subrayan esa visión postsurrealista que han ensayado algunos cuentistas
actuales, léase Ángel Zapata, y que establecen una firme comunicación con lo
onírico, nos les falta un agudo sentido del humor, ese que confiere a todo el
justo nivel de lo absurdo pero resulta fácilmente reconocible por un lector
inteligente y, sin duda, lo convierte en el apartado más sugestivo y aun más
desasosegante del conjunto.
En la tercera
parte, los “vuelos”, numerados en un calculado desorden se suceden, y suman
voces que convierten esos instantes u otros momentos vividos en alucinantes
visiones de preclaro lirismo en que, Zapata, cultiva el misterio de la palabra;
el resto se traduce en la gozosa visión del granadino sobre relaciones
familiares, horrores cotidianos y domésticos, identificación de semejantes, y
en la mirada, tan sabia como precisa, sobre la arquitectura urbana de nuestro
alrededor cotidiano y, por extensión, de nuestro viejo mundo.
Miguel A.
Zapata escribe Voces para un tímpano
muerto con absoluta libertad, con un lenguaje adecuado expone una serie de
historias y situaciones de la vida cotidiana en las que la realidad traspasa el
umbral del absurdo y recuerdan, en una proyección diferente, al espacio de
Kafka, de Tomeo o Monzó sin que la apreciación, evidentemente subjetiva,
presuponga deuda, sino más bien halago de una literatura ejemplar.
VOCES
PARA UN TÍMPANO MUERTO
Miguel A.
Zapata
Madrid,
Talentura, 2016; 148 págs., 13€
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