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UNA SERENA TRISTEZA
Un escritor siempre escribe sobre un
personaje, o quizá sobre otros, para simular, de alguna manera, hablar de uno
mismo y esto es lo que Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) acaba de
hacer en La velocidad de la luz (2005), una novela esperada tras el
éxito de Soldados de Salamina (2001). En este nuevo relato se nos
cuenta, en primera persona, el proceso de una escritura porque su protagonista
es un universitario que tiene aspiraciones de escritor y vive una experiencia
en un campus universitario norteamericano que lo acompañará el resto de su vida.
Quizá por esta extraña circunstancia se cuente el inicio de la construcción de
una vida dedicada a la ficción hasta ese punto mismo en que la vida emerge por
encima del proceso posterior de la escritura, cuando el joven conoce en Urbana
(pequeña ciudad de Estados Unidos) a un compañero de seminario, Rodney Falk,
con el que vivirá la edificante experiencia de ser el depositario de sus
vivencias en Vietnam sin que un final comprensible o el posterior desarrollo
queden aclarados tras su regreso a España.
La velocidad de la luz contiene
buena parte de los elementos de El inquilino (1989), de El vientre de
la ballena (1997), dos de las primeras entregas de Cercas, y de Soldados
de Salamina, sobre todo de este último relato porque como en aquella
historia hay un escritor, un proceso creativo, casi documental, y una guerra de
fondo, y, aunque median años entre nuestra guerra civil y la sangrante guerra
de Vietnam, los resultados de una y otra resultan demoledores. En ambas existen
vencedores y vencidos, pero la diferencia estriba en que mientras en nuestra
contienda la solución quedó, en manos de Cercas, y éste opta por un perdón, en
el segundo caso, los héroes se tiñeron de sangre y se incorporaron pronto a una
sociedad de total degradación. Una vez transcurridos más de quince años, y
siguiendo el hilo del relato, cuando el protagonista se ha convertido en un
autor de éxito y ha creado su propia familia, vuelve a encontrarse con Rodney
porque éste ha venido hasta España en busca del antiguo confidente, para verse en
Madrid. Pero sólo en un revés de su propia vida, el joven escritor que había
interrumpido su novela, decide volver a Urbana para terminar de reconstruir los
datos sobre esas circunstancias oscuras en a su amigo y a la guerra, para poder
así acabar una novela que de otra manera no sería posible. En realidad, Cercas
escribe el relato de su amigo y de sus propias vivencias en ese hilo común en
que se sitúan ambas historias marcadas por el sentido trágico de una existencia
más allá de la conveniencia de subsistir y poco más. Tal vez porque lo que
pretende expresar el extremeño es esa ambivalencia que se nos supone a las
acciones humanas y que no tienen sentido salvo por el poder que el escritor le
otorga a la palabra y porque La velocidad de la luz es un libro bien
escrito, plagado de verosimilitud en el mensaje y en la expresión misma, como
suele ocurrir con los buenos proyectos narrativos y éste es uno de ellos, en
uno de los mejores ejemplos que podemos encontrar en la narrativa española
contemporánea.
LA VELOCIDAD DE LA LUZ
Javier
Cercas
Barcelona,
Tusquets, 2005
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