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SIN
FICCIÓN
Una de
las características más sobresalientes del libro que me ocupa, La brújula
(2006), de Jorge Carrión, es esa extraña mezcla de convocar con su escritura el
presente para, de una forma más desconcertante, llegar en ocasiones al pasado;
en otra de sus páginas, Carrión afirma, con gran acierto, que quizá escribimos
para entender lo que vivimos absurdamente. En ambos pensamientos, o mejor, en
tan ajustadas precisiones mediría yo el valor de este extraño libro mezcla de
relato de viaje, anotación de bitácora, ficción súbita, turismo a ultranza o
tal vez reencuentro con esas realidades antes soñadas y nunca vividas.
A partir
de ese momento el curioso lector realiza, por cada una de las páginas de este
libro, un desplazamiento tanto físico como literario, viajando por las rutas
geográficas más insospechadas, las que oscilan entre el norte de África, la América Latina
desde el Norte al Sur o la China comunista y cultural,
incluida una visita a su famosa montaña, Taishan, patrimonio de la Humanidad o a la Ciudad Prohibida
de Beijing. Todo esto en variopintos ensayos de interpretación que incluyen
testimonios vividos en los lugares elegidos y visitados, crónica del lugar a medio camino entre la
ficción y el periodismo. Y aunque en ambos casos, se trataría de un género
ensayado desde varias generaciones atrás, Carrión es quien asume, en toda su
extensión, el hecho de que la realidad forma parte inexcusable de la vida
cultural presente y solo así habrá que entender sus textos reunidos en forma de
libro que, además, titula La brújula como ese instrumento válido y
necesario que nos acompaña para esa zona intermedia a que apela el autor,
periodismo y literatura porque, entre otras cosas, la selección realizada por
el propio autor incluye textos públicos, escritos con la urgencia de ser
publicados en revistas y periódicos, y textos íntimos o inconfesables que
preservan ese matiz esbozado de auténticamente literarios.
Una
interesante sección, titulada *Los emigrados+ disecciona las figuras de literatos u hombres tan
dispares e interesantes como Roberto Bolaño, tan llorado por tantos amigos,
Américo Castro, maestro de hispanistas, Saúl Bellow cronista de ciudades tan
dispares como Chicago o Nueva York o el más sorprendente de los guionistas y
cineastas argentinos Edgardo Cozarinsky.
Y el
guiño más original de Carrión lo aporta en su *Desnorte+ donde apunta otras tantas brújulas que tal vez lo
lleven a otros tantos nuevos puntos cardinales y lo aguarden como viajero o
como ensayista de ese tipo de textos que solo la vanidad le permiten publicar y
que, de alguna de la mejor de las maneras, se encuentran en mitad de esa tierra
de nadie con que siempre cuenta, tanto en su propia vida como en su literatura.
LA BRÚJULA
Jorge Carrión
Córdoba, Berenice, 2006
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