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UNA METÁFORA DE LA EXISTENCIA
Con Cuaderno de viaje (2000)
Salvador Compán (Úbeda, Jaén, 1960) ha logrado ser finalista del Premio Planeta
después de tres entregas anteriores no menos interesantes, El Guadalquivir no llega hasta el mar
(1990), Madrugada (1995) y Un trozo de jardín (1999), que
consiguió el Premio de la
Crítica Andaluza, ese mismo año. De una autorreflexión como
concepto de materia, habitual en la narrativa de los noventa, para contar una
crónica familiar y diversos episodios de corte folletinesco componen lo
esencial de la novela ganadora, que es, por cierto una excelente finalista y
que cabe esperar sirva de precedente, para dignificar este premio de no
abundantes aciertos en las últimas convocatorias. El marco es el último tercio
del siglo XIX español, social e históricamente convulsivo, y que sirve, además,
para mantener una tensión literaria que no defrauda al lector en las casi
trescientas páginas del volumen, además de ofrecer cierta abundancia de datos y
personajes que se asoman, acertadamente, a la ficción de Compán.
El narrador, Juan García Martínez,
periodista y escritor de folletines, viajará desde Madrid hasta el Sur,
concretamente hasta Aroca, en la provincia de Jaén, lugar a donde lo ha llamado
su tío, un juez retirado porque necesita su ayuda para redactar las memorias
familiares y poner un poco orden en su vida. El ínclito jurista, Cándido
Espejo, le propondrá que cambio de treinta mil reales escriba una especie de
versión heroica de toda una saga familiar, olvidándose de aquellos episodios y
aspectos más oscuros y deplorables del pasado reciente en los que participaron
algunos miembros más destacados de la estirpe: hurtos, fechorías, asesinatos,
malas compañías de suegros y cuñados, acompañados de secuaces que en otros
tiempos mancillaron el buen nombre de la familia, sobre todo durante la Guerra de la Independencia y los
años posteriores. Documentos, opiniones, referencias y abundantes viajes por
toda la comarca, se convierten en el primer contacto de García Martínez con la
historia a contar, datos y testimonios que el joven irá contrastando con su tío
para ir ordenando el manuscrito que se va transcribiendo a lo largo del libro.
Surgen así esas constantes temáticas que forman parte de la novela y que Compán
maneja con tanta habilidad, el viaje asociado a toda una tradición
decimonónica, el diario o cuaderno como justificación de toda una estructura y,
al mismo, tiempo el estudio psicológico de muchos de los personajes que va
entrevistando el joven periodista: Margarita Seisdedos, o los recuerdos de
Rafael, su hermano, y Ana Bárcena, todo lo investigado acerca de las
actividades de Saturio y Elías Seisdedos, hechos y descubrimientos que llevan
al escritor a planteamientos de ética profesional porque una cosa es la crónica
de lo sucedido y otra cosa es lo que el narrador pretende escribir. En
realidad, algo de biografía y de ficción, algo de verdad y de mentira, para
contar finalmente una buena historia y poder establecer lo ocurrido en honor al
hecho intrínseco de la escritura, como esa concepción que defiende el
protagonista de esta novela, «un acto para mostrar la naturaleza de las cosas»,
juicio que tiene mucho que ver con el estilo de novela de la época retratada, y
las alusiones que en ella se hacen al Naturalismo porque la novela se
desarrolla en torno a 1874, año de la Restauración que en literatura desembocaría en
obras como Doña Perfecta, Gloria, Marianela y posteriormente La Regenta, quizá
la más representativa de lo para el narrador manifiesta su ética y su estética.
CUADERNO
DE VIAJE
Salvador
Compán
Planeta,
Barcelona, 2000
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