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Una narradora anónima, ya en su
ancianidad, hace recuento de su vida mientras, en una cafetería, espera
reencontrarse con el hombre a quien ha amado en silencio y durante décadas,
tras una obligada separación en los días posteriores al final de la guerra
civil, cuando un inesperado suceso les llevó a tomar el rumbo equivocado y a
una existencia sinsentido.
Yolanda Regidor (Cáceres, 1970) publica La espina del gato (2017), su tercera
novela porque hasta el momento había entregado, La piel del camaleón (2012), una narración ambientada en la
Salamanca de los 90, y cuyos protagonistas, alumnos de la universidad, viven
entre esos espacios preferentes de ocio: discotecas y bares de tapas; en
realidad, son jóvenes impulsados por un hedonismo visceral, desinteresados por
su formación académica, aunque proclives a vivir en libertad todas las
infracciones que les permite su edad: sexo, alcohol y drogas; en su mayoría
jóvenes de provincias que al llegar a la ciudad deciden liberarse de un anticuado
sistema de inhibiciones y prohibiciones; y una segunda entrega, Ego y yo (Premio Jaén de Novela, 2014),
que cuenta una intensa historia de amistad entre dos personas de las que no
llegamos a conocer sus nombres y, precisamente, por no estar identificadas, se
convierten en el propio lector y su amigo, ese amigo especial que parece todos
tenemos sin paliativo alguno; en ambas propuestas, textos tan prometedores como
de una excelente factura narrativa.
Una foto, una imagen en blanco y negro,
tres niños que posan y le sirven a la anciana-narradora para hilvanar los
recuerdos que, de una forma natural y en una espléndida construcción narrativa,
va recorriendo los sucesos de su infancia en los primeros días de julio en un
Madrid del 36, espacio que muy pronto se convierte en un escenario tan extraño
como convulso, cuando los pilares del gobierno de la República empiezan a
temblar por el levantamiento militar que Franco y sus generales inician en el
norte de África, o por las consecuencias posteriores con el asalto al Cuartel
de la Montaña que, como a muchos otros madrileños, impulsará al padre de la
niña a alistarse en las milicias, un hecho que se convierte para ella en la
primera pérdida y las posteriores que irá sufriendo: la madre, los abuelos, los
vecinos, o sus amigos, y termine el relato con el Desfile del Día de la
Victoria, que marcará el final de la infancia de la niña.
Con su tercera entrega, La espina del gato, Yolanda Regidor
ensaya un regreso al pasado, la narración cuenta desde un registro infantil
aquellos años convulsos, sin duda uno de los aciertos de la narración, pues la
perspectiva de la niña, llena de candor, ingenio y humor, nos obliga a los
lectores a participar constantemente en la construcción para otorgarle el
sentido completo de una adulta, o tal vez a reinterpretar los episodios o
sucesos que la niña desde su perspectiva inocente no siempre interpreta
acertadamente, pero que forman parte de la indiscutible historia negra reciente
de nuestro pasado. Solo así La espina del
gato se convierte en un capítulo de esa “historia privada” de una España
donde el odio y la represión fueron constantes durante más de dos tercios de
siglo pasado, y una vez más se confirma que las guerras las pierden siempre los
mismos, los más desfavorecidos o aquellos que aspiran a sobrevivir en una paz
asegurada.
Por encima del valor testimonial de la
narración, localizada en un Madrid que resiste y con un relato muy documentado,
sobresale la capacidad de Regidor para ofrecernos un texto de prosa madura, capaz
de calcular la brutalidad y la truculencia de algunos pasajes con los matices
más sutiles que una buena prosista pueda imaginar, calibrando la resistencia o
las debilidades del relato, y solo utilizando el valor de una derrota en las
escenas necesarias. Como nos suele tener acostumbrados, la extremeña le otorga
a su historia un valor existencial que indaga en la condición humana pese a los
avatares a que se verá sometida la niña, huérfana en mitad de las calles de un
Madrid de horror y de destrucción, zarandeada por los acontecimientos que
durante tres años supusieron la crónica bélica de la historia de nuestro
pasado, muestra inequívoca de una insatisfacción que nunca cesa, esa otra
visión de la “espina del gato”.
LA ESPINA DEL GATO
Yolanda
Regidor
Córdoba,
Berenice, 2017; 304 pp.
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