Cuentos
Completos
Javier
Tomeo (Quicena Huesca, 1932-
Barcelona, 2013)
Javier Tomeo (Quicena Huesca, 1932) afirma que ya
se parecía a Kafka antes de leerlo, quizá porque sus bestiarios forman parte
del mundo mítico de lo simbólico, de lo imaginario, de ese juego que el
narrador va construyendo a medida que avanzamos en la lectura de sus textos,
inventa sus historias, o incluso cuando sus personajes llegan a finales
inesperados porque sus vidas trascienden y se convierten en un puro automatismo
mental: el del narrador que observa como estos escriben su propio relato.
Tampoco hay nada de extraño que, en el mundo de Tomeo, y en muchos de sus
libros aparezcan palomas, leones, tortugas, gallinas, hormigas, gatos o
cualquier tipo de animal doméstico, y además hombres miopes, atormentados y
solitarios, héroes anónimos, que se ven mezclados en escenas cotidianas,
situaciones inimaginables, y perversidades, en definitiva, que otorgan la
credibilidad al mundo actual, una calificación que se justificaría por sí sola,
cuando no hay razón posible sin una sinrazón que la haga creíble. Quizá por eso
y, sencillamente, sólo por eso, Tomeo insiste en su narrativa, una y otra vez,
en plantear las situaciones más inverosímiles que ningún ser humano pueda
pensar, pero con la suficiente credibilidad como para que no resulten fuera de
lo humanamente posible/creíble. Con sus fábulas refleja esa inquietante faceta
que todos pretendemos mantener y que hace de nuestra vida un enigma cifrado de
por sí, solo descifrado por los sueños, como puede leerse en muchos de sus
textos, o en muchos de sus cuentos, en tantas de sus historias y, en
definitiva, como otras muchas de las nuestras propias. Jochen Heymann sostiene
que “todas las historias de Tomeo son “mínimas”, con medios manifiestamente
reducidos conjuran mundos en los que el lector ha de encontrar tanto las
preguntas como las respuestas que plantean situaciones en apariencia
sencillas”.
Cuentos
completos
¿Es
quizá Javier Tomeo un severo juez de la desmotivación ética en una colectividad
que ha llevado a hombres y mujeres a una
duda permanente de la realidad vivida? Sin duda, el aragonés ha simulado una
hiperrealidad que muestra la total incomunicación en la era de la comunicación
y muestra de ello es la visión de conjunto que ofrece Páginas de Espuma
publicando los Cuentos completos
(2012), en edición de Daniel Gascón que recoge la totalidad de los títulos
publicados hasta el momento, además, de una amplia colección de inéditos y de
reescritura de antiguos cuentos, un centenar en total. Las colecciones
incorporadas son, Bestiario (1988), Historias mínimas (1988), Problemas oculares (1990), Zoopatías y zoofilias (1992), El nuevo bestiario (1994), Cuentos perversos (2002) y Los
nuevos inquisidores (2004). Como señala el editor, Daniel Gascón, este
volumen se ofrece una visión amplia de la obra de Tomeo y esas preocupaciones
constantes en su literatura, es decir, “la aceptación de las reglas del azar y
del absurdo, la capacidad de sugerencia y la fascinación por lo monstruoso, la
animalización de los humanos y la humanización de los vegetales y los animales,
la fascinación por los detalles del mundo natural y la desconfianza hacia la
tecnología, la fantasía desbordada y la intuición escalofriante, la vivencia traumática
del amor y el sexo, la violencia repentina, la importancia del ello y esa mirada que a Tomeo le gusta
llamar psicopática “. La literatura
del narrador aragonés brilla por su capacidad para asociar ideas y así revisa
episodios bíblicos, mitologías griegas y latinas, tradiciones orientales o
cuentos de hadas que convierten a sus protagonistas en los receptores de su obsesiva visión de una
realidad que poco tiene que ver con el mundo presente. Quizá, por eso, los
escenarios de sus relatos son abstractos y simbólicos, y como si de una conjura
de pesadillas se tratara recrea ciudades en llamas o dominadas por palomas,
hombres víctimas de una conspiración a su alrededor, fortuitos encuentros entre
dos solitarios, barberos que pretenden cortarle la yugular a su cliente, que no
s llevan, sin duda, al sentido del humor que recorre buena parte de la obra
narrativa breve del autor, y que, como Sanz Villanueva apunta, suprime todo
atisbo de trascendencia y evita el patetismo, aunque en el caso del aragonés se
decanta por la greguería y la sutil ironía que puede producir una carcajada
sonora, una sonrisa triste o el más absoluto estremecimiento, como señala el
propio Gascón, y añade, miedo irracional, soledad e incomunicación como
preferentes atisbos de una realidad más rica y fascinante.
En
Cuentos perversos (2002) existe un desorden organizado porque lo que nos
propone Tomeo en esta ocasión es un recorrido por una serie de perversidades en
su sentido más estricto: treinta y nueve en total, aunque tratándose de un
escritor como el aragonés este término va mucho más allá de su acepción y nos
convoca a una suerte de costumbres sobre las que hay que disentir en esta vida
cotidiana, como es habitual en él. En realidad, se trata de nuevas historias
mínimas con esos medios, manifiestamente reducidos, que obligan al lector a
elaborar sus preguntas y las respuestas correspondientes puesto que,
inicialmente, plantean situaciones en apariencia muy sencillas: por ejemplo,
las múltiples personalidades del protagonista de «El hotel de los pasos
perdidos» no es sino, esa voluntad de cambio que todos experimentamos; quién no
ha soñado con convertirse en alguien importante, como el Capitán General de «El
sargento Gutiérrez», tal vez nadie ha especulado con coleccionar cualquier tipo
de aves como el protagonista de «El coleccionista de gallinas», o jamás un ser
humano no se ha sentido tentado de contar a unas niñas un cuento políticamente
incorrecto como el de «Las nietecitas preguntonas» y, tal vez, alguien no ha
soñado con matar, definitivamente, a los números como en «Los números muertos».
Contados en tercera persona, ofrecen un mínimo diálogo, o una conversación
directa, a veces, interrumpida por la brevedad de los mismos. Existe, la misma
o parecida parquedad en la descripción de los lugares y en el tiempo de la
acción. ¿Son absurdas muchas de las situaciones que nos plantea Javier Tomeo?
Evidentemente el escritor considera que de aquello sobre lo que escribe
pertenece a un mundo en que, no necesariamente, se cuestiona la realidad. Su
actitud, crítica si la hubiere en sus textos, se aleja de ese concepto social
que sacude la visión de nuestros días. Javier Tomeo ha fraguado su mundo
experimentando en su propio beneficio y en el de aquellos que quieren seguirlo,
algo que no es fácil pero humanamente posible. En otra de sus últimas entregas,
Los nuevos inquisidores (2004), un extenso libro recopilatorio de
relatos, se ofrecen algunos de los mejores de sus colecciones anteriores,
recupera otros de publicaciones periódicas y corrige bastantes de ellos aunque
también ofrece, en igual medida, inéditos que corroboran su filiación al
género, incluido el microrrelato. La crítica ha coincidido, desde siempre, que
su forma de concebir el mundo ofrece la visión de una realidad poblada de seres
solitarios y frustrados, con aspectos cuestionables del hombre y de la sociedad
contemporánea, dotando sus invenciones con abundantes dosis de un dramatismo
perceptible, aunque esta hiriente característica quedaría compensada por ese
humor absurdo que impregna sus páginas. La visión de la vida de sus personajes,
tan esquemática como arbitraria, otorga al lector la capacidad, en alguna
medida, de sentirse identificado con lo irracional que pueda parecer su
planteamiento.
Los
materiales que utiliza Tomeo para contar sus historias, el tono y el enfoque,
el ritmo y la atmósfera, las tramas y los paisajes, el eco de sus voces, el
pálpito de una ciudad que es donde se desarrollan las mayoría de narraciones o
de un pueblo, ofrecen tanta diversidad como aquella visión amplia que nos
proporciona la literatura universal y como la que tiene el propio autor. Sus
cuentos forman parte de la mitología, del mundo de la fábula, la parábola o las
sentencias, de relatos infantiles con sus personajes característicos, incluidos
los animales, o las abundantísimas referencias al expresionismo estético de
Kafka, de la iconografía de Buñuel, de los negros y grises de Solana o las
greguerías de Gómez de la Serna,
por citar autores que me interesan destacar en la literatura de Tomeo y que
proporcionan al autor todos los guiños posibles para dejar constancia de su
irreverencia narrativa. Todos los temas característicos de la obra de Javier
Tomeo se encuentran representados en estos sesenta y nueve cuentos, divididos
en cinco grandes apartados, con un desigual número de relatos, pero que
reproducen esa variedad temática que antes apuntábamos, la soledad, la
esperanza, la piedad o la crueldad del ser humano, la infancia y los recuerdos
personales de un pasado vivido, además de una visión onírica y absurda de las
cosas.
Dilatados
en el tiempo, desde una ya lejana década de los 1950 y hasta nuestros días, no
hay necesidad de fecharlos en estas últimas tres décadas porque la evolución
experimentada en la obra breve de Tomeo sugiere ya algunas de sus etapas
cerradas y bastantes procedimientos esgrimidos en la elaboración de muchos de
estos cuentos, porque muestran, sobre todo, ese fondo alegórico de nuestra
condición. Nadie debe perderse, entre otros, uno de los más extensos,
«Conspiración galáctica», aunque no debe dejar pasar el titulado «Noche de
estreno» o, aún más, «La niña bigotuda».
Santos
Sanz Villanueva ha escrito que Tomeo
decidió rebelarse contra el realismo a ultranza en tiempos de la dictadura,
optando por una ruptura que establecía que sus cuentos tenían un escenario
claro donde situar a sus personajes y configurar con ello un clima de tensión
que estalla al final de forma inesperada. Y este desenlace sorpresivo dependerá
de las voces del subconsciente y de sus desvaríos. El propio Tomeo ha
manifestado en numerosas ocasiones que “No escribo sobre lo que veo, sino sobre
lo que imagino a través de lo que veo. Puede que padezca alguna especie de
astigmatismo, o de problema óptico que me impida dar la medida exacta de las
cosas (…) Lo que hago, pues, es rodear a mis personajes de espejos cóncavos, o convexo, y ponerlos en
marcha, pero son ellos lo que dejan de actuar cuando se les acaba la cuerda”.
Javier Tomeo, Cuentos
completos; ed., de Daniel Gascón; Madrid, Páginas de Espuma, 2012; 872 págs.
Más diamantes para desayunar. Este Javier que confundió el mando a distancia del televisor con el teléfono móvil y se lo llevó de cervezas.
ResponderEliminarMª Ángeles.