CAFÉS LITERARIOS
El
tiempo, los hábitos, la tecnología o las horas dedicadas a las redes sociales
han cambiado los intereses o las percepciones de nuestra vida cotidiana,
raramente acudimos a tomar un café y prolongar ese deleite con una amena charla
que derive en cuestiones interesantes. Actitud que ha motivado el abandono de
los cafés-literarios, lugares que mantienen su esencia y sus mesas, donde
tertulianos debaten o cuestionan aspectos culturales y sociales. Algunos de
esos cafés conservan ese sabor añejo de la Historia de un país tertuliano, capaz de mezclar
cafeína y cultura. En 1888 abría sus puertas, en la mismísima Plaza del Castillo, el Café Iruña
de Pamplona. Hemingway tenía allí uno de sus rincones favoritos. Desde finales
del XIX y comienzos del XX, el Café Gijón, se convirtió en el auténtico
epicentro cultural de la capital: Valle-Inclán, Ramón y Cajal o García Lorca lo
frecuentaron, aunque durante el franquismo Cela lo convirtió en uno de los
habituales de tertulias literarias que congregaban a escritores y bohemios de
la época. Menos conocido El Comercial, situado en la Glorieta de Bilbao, donde
Blas de Otero y José Hierro fueron asiduos, y aun hoy puede verse por allí a
Arturo Pérez Reverte. Fundado en 1905, el Café Novelty reunió a intelectuales y
a universitarios, y presume que en una de sus mesas se fundó la Unión Deportiva de Salamanca en
1923, y Laín Entralgo, Ridruejo y Foxá, Radio Nacional de España en 1936. Gonzalo Torrente
Ballester preside, en estatua y a tamaño natural, su salón.
Los
estudiantes de la
Universidad de Compostela formaron el “Batallón Literario”
que en 1808 combatió a los franceses durante la Guerra de la Independencia. El
Literarios, junto a la famosa Catedral, debe su nombre a esta gesta.
Sábado, 13 de abril, 2013; pág., 8
Una pena que hayan desaprecido porque si el café está bueno, no digo nada de lo agradable que tendría que ser tomárselo entre unos buenos tertulianos. Divino de la muerte.
ResponderEliminarMª Ángeles.
Nunca he participado en ninguna tertulia literaria, pero me puedo imaginar lo reconfortante que debe ser estar en uno de esos cafés, en invierno, rodeado de personas con los mismos intereses que tú.
ResponderEliminarUna pena que las inquietudes de este tipo hayan casi desaparecido en mi generación...
Sí, Antonio, es una auténtica pena. En estos lugares se conocían los escritores, hablaban de sus proyectos y obras, se cocía todo y eran tertulias gratificantes y se hablaba de todo, de todo. Estamos perdiendo la capacidad de comunicación, pero claro es mejor, según hoy, teclear en un móvil y estar mirarándolo constantemente. Cuando quedo con amigos que usan los móviles y piden perdón constantemente por atender las llamadas, ya no vuelvo más con ellos. Porque, te aseguro, como mirar a los ojos a las personas, no hay nada.
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