MODIANO
Los
héroes insignificantes, cotidianos, individuos más o menos extraños de Patrick
Mediano, Nobel de Literatura 2014, se reúnen en cafés, o se encuentran en habitaciones
de hoteles de barrio, y pronto se pierden en el tiempo, sin duda porque la de
Mediano es “otra manera de ver las cosas”, y hay que buscarlas a tientas para
rozar aquello que ya no existe: la época de sus padres, los años cuarenta, y la
de su juventud, los sesenta; en realidad, tiempos de una épica miserable que el
narrador transforma en una geografía íntima de criaturas abandonadas, donde
perviven ensoñación y memoria. Voces, nombres que surgen del pasado,
inestables, víctimas de ese falso anuncio que afirma, “todo volverá como antes”,
los mismos lugares y situaciones, los reencuentros que, en la narrativa del
Nobel francés, se repiten. Un juego de círculos concéntricos cuyos personajes
buscan llegar a una meta, y una vez allí pretenden que vuelva a sonreírles la
felicidad, pero todo queda truncado porque Modiano no tiene pretensión alguna
de realismo al uso en su narrativa, el azar es la única regla válida para él.
La
obra de Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945), desde su primera novela, El lugar de la estrella (1968), cuenta
aquello que no se puede narrar; está compuesta de emociones ambiguas, de
perfumes fugaces entre las calles del París más anodino, por eso debemos leer, Calle de las Tiendas Oscuras (1978), Dora Bruder (1997), En el café de la juventud perdida (2007), Trilogía de la ocupación (2012), o la más reciente, La hierba de las noches (Anagrama, 2014),
y sus reiterados temas sobre la ausencia, la supervivencia, la esperanza de
encontrar el pasado perdido, que tal vez respondan a la eterna pregunta, ¿qué
queda de la vida de un hombre?
Sábado, 25 de Octubre, 2014; pág.,8
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